Alma Robada

CAPÍTULO XX (parte 2)

Un extraño crujido proveniente del escritorio altero la interesante escena. David sujetaba con tanta fuerza el mueble, que ni siquiera fue capaz de darse cuenta que estaba a punto de partirlo; fue una suerte que el ruido alertara su movimiento.

        El ángel inhalo profundamente, y  le tomó un gran esfuerzo poder apartar sus manos de la pobre madera y mantenerlas a su lado, lo único que ellas querían era instalarse en el cuello del demonio que tenía enfrente.

      -Lamento desilusionarte Damon…-. Su voz era tranquila y mantenía un tono neutral. Sin embargo, su postura tensa y premeditada a la hora de moverse lo hizo rodearse de un aura que difícilmente podía ser pacifica. –Pero por su reacción, debería quedarte claro que Violeta no está interesada…-. David se colocó a solo centímetros frente a ellos, y sus ojos atravesaron al demonio. Si las miradas mataran no sería necesario suponer lo que ya hubiera pasado para ese momento.

           Contrario a él, Damon se enderezó tan alto como era y se giró para encararlo totalmente relajado; ambos tenían casi la misma estatura por lo cual sus ojos quedaban justo unos sobre otros.

          -Se equivoca… maestro…-. La palabra salió plagada de sarcasmo, irritando aun más al ya perturbado ángel. Sabía que esa palabra tenía un significado especial en los de su clase.  –Es precisamente su reacción la que me alienta-. Él se giró una vez más hacia Violeta, e intento acomodar un mechón de cabello que rebeldemente bailaba en su mejilla.

            En cuanto Violeta sintió el contacto de Damon de nuevo sobre su piel, su sistema nervioso colapso; cada vez que lo tenía tan abrumadoramente cerca era como si su cuerpo la traicionara y actuara en contra de su voluntad. No le gustaba admitirlo pero, era innegable que ese demonio le provocaba cosas extrañas a su razón. Por suerte, su cerebro aun guardaba algo de compostura y se encargo de recordarle, que todo esto era probablemente porque él era un íncubo, y solían tener ese efecto sobre cualquier mujer.

          Ella estaba a punto de lograr sacar las palabras de su boca, negarse a que Damon la utilizara a su voluntad, y dar por terminada esta absurda situación; cuando David la sujetó de forma brusca e inesperada por el brazo, y la atrajo hacia él sin miramientos. Parecía que no estaba del todo consciente del lugar en el que se encontraban.

          Y todo volvió a comenzar; solo que esta vez, había un tercero capaz de reconocer lo que ocurría.

           El movimiento puso en alerta los sentidos del demonio; en cuanto David tomó el brazo de Violeta, sus ojos sufrieron un cambio drástico, que solo porque la suerte parecía estar de su lado ese día no se tornaron azules al instante. La obscuridad pasiva y tranquila de sus ojos negros, se convirtió en un precipicio de confusión, celos, y locura. Su agarre era posesivo y exigente; mientras que en su mente la idea de alejarla de todo y todos sonaba cada vez con más fuerza y lógica. ¿Cuánto tiempo tardaría antes de caer?

          La postura relajada que tenía el demonio desapareció al mismo instante, y el tiempo que le tomó a David acercar a Violeta, fue exactamente el tiempo que a Damon le tomó atraerla hacia él. Los libros que ella sujetaba en sus manos ni siquiera habían llegado aún al suelo, y a vista de simples mortales la pobre imito a una pelota.

        -No vuelvas a tocarla…-. Damon la colocó tras de él, mientras mantenía sus manos enlazadas. Días atrás le había dicho de forma juguetona que lo tentara, que lo hiciera caer… en ese momento se dio cuenta que si lo que sospechaba era cierto, hacer caer a ese ángel podía convertirse en un error irreparable.

       -Eres tú quien no va a volver a tocarla…-. David se acerco de forma peligrosa, y estaba a nada de liberar sus alas…

        -¿O qué?-. Lejos de intimidarse, Damon avanzó desafiante mientras que su media sonrisa maliciosa apareció en su rostro. -¿Qué es lo que vas a hacer maestro?-. Él encaró una ceja y señalo a su alrededor con la mano que tenía libre.

        David se detuvo en seco, y fue como si una cubeta de agua helada lo hubiese traído de vuelta a la realidad. Las miradas confusas de los estudiantes a su alrededor le advirtieron que tanto se había dejado llevar.

        -Te quiero fuera de mi clase...-. Él retrocedió dándose cuenta finalmente de lo que había pasado. Estar a punto de convertirse en un ángel delante de un salón de clases no era exactamente algo que pasaría desapercibido… se estaba volviendo loco, ya no tenía dudas al respecto.

        -Perfecto. Entonces nos vamos.




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