Alma Robada

CAPÍTULO XXI

 La fuerza que Daniel utilizo en el pobre lápiz que tenía en su mano lo hizo rápidamente partirse en dos. No podía creer lo que estaba viendo, su hermana acababa de irse con el demonio de ojos dorados, y por voluntad propia aparentemente. Si eso no era una jodida pesadilla como las que le habían estado acosando, entonces sin duda alguna la realidad era mucho peor.

         La pequeña mitad salió volando directo a la cabeza de Esteban, el leve pero certero golpe lo hizo dar un brinco sobre su asiento; primero por la sorpresa, y segundo porque fue como si una abeja le hubiese picado. Él volteo hacia ambos lados tratando de averiguar qué había pasado, y no fue hasta que volteo hacia atrás que se dio una idea de lo que sucedió.

        -¿Qué te pasa?-. Le preguntó a su amigo, entre susurros y sobándose la cabeza.

         Aquello lejos de ser un reclamo era simple y pura curiosidad, él notó como Daniel estaba con la mirada absorta en un punto del estacionamiento, dónde por más que él quiso no pudo encontrar nada fuera de lo usual; y además mantenía una postura rígida que no dejaba lugar a dudas de que algo estaba mal.

         Sin embargo, Daniel ni siquiera se percato del incidente que acababa de ocasionar, y mucho menos de que su amigo estuviese preguntándole algo. Su cabeza estaba en medio de una revolución de preguntas, a las cuales por más que intentaba no les encontraba una respuesta lógica. Pero sus ojos se clavaron en alguien que por su propio bien, debía tener fundamentos suficientes para lo que acababa de pasar. 

         En el instante en que se percató que David estaba bajando a toda prisa las escaleras que comunicaban los pasillos escolares con el estacionamiento, Daniel se puso de pie azotando con furia ambas manos sobre su escritorio, después tomó sus cosas, y por último colgó su mochila sobre su hombro y se dirigió sin preámbulos a la salida del salón.

         -¿Le gustaría compartir con el resto de la clase que le ocurre señor Cábala?

       Una pequeña parte de su consciente que aun se mantenía en alerta respecto a lo que pasaba a su alrededor, fue capaz de conectar la pregunta con su alter ego sumido en asuntos sobrenaturales. Daniel se giró sobre sus talones dando una media vuelta justo en el marco de la puerta, solo para encontrarse con un maestro evidentemente molesto por tan abrupta interrupción.

          -En otro momento quizás…-. Replicó con una mirada asesina, y sonrisa sínica.

        Su interesante respuesta hizo que a todos se les fuera la mandíbula al suelo. El alumno modelo y presidente del consejo estudiantil acababa de marcharse del salón a mitad de una clase, y de semejante manera. El pobre maestro tardó por lo menos un par de minutos para recomponerse; mientras que el resto de sus compañeros no pararon de hablar del asunto el resto de la hora.

         El tiempo que tardó en bajar las escaleras de los tres pisos fue digno de medalla olímpica. Con cada escalón que dejaba atrás, su pulso se aceleraba y su ira aumentaba; Daniel no podía entender por qué su hermana se marcharía de forma voluntaria con ese sujeto, y menos aun que David la hubiese dejado marchar cuando se suponía que tendría que estar en su clase ¿No juraba que él iba a protegerla? Entonces que mierda estaba haciendo.

         -¡¿Acaso eres imbécil!?-. Le gritó a unos metros antes de llegar hasta él; era una suerte que la mayoría de los alumnos estuviesen en sus respectivas clases, y que aquellos que estaban por los alrededores no fueran del tipo comunicativo, pues ninguno quiso quedarse a ver el espectáculo.

        El ángel no necesito mirarle para saber que le hablaban a él, y mucho menos para reconocer la voz.

        -No podía hacer gran cosa…-. Replicó por lo bajo, apretando los dientes y mirando en todas las direcciones. Tenía la esperanza de poder adivinar a dónde se la había llevado. –El caído se aprovecho que estábamos rodeados de gente; tuve que excusarme por unos minutos para poder seguirlos…

        -¿Excusarte por unos minutos?-. Daniel se pasó la mano por el cabello, totalmente desesperado; para luego imitar el gesto de David  y mirar a todos lados, como si con eso pudiese lograr que su hermana regresara. –Ese demonio se acaba de llevar a mi hermana… ¡Y en tú cara!

          Su parte racional colapso en ese momento por completo; la falta de sueño, las dudas, el temor y la desesperación por fin habían hecho estragos en su temple y Daniel ya no podía más; necesitaba una respuesta clara por lo menos, o realmente terminaría por asesinar a alguien. Casualmente David estaba justo frente a él.

           Él se giró y sujetó por el cuello de la camisa al ángel, tomándolo por sorpresa; no solo por el inesperado acto, sino por tener la fuerza necesaria como para casi levantarlo del suelo. Sin embargo, de entre todo esto fue el curioso brillo que empezó a destellar en los ojos de Daniel, lo que realmente impactó a David.  En el momento en que el fulgor verde se apodero de esos ojos, el ángel sujetó de las muñecas las manos que lo aprisionaban, decidido a descubrir que se ocultaba tras esto; cuando de pronto, algo más capto su atención…




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