Eran las ocho de la mañana cuando Daniel estaba regresando de correr; había extendido de una hora a dos la maratón, esperando de esta forma despejar su mente; que últimamente parecía ser más bien un canal de películas de terror, donde ya fuera día, tarde o noche, espantosas escenas eclipsaban la realidad y sus recuerdos. Contando entre estos la noche anterior.
Después de que entre él y Gabriel se dieran cuenta, de que existía una horrible probabilidad de que la flecha de Cupido que Leo utilizo en Violeta y Damon para crear el curioso pacto, tuviera en ellos los efectos esperados de este tipo de arma, sin darle muchas vueltas al asunto… se había puesto como loco. Aunque para ser justo con él mismo ¿Qué otra clase de reacción podía una persona tener, si se entera que su hermana puede estar enamorada de un demonio? Vamos, de un modo extraño él actuó lo más normal posible.
Por eso, cuando pasadas de las diez de la noche vieron entrar en el edificio a David por el balcón de su departamento, lo único que quiso fue desquitarse con él. Poco le importó lo mal herido que venía, y si por Daniel fuera, él mismo le hubiera arrancado el ala que tenía en buen estado; sin embargo y como era lógico de esperar, Gabriel lo detuvo al instante.
Durante los cuarenta minutos siguientes, Daniel tuvo que conformarse con escuchar de boca del ángel lo que había pasado cuando fue tras Leo, y como por increíble que pareciera el inútil lo había dejado escapar… una vez más. La verdad es que con cada palabra que escuchaba su sangre se calentaba dos grados más; pero, a segundos de que está terminara de hacer ebullición, toda su rabia se transformo en compasión. La mirada de David cuando confesó lo de la flecha, fue una llamada de atención a su lado humano y amable; si a él le preocupaba lo que su hermana podía sentir por un demonio, a ese ángel la sola idea lo estaba matando lentamente.
Sin embargo, y pese a que se acababa de dar cuenta del amor que David sentía por su hermana, Daniel tenía sus reservas; pudiera ser que solo estaba reaccionando como un hermano celoso y sobre protector, pero había algo en ese ángel que le ponía los nervios de punta cada que se le acercaba a Violeta. Era raro y sin sentido tomando en cuenta que antes de enterarse de todo, le caía bastante bien y estaba de acuerdo en que a ella le interesara; pero ahora… algo había cambiando y sus instintos estaban advirtiéndole… igual que pasó una vez con Leo.
Por increíble que pareciera, después de todo lo ocurrido en tan pocas horas esa noche, Violeta terminó mandándole un mensaje donde le avisaba que había llegado a casa, con lo cual logro que todo se relajara considerablemente; mientras que Gabriel les aconsejaba tanto a él como a David no atosigarla por su escapada con el demonio.
Ahora mismo ya pasaban cinco minutos después de las nueve de la mañana, y la señorita seguía tranquilamente dormida. Daniel la observo desde la puerta confirmando una vez más lo perfecto de su apodo, pues era increíble que estuviera dormida de esa forma con todo lo que pasaba a su alrededor; seguramente solo las bestias eran así.
Un suspiro resignado salió de sus labios mientras tomaba sus cosas; dentro de veinte minutos tenía su primera clase en el dojo, y sus alumnos probablemente ya lo estaban esperando. Aprovecharía este tiempo para pensar como debería de abordar el tema del demonio con su hermana.
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La Detective LeBlanc se agachó tanto como pudo sobre su asiento, cuando vio que el Jeep pasaba a su lado. Afortunadamente Daniel ni siquiera le prestó atención; y es que como ahora no quería ser notada como en veces anteriores, Susan había utilizado mejor sus conocimientos para pasar desapercibida. Eso y que él estaba demasiado concentrado en sus propios asuntos.
Ella le observó alejarse mientras pensaba seriamente si quedarse a vigilar la casa, o seguirlo. Era difícil decidir en cuál de los dos hermanos centrarse. Susan soltó un bufido molesta, y dejó caer su cabeza sobre el volante. Su percepción de las cosas había dado un giro de 360 grados en solo un fin de semana, y ahora mismo estaba en un verdadero dilema.
Lejos de desechar sus sospechas sobre Daniel con la reciente información adquirida, y por los acontecimientos del sábado anterior; la verdad es que LeBlanc ahora volvía a tener sus dudas al respecto. Si lo pensaba fríamente, todo indicaba que él era el perfecto sospechoso. En primer lugar, las jóvenes que cometían estos suicidios eran indiscutiblemente parecidas a Violeta; y en segundo, ahora se podía decir que había un muy buen motivo para que Daniel en el fondo quisiera matar a su hermana (la cual a final de cuentas no era su familiar de sangre), una enorme fortuna podía pasar a sus manos si ella desaparecía; pero era posible que al no poder hacerlo directamente por una cosa u otra, terminara incitando a jóvenes que lucían como ella a matarse.