Un gran suspiro resignado salió de los labios del semidemonio. Tras dos horas de conflictos emocionales en cuanto a qué decisión debería tomar, Luc inclinó la balanza hacia Damon. Si bien era cierto que Leo le inspiraba terror, hasta ahora cada trato que había hecho con él se había visto turbado de cierta forma; en cambio, el demonio había respetado muy bien sus acuerdos… y para ser sincero le inspiraba mucho más terror que el ángel. Podía intentar pasar desapercibido, pero él sabía que Damon era un demonio importante; cual de todos resultaba solo un detalle menor.
Luego de haber escuchado la interesante historia tras los hermanos Cábala, Luc había pensado en muchas cosas aparte de con quien compartir la información; y en cierta forma había entendido un par de ellas. Por ejemplo, no tenía que ser un genio para deducir que el dichoso incendio no había sido accidental, es más, estaba seguro que ni siquiera había sido un asunto de humanos. Y entonces, volvía a surgir la pregunta que tenía a todos de cabeza ¿Qué rayos eran ese par? Ahora bien, definitivamente no eran la misma cosa pues al final no eran hermanos de sangre. Aquello en lugar de irse resolviendo se ponía más complicado.
En cuanto notó que las puertas del exterior del hospital se abrían para dar paso a los vehículos, Luc rápidamente saltó de la banqueta donde estaba sentado, se colocó los audífonos que tenía en el cuello, e intentó cubrirse el rostro con el gorro del chaleco que traía puesto y comenzó a caminar tratando de pasar desapercibido; se le había ido el tiempo pensando en que hacer, y se olvidó por completo que en algún momento Gabriel tendría que salir del edificio. Definitivamente nada bueno pasaría si le veía, el nefilim era inteligente y rápidamente sacaría buenas conclusiones. Sin embargo, su acto de desaparición falló por completo, en cuanto pasaron por su lado, Gabriel fijó su mirada en é.
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Con una sonrisa sardónica y orgullosa en el rostro, Damon observaba la quemada puerta trasera de la “Torre de Babel”, por un instante se cuestiono si había exagerado en cuanto a la forma en que se presentó, pero luego se encogió de hombros reconociendo que estaba tan aburrido que esa había sido una buena distracción… tanto para él como para Violeta.
Antes de que sus pensamientos divagaran para aterrizar sobre ella, el demonio se sacudió esas ideas y se concentro en el por qué estaba de nuevo en ese lugar; últimamente todo lo que hacía era pensar en ella, y él sabía muy bien que ese hábito a la larga podía resultar peligroso… no sería la primera vez que le ocurría. Damon centró su atención de nuevo en el edificio, y sonrío.
No necesitó de un gran esfuerzo, o una entrada aparatosa como la de la noche anterior para colarse dentro. En esta ocasión no le extraño que absolutamente nadie hiciera nada por detenerlo, y contrario a eso, le cedieran el paso prácticamente con honores y reverencias. Damon estuvo seguro que el incubo ya había hablado con sus demoniacos servidores.
El lugar por dentro estaba hecho un verdadero caos, la destrucción que había ocasionado la verdad es que si había sido exagerada; y tomando en cuenta que él era un demonio de clase superior, pues eso tendría que ser reparado a la antigüita… nada de hechizos y mucho trabajo. Él observó cómo algunas personas ya trabajaban haciendo arreglos, y la forma en que los demonios les observaban. ¿Sabrían esos pobres incautos que el único pago a recibir era la pérdida de su alma?
-No esperaba verlo tan pronto por aquí Señor…-. Azahín estaba parado tras de él con unos papeles en mano y Mirza a su lado.
La forma tan respetuosa en que se dirigió a Damon, provocó que todos los demonios e incluso humanos presentes fijaran su atención en él. Si bien le había advertido que no quería que nadie se enterara de quien era en verdad, el incubo aun le llamaba con respeto provocando curiosidad en los demás, lo cual de momento no le servía para nada.
-Damon Sálomon, ese es el nombre que estoy utilizando. Puedes llamarme así por ahora-. Replicó en tono informal y moviendo despectivamente una mano. –Veo que ya estas arreglando el lugar
El incubo sopeso un poco la idea de lo que acababa de escuchar, y no le costó en absoluto entender porque “Damon” intentaba ocultar su identidad. Si esto ya era un caos, revelando su nombre se volvería el apocalipsis.
-Es un muy buen negocio-. Contestó más relajado. –¿Pasamos a la oficina?