Iban a ser las seis de la tarde cuando Violeta estaba sentada en una banca en la universidad. Aun no había muchos alumnos alrededor, pues faltaba media hora para que iniciaran las clases, pero ella estaba allí con la vaga esperanza de recuperar algo que cada minuto parecía estar más perdida… su mochila.
Era increíble como a estas alturas de su vida, ese simple y sencillo problema le estuviera carcomiendo el cerebro, y de hecho, haciéndole olvidar la cantidad de asuntos sobrenaturales que últimamente cargaba en su espalda. Sin embargo, para ella eso era cuestión de orgullo. Le gustara a quien le gustara, Violeta Cábala seguía siendo una persona con una vida.
Ella miró a su alrededor algo contrariada, tratando de localizar al demonio; pero al no verlo por ningún lado, sumió su rostro en sus manos totalmente abatida. ¿Por qué en el universo tenía que pasarle esto precisamente ahora? Sus vacaciones habían estado relativamente tranquilas, y rara vez se sintió amenazada por los hellhounds, o Leo, o cualquier cosa anormal; y justo cuando iniciaban las clases, los malditos problemas estaban a la orden del día… muy literalmente. Y todo empeoro cuando ese idiota la besó…
La imagen que en ese momento abarcó todos sus pensamientos, hizo que el cuerpo de Violeta aumentara por lo menos unos diez grados, y sus mejillas revelaran la revolución en rojo que sufría su interior. Damon Sálomon había aparecido aquella tarde para trastornarle la vida. Entonces algo hizo click en su interior, sus neuronas comenzaron a comunicarse, y alguna listilla le susurro con la ceja levantada, brazos cruzados al pecho y el pie derecho bailando con ritmo sobre el suelo de su cerebro, una verdad que parecía habérsele estado escondiendo tras los problemas. “Damon llegó a tú vida mucho antes de esa tarde”.
Con el corazón latiéndole a mil por hora, Violeta levantó la cara de sus manos y fijó su vista hacia la nada. ¿Cómo se le había pasado prestar atención a ese detalle? Por supuesto que ese demonio entró en su vida mucho antes, por eso se había llevado a cabo ese horrible y ridículo contrato que ahora unía su alma a él. Damon entro en su vida, justo el día que ella vio como Leo había matado a un par de ángeles en el edificio superior de la biblioteca. Aunque para ese tiempo ella no supiera que había pasado en realidad.
Sin saber muy bien que era lo que iba a buscar, ella se levantó y comenzó a caminar decidida hasta el auditorio. En su memoria, Violeta era capaz de evocar hasta el mínimo detalle de lo que había ocurrido aquella infernal noche.
Cuando por fin llegó al pie de la escalera, un escalofrío le sacudió el cuerpo sin piedad; Violeta pensó que era una suerte que a esta hora no hubiese el tráfico habitual de personas por el lugar, porque no solo se hubiesen reído por la forma en que se estremeció, sino que probablemente le hubieran visto raro cuando su cuerpo dejo de responderle para adentrarse en una noche pasada, y se desplomó de rodillas en el suelo abrazándose a sí misma.
No era miedo lo que le atacaba, sino ira contenida por no haber hecho nada.
Violeta se puso de pie ayudándose de la pared, y comenzó a mirar a su alrededor. Uno a uno los recuerdos comenzaron a reflejarse en sus ojos como imágenes tridimensionales; incluso fue capaz de verse a sí misma, la joven que se quedó estática ante la figura angelical cubierta de sangre, que intentaba mantenerse en pie frente a ella.
Con pasos vacilantes, Violeta comenzó a caminar alrededor del lugar tratando de entender que fue lo que pasó. No era la primera vez que intentaba hacerlo; pero si la primera que intentaba ubicar a Damon en la historia. Ella se detuvo en el centro, y giró su vista hacia las enormes ventanas; de acuerdo a lo que recordaba, Leo habría tenido que estar afuera del edificio cuando hizo que todos los cristales estallaran, esto provocó que ella se arrojara al suelo para protegerse y por poco se quemara con las llamas que encerraban a los ángeles… se levantó con esfuerzo pues el calor y el humo le impedían controlar su cuerpo, y entonces había escuchado la advertencia de los ángeles: “¡¡Cuidado!!” habían gritado al uníoslo y alarmados.
Una vez más siguiendo el curso de los hechos, Violeta se giró sobre sus talones y casi pudo observar nuevamente la delgada línea de luz que le atravesaba el hombro izquierdo; al instante y por auto reflejo, su mano derecha se posó sobre la delgada cicatriz que ahora sobresalía en su piel. Allí su cerebro hizo alto.
Esa luz habría tenido que ser la flecha, Leo le había explicado en el museo que en ese momento pensó que lo mejor era matarla, por eso había disparado. Sin embargo, falló. Según él, que errara su tiro había sido por culpa de la explosión, pero… De nuevo sus neuronas conectaron las ideas correctamente. Segundos antes de la famosa explosión, Leo ya había fallado su tiro ¿Por qué? En realidad era tan obvio y sencillo, que Violeta sonrío entre satisfecha y sorprendida por no haberlo notado antes. Damon.