Alma Robada

CAPÍTULO XXIX

El ángel extendió las manos intentando alcanzarla, pero las llamas desaparecieron casi al tiempo en que las gotas de lluvia comenzaron a caer, justo como si el cielo se hubiese encargado de extinguir su oportunidad; pero que no eran suficientes para apagar el dolor que quemaba bajo su piel.

       David sentía como la obscuridad en su interior lo envolvía; aquella otra personalidad que desconocía como la propia, emergía sin piedad desde el abismo, rasgando a cada paso el mundo que solía conocer, y transformándolo en uno desolado y sin esperanza. No solo era el hecho de que Violeta ahora supiera la verdad, sino la forma en que él mismo la había tratado. Todo estaba fuera de control.

       -¡Violeta!

       El grito atormentado salió de sus labios sin poder evitarlo; necesitaba encontrarla, tenerla cerca para entender lo que le ocurría, sentirla a su lado, abrazarla… y por los malditos nueve círculos del infierno, quería descubrir el sabor de sus labios; pues estaba seguro que solo en ellos encontraría el antídoto a su mal, a ese veneno que lo estaba transformando.

        Sus alas plateadas se abrieron tras su espalda, cortando el paso de las incesantes gotas de lluvia; el brillo natural que mostraban sus plumas, ahora parecía tener vida propia ante el efecto que provocaba el agua al mojarlas. Sin embargo, pese a que sus rasgos angelicales comenzaban a mostrarse, el característico y celestial resplandor azul de sus ojos jamás apareció; aunque estaba claro que tampoco era su mirada humana, pues la obscuridad que reflejaba iba más allá de lo natural.

        Y así, alterado como nunca antes lo estuvo, perdido entre los sentimientos que no era capaz de controlar, David intentó emprender el vuelo, decidido a encontrar a Violeta aun en el rincón más lejano de la tierra; pero su cuerpo se quedó inmóvil, cuando un enorme círculo verde apareció bajo sus pies. Con un esfuerzo inútil intentó escapar, fue solo cuestión de segundos para que las voces cálidas que le cantaban, tranquilizaran sus agitados pensamientos, y poco a poco detuvieran la caída que había emprendido hacia el abismo.

        El pequeño que aun observaba la escena en la cercanía, al notar lo que pasaba suspiro aliviado. Después de que Damon se fuera con Violeta, su rostro denotaba la preocupación que sentía al ver la forma en que el ángel descendía a la obscuridad. Era cierto que sentía un cariño especial por aquel demonio, pero eso no significaba que no le doliera el sufrimiento de David.

        -¿Las Dominaciones?-. Preguntó la hermosa joven con curiosidad al niño

         -Se puede decir que David está enfermo; ellos lograrán sanar su dolor… al menos por un tiempo-. Sus ojos llenos de felicidad minutos atrás, ahora se veían opacos y cansados. Estaba triste por lo que ocurría.

      -Si esto sigue como hasta ahora… ni siquiera eso lograra evitar su caída.

       -Tal vez; pero eso es algo en lo que yo no puedo intervenir.

        -Es un ángel, por supuesto que puedes-. La joven se puso de pie al lado del niño, y por primera vez, el brillo rojizo de sus alas se mostró tras su espalda.

        -No-. El niño negó con su cabeza, manteniendo la vista fija en David que ahora estaba sentado como indio, envuelto entre la luz verde, y las gotas de lluvia que no paraban. –En realidad esto depende de la decisión que tome Violeta…

        -Pero…

        -El libre albedrío de un humano no está a discusión-. Aunque su voz era infantil, el tono autoritario hizo a la joven guardar silencio. –Y será mejor marcharnos ahora, no quiero que nadie sepa que estuve aquí…-. Replicó para finalizar, mientras emprendía el vuelo sin esperar a su acompañante.

       Ella hizo un gesto decepcionado, y luego paso sus ojos de David al niño, mientras se llevaba ambas manos al pecho para hacer una plegaria; al terminar extendió sus alas como el fuego y comenzó a volar tras el pequeño.

        -Claro, si alguien descubriera tu presencia, no les costaría mucho averiguar la verdadera identidad de Damon…-. Dijo finalmente para sí misma, mientras se perdía en el cielo.

      ****************************************       

       Violeta sintió el fuego que envolvía su cuerpo, fundirse con ella a través de su piel, elevando la temperatura de su sangre y prendiendo cada una de sus terminaciones nerviosas. La calidez que la embargaba, no era nada comparada con la que sentía al estar cerca de su ángel, de David; esto era más bien un volcán en su interior. Como si una parte de ella que permanecía oculta a los demás, ahora se liberara  con una sola exhalación.  Sin embargo, no les pasó desapercibido a sus neuronas conscientes, cuanto les gustaba esta sensación; pese a la ira y frustración que también peleaban por mantenerse en primer lugar. 




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