Alma Robada

CAPÍTULO XXX

La detective Leblanc bajó de su camioneta, y se llevó automáticamente la mano a la cabeza, tratando de cubrirse del impresionante sol que hacía aquella mañana; era increíble que la noche anterior hubiese habido un diluvio y ahora el cielo estuviera claro y despejado.

         Ella dio un profundo suspiro, y finalmente se quitó sus gafas para observar detenidamente el edificio que tenía en frente. Una curiosa mueca se dibujo en su rostro sin poder evitarlo, cuando en su mente se colaron imágenes del interesante dueño del lugar. Gabriel Astori. Había algo en é que le ponía los nervios de punta, y odiaba el hecho de saber que ese “algo” eran sus hermosos ojos chocolate, combinados con el tierno brillo de la juventud…¿Acaso no podía haber nacido por lo menos diez años antes? No, por supuesto que no; ella no tenía tanta suerte con los hombres.

         Susan se mantenía como espectadora ante la batalla que se desarrollaba entre sus neuronas y sus hormonas, cuando las puertas metálicas que servían como protección, se comenzaron a abrir. Los dos hombres (o niños para ella) que jugaban un papel importante en su vida en esos momentos, aparecieron tras ellas. En cuanto Daniel salió de la cafetería, sus ojos instantáneamente se dirigieron hacia ella; parecía como si supiera de antemano que iba a encontrarla. Su mueca de desagrado fue bastante obvia.

        -Tan temprano por aquí Susan…-. Gabriel por el contrario, no pudo evitar mostrar su mejor sonrisa, y la cual aparentemente tenía el efecto perfecto sobre la detective. –No abrimos hasta dentro de una hora, pero será un placer para mí atenderte personalmente…

         La detective volcó los ojos ante el comentario del nefilim; no porque le pareciera tonto, sino por qué durante una fracción de segundo lo consideró como una oferta tentadora. Por otra parte, Daniel le miró sorprendido descubriendo por primera vez el claro interés de ambas partes.

          -Necesitamos hablar…-. Replicó tomando su postura seria. Aun no entendía por qué había decidido compartir esta información con ese “niño” , pero tomando en cuenta que conocía mucho mejor a los Cábala que ella, aparentemente no le quedaban muchas opciones.

        -Espero que se lo diga a él y no a mí…-. Daniel señaló a en dirección al nefilim, con un gesto duro en el rostro. Podían acusarlo de cualquier cosa en esta vida, y a él le importaría un cuerno; pero si quiera pensar que podía herir a Violeta, era pasarse de la línea como por tres pueblos. La mujer no era de su agrado.

         Susan miró de uno a otro, y lo meditó por unos segundos; la verdad es que tenía pláticas pendientes con los dos; en especial con Daniel, a quien simplemente no había podido acercarse por más de diez minutos. Sin embargo, ahora tenía tantas cosas que decirle, que primero necesitaba organizarlas por orden de prioridad; y era justamente por eso que necesitaba la ayuda de Gabriel.

         -Te guste o no, en algún momento tendremos una larga charla; pero sí, hoy  es a él a quien se lo digo…-. Ella señaló a Gabriel, e hizo un gesto de desdeño cuando él ensancho más su sonrisa. Al parecer no estaba enterado de que existía algo llamado “disimulo”.

         Por su parte, Daniel no pudo evitar su cara de sorpresa; y aunque ahora que se fijaba bien, efectivamente la detective era una mujer muy guapa, no se esperaba que Gabriel pudiese estar interesado en una loca acosadora que, aunque fuera solo en apariencia, era mayor que él.

          Sin ánimos de quedarse a presenciar por más tiempo el coqueteo entre ese par, él sacó de su pantalón las llaves del jeep, y comenzó a caminar hacia esté, haciendo un gesto de despedida con la mano hacia las personas que dejaba de tras; cuando de pronto, alguien comenzó a gritar su nombre en la distancia, llamando la atención de todos.

       Una joven de complexión delgada y pequeña, caminaba con pasos rápidos hacia él. Quizás de espaldas hubiese sido fácil confundirla con un chico por su físico y su corte de cabello; pero de frente resultaba imposible no ver lo hermosa que era, con el cabello rubio, ojos tan verdes como los de Daniel, aunque con un brillo diferente, y unos labios tan rojos como la playera que llevaba. Seguramente lograba captar varias miradas.

        -¡Hola! Que… que sorpresa…-. Dijo tratando de recuperar el aliento, y parándose justo frente a él, bloqueando así su avance. Luego de que mirara a su alrededor, y tomara algo de valor; le dio un beso en la mejilla, dejando sus labios pintados en él. –Justo venía pensando en ti, fue una suerte encontrarte…

        El nada inocente comentario, provoco una sonrisilla maliciosa en Gabriel, haciendo que Daniel volteara a verlo fulminándolo con la mirada, mientras se limpiaba disimuladamente la mejilla; después le tomó un respiro recuperar su postura habitual de chico perfecto.




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