Alma Robada

CAPÍTULO XXXI

  El celular se le resbaló de las manos sin poder evitarlo; un sudor helado comenzó a perlarle el cuerpo, y el frío le taladró hasta los huesos, mientras que todo a su alrededor se quedaba como en tiempo muerto. Sus neuronas estaban trabajando horas extras.

      No era miedo, tampoco sorpresa, ni siquiera se trataba de confusión; el único sentimiento que se mantenía en su interior era la furia, y estaba muy cerca… terriblemente cerca, de romper su balance.  Las grietas que se formaban en su alma eran una clara advertencia; si alguien hubiese sido capaz de verlas.

        Violeta respiro profundamente un par de veces, antes de que la puerta se abriera ante ella; y sus ojos colisionaran con los de Leblanc.

        La odiaba, o al menos en ese momento podía decir que era lo que sentía por esa mujer; luego de lo que parecía ser una extensa gama de posibilidades, en cuanto a cómo despellejarla viva surgieran en su cerebro.

       -¡¿Violeta?!-. Los ojos de la detective se abrieron tan grandes como les fue posible; estaba claro que no esperaba encontrársela en ese lugar, y era bastante consciente de las palabras que acababan de salir de sus labios. –¿Cuánto tiempo llevas ahí?

        -El suficiente…-. Dijo con una sonrisa torcida, para después agacharse y recoger su celular del suelo.

        Justo en ese momento Gabriel terminó de abrir la puerta, para de esa forma poder observar a quien había llegado. Inevitablemente su mano derecha se fue hasta su frente, y una maldición se le escapó de los labios. Había sido un verdadero descuido de su parte, y ahora intentar corregir el error probablemente fuera peor.

        -No es educado espiar a las personas…-. Él meneo ligeramente su cabeza en un signo de negación, y luego sonrío sin muchas ganas. –Justo se lo dije a Daniel hace unas horas…

         -¿A mi hermano?-. Preguntó interrumpiéndolo. El énfasis que dio en la palabra “mi” no paso desapercibido para nadie; ni tampoco su mueca sarcástica.

        Sin embargo, había algo más que su enojo; algo que ella no notaría, y que probablemente menos entendería. El hecho de que sus emociones estuvieran en ebullición, y que intentara retenerlas a como diera lugar; provocó un punto de ruptura a su alrededor.

          Leblanc apretó los puños a los costados con fuerza; había pasado los últimos días tratando de imaginar la mejor manera de tratar este asunto, y ahora iba y abría su bocota en el peor momento; sin embargo, el daño ya estaba hecho, y aunque no fuera de la forma correcta, tenía que aprovechar esta oportunidad.

         -Si estuviste el tiempo suficiente, entonces escuchaste lo que acabo de decir, y creo que…

       -Susan…-. Gabriel le interrumpió de forma abrupta. La observaba fijamente, y sus ojos reflejaban la advertencia que no podía decir en palabras. –Así no. Violeta será mejor que te marches, yo me hago cargo…

         Violeta levantó la barbilla, y su rostro perdió todo intento por mostrarse sereno; sus ojos brillaban con frialdad, mientras que sus labios estaban tan apretados que se habían vuelto una delgada línea. ¿Acaso pensaba que era estúpida? Aquel intento de plática era como golpe a su inteligencia.

         -Claro…-. Dijo de forma venenosa. –Es más que evidente la forma en la que te has estado haciendo cargo de la situación…-.Ella miró de uno a otro, y una sonrisa sarcástica le curvo los labios.

          Estaba molesta, tanto, que su cuerpo incluso temblaba de rabia. No sabía qué hacer con sus propias emociones; se sentía traicionada por aquel que pensaba su amigo; y aunque sabía que las cosas no eran de esta forma, no podía evitar este tipo de pensamientos. Al parecer, todos sabían cosas que afectaban directamente en su vida, y todos tenían las mismas intenciones de mantener los secretos alejados de ella… como si fuese incapaz de lidiar con ello.

          -Se lo advertí detective, le dije claramente que no se metiera en mi vida, y mucho menos en la de mi hermano; que sus estúpidas averiguaciones no la llevarían a ningún lado, y que Daniel no era el responsable de esas muertes…

          Algo en el sonido de su voz hizo que Susan retrocediera unos pasos. En su vida había estado frente a muchas personas peligrosas; pero en ese momento, sintió tanto temor que no podía entenderlo.

         -Pero como veo que aun no le ha quedado claro mi punto… permítame dirigir su maldita curiosidad en el camino correcto; así que prepárese, que está a punto de conocer al verdadero responsable de esos “suicidios”…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.