Alma Robada

CAPÍTULO XXXV

Iban a ser las dos de la tarde, cuando con sus hermosos ojos chocolates mirando hacia la nada, y la mente revoloteando entre un asunto y otro, Gabriel estaba sentado en un rincón apartado de la cafetería. 

        La mañana anterior habían ocurrido tantas cosas, que cuando la tarde estuvo tan tranquila, lejos de aliviarlo solo se preocupó más; tanto, que incluso había ido en busca de los hermanos a la escuela, dónde al enterarse que ninguno de los dos apareció por allí, rápidamente emprendió camino hasta su casa. Afortunadamente estaban bien... Violeta dormida a causa de Damon, pero todos bien. 

       Daniel le había contado con lujo de detalles lo ocurrido; y siendo honesto, al nefilim comenzaba a preocuparle el triángulo que se estaba formando en la historia. David, Violeta y Damon. Si de por sí que un ángel se fijara en un humano, no era cosa simple; agregarle a la ecuación un demonio, seguro traía como resultado catástrofe. En especial cuando todo podía estar siendo provocado por los poderes de Violeta.

        Aunque había ciertas piezas que no terminaban de encajar en el rompecabezas.

      Él sabía la verdadera identidad de Damon, el mismo demonio se lo había confirmado noches atrás; por lo tanto, y si sus sospechas eran ciertas respecto a Violeta (ahora estaba un 99.99% seguro de que tenía razón) entonces, de todo el mundo sobrenatural que pudiese estar cerca de ella, era precisamente Damon al único que jamás le alterarían sus poderes. Por otro lado, tampoco creía que siendo quien era, una flecha de Leo le hiciera efecto alguno. Entonces ¿Sería posible que el demonio estuviera repitiendo la historia?

        En caso de que lo anterior fuera cierto, las probabilidades quedaban 50/50. Podía ser tan bueno, como terriblemente malo que ellos dos se acercaran. Sin embargo, seguía siendo peor que David y Violeta se acercaran... cosa que desafortunadamente, ya había sucedido. 

         Gabriel soltó un bufido, y luego se sacudió el cabello con ambas manos como si con esto pudiese despejar su mente. Sin duda alguna esto solo se iba complicando cada vez más, y como bono extra: LeBlanc.  Aunque claro, en cuanto la imagen de la detective se apodero de sus pensamientos, el gesto torcido se transformó en una sonrisa socarrona; esa mujer era un encanto.

         La detective sin saberlo, había adquirido un papel importante en este macabro juego. Si bien no había tenido mucho tiempo para conversar del pasado, Gabriel estaba seguro que el accidente ocurrido con la familia de Violeta y Daniel, muy poco tenía que ver el mundo humano. No había pruebas que lo confirmaran, pero tenía la sensación que esta historia podía haber empezado incluso antes de eso; por lo tanto, que ella fuese la única capaz de darle información respecto a ese hecho, la hacía una pieza clave en el tablero... y también la ponía en el punto de mira.

       Aun y con todo, él le había borrado la memoria.

       Técnicamente solo había alterado los recuerdos, y lo que borro no le hacía daño pues era algo que desde un principio jamás debió ver: el infierno. Sin embargo, ahora que Daniel quedaba excluido como sospechoso, su investigación respecto a quienes eran los Cábala en realidad, también quedaba flotando en el limbo, y  él no podía llegar y simplemente preguntar por el accidente ocurrido 16 años atrás. 

        ¿Entonces que se suponía debía hacer? Llegar a una respuesta coherente no era cosa simple; pero tampoco imposible, y Gabriel estaba decidido a hacer lo que fuese necesario para mantener su promesa consigo mismo: Ayudaría a que Violeta y Daniel estuvieran a salvo, bajo cualquier precio. 

          De pronto algo captó su atención, haciéndolo centrarse en lo que ocurría a su alrededor y dejando en pausa sus pensamientos. El nefilim puso la espalda derecha sobre su silla, y comenzó a buscar a través de las tenues luces de la cafetería; entonces lo vio. Luc estaba parado en las puertas de entrada, tenía el gesto torcido y mostraba una postura rígida. Seguro no estaba muy feliz de estar en ese lugar. 

       Gabriel puso los ojos en blanco, y luego sonrío divertido. Aun recordaba el día que se encontró por primera vez con el joven semidemonio; él muy imprudente había tenido la brillante idea de querer colarse por su puerta astral hasta el infierno, convencido de que de esta manera se volvería un demonio completo. Lo único que realmente había logrado, fue ganar una paliza monumental por parte del nefilim; aunque también había demostrado su brillante futuro en el arte de venenos y antídotos. Gabriel aún conservaba en su costado izquierdo una cicatriz de este descubrimiento; lo que no se imaginaba es que más tarde, este hecho sin importancia les ayudaría a encontrar la forma de curar a Violeta del ataque de los hellhounds.

       Sí, el mundo era un pañuelo, y las casualidades parecían no existir.




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