Cuando la luz del semáforo cambió al rojo, y él siguió avanzando, Gabriel soltó una maldición entre dientes. Su humor había pasado de neutral a pésimo en tan solo un instante; aunque esta última semana todo parecía ir en picada.
Dos suicidios en cuatro días no podía ser algo bueno.
El nefilim aún no estaba seguro de que pretendía Leo con todo esto, o si era él quien estaba provocando las muertes; sin embargo, el hecho de que las jóvenes que morían fueran tan similares a Violeta, dejaba muy poco lugar para las dudas. Y si a eso añadían los asesinatos de ángeles y demonios, por igual grado, entonces solo obtenían como resultado una buena dosis de confusión.
Aparentemente todo se estaba yendo al infierno... o a cualquier otro lugar del cual no tenían idea dónde fuera, pues el mismo averno estaba metido en este lío.
-Si logramos llegar vivos, sería mucho mejor...-. Comentó Luc con gesto contrariado.
El semidemonio estaba casi tan confundido y molesto como Gabriel. En teoría a él no debería importarle mucho lo que pasaba; sin embargo, luego de haber quedado en fuego cruzado gracias a su terca curiosidad, y sus indescriptibles ganas de ser un demonio completo; sobraba decir que lo que ocurría no le gustaba para nada. Menos si en el trayecto su preciada vida corría tanto peligro, ya que morir en su condición solo significaba ir al infierno en calidad de condenado... no, no era lo que esperaba para el resto de la eternidad.
-¿Ya le avisaste a Damon?-. Preguntó Gabriel como respuesta. Podía ir un poco (unas cuantas millas de más por hora) rápido, pero su habilidad para manejar era la de un piloto de carreras.
-No es como si tuviera un lugar a dónde llamarlo. Además...-. Replicó sin dejar de ver el monitor de su tablet. -Primero quiero confirmar que esto sea de los asuntos que nos interesan...
Gabriel asintió en respuesta. Afortunadamente, no podían monopolizar con lo que ocurría cada muerte en la ciudad; aunque en el fondo no dejaba de escuchar la vocecilla que decía "sí que se puede"; y se dio cuenta que no estaba muy equivocado, cuando la camioneta de Susan fue visible ante sus ojos.
Gracias al circo mediático que se había acumulado fuera de los departamentos, tuvo que estacionar su auto unos cuantos metros alejados de la escena; sin embargo, lo suficientemente cerca de la detective. Tanto él como Luc, bajaron buscando un lugar por el cual colarse hasta dónde pudiera confirmar sus sospechas.
Mientras intentaban pasar a través de curiosos, reporteros y oficiales, el semidemonio demostró sus dotes de investigador. Había aprendido el oficio mientras trataba de averiguar algo respecto a su otra mitad; y buscar demonios, por increíble que parezca con la cantidad de información que existe, no es cosa simple. Por su parte, Gabriel sentía que la rotación de la tierra aumentaba la velocidad conforme se acercaban; un aroma inconfundible se filtraba en el aire... alguien había abierto una puerta astral cerca, y eso seguramente no eran buenas noticias.
De pronto, en medio de sus intentos por ver más allá de las cabezas de la gente, se estrelló de forma brusca contra alguien. El nefilim estuvo tentado a pasar por alto este hecho y solo seguir avanzando, pero sus pies se quedaron clavados en el mismo sitio, observando al hombre que apenas había dicho "lo siento" para marcharse sin mirar atrás.
No tenía idea de quien era, jamás lo había visto, y estaba bastante seguro que era un humano normal... aun así, no podía apartar la vista de él.
-Es Antonio Borja...-. Luc apareció a su lado, sacándolo de golpe de sus pensamientos mientras le indicaba con una seña que lo siguiera. -Este mundo sin duda es pequeño...
-¿A qué te refieres?-. Gabriel comenzó a seguirlo por entre la multitud, aunque no pudo evitar voltear un par de veces, buscando por el extraño que ahora tenía un nombre.
-Al parecer la policía le ha contratado para saber su opinión profesional respecto a los suicidios. Y antes de eso...-. El semidemonio se detuvo frente a una cinta amarilla que impedía seguir el paso, y se agacho para evitarla luego de ver que nadie les veía. -Fue psicólogo de Violeta...
-¿Y tú cómo sabes todo eso?-. Esa fue la pregunta que salió de sus labios; pero en su interior mil más comenzaban a desfilar con luces parpadeantes de alerta ¿Más casualidades?
-Esa parte no te importa...-. Explicó sonriendo con orgullo en sí mismo. -Ahora, tenemos buenas y malas noticias...-. Ambos se detuvieron tras un auto de la policía; y aunque algunos oficiales pasaron a su lado, ni siquiera les prestaron atención. -La muerta no luce para nada como Violeta. Peerooo...-. Comentó haciendo énfasis en la palabra