Alma Robada

CAPÍTULO XLI

el tiempo se detuvo a su alrededor. Todo adentro de su cabeza era una revolución; pero Violeta sabía que Luc tenía razón y necesitaba concentrarse en lo más importante: Daniel.

          Ella respiró profundamente para retomar el curso, e hizo a un lado todo el flujo de recuerdos que saturaban su mente, para poder concentrarse en lo que debía hacer en ese momento. Al ver como finalmente David se mostraba ante ellos, fue imposible evitar el dolor en su pecho; pero haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, se mantuvo firme.

        Luc por su parte, estaba a punto de llevarse las uñas de sus manos a la boca, y comenzar a morderlas. Era verdaderamente frustrante no entender ni la mitad de lo que pasaba, pero si estaba seguro de una cosa, esa noche solo estaba empezando, y lo peor llegaría más rápido de lo que quisiera.

       -Violeta...

         -No te acerques...-. La voz de Violeta aun delataba su nerviosismo; pero era mucho mejor a como sonaba minutos atrás.

        El ángel se percató de la forma en que lo fulminaba con la mirada, y lo único que pudo pensar para justificar esa actitud de reproche, fueron las palabras que había dicho delante de todo el grupo. Todavía intentaba explicarse a sí mismo cómo había podido decir frente a todos, que ella y Daniel no eran hermanos; siempre era lo mismo, estando a su lado le parecía que la actitud que tomaba era la más adecuada; pero en cuanto se alejaba, las cosas se despejaban en su cabeza, y el error quedaba al descubierto.

         No saber que pasaba dentro de sí era lo peor de todo. ¿Cómo pudo haberla lastimado de esa forma, cómo pudo decir esas cosas? Algo definitivamente andaba mal con él. 

        -Por favor... no me mires con esos ojos, y no me pidas algo como eso porque sabes que no puedo hacerlo...-. Él agachó la mirada avergonzado, pero de inmediato volvió a subirla. Quería que ella mirara el amor y la pena que lo envolvían. -Yo sé que estas molesta por lo de antes, pero...

        David intentó acercarse en ese momento, quería llegar a ella a como diera lugar; pero en cuanto sus pies avanzaron un paso, los de Violeta retrocedieron la misma distancia. Al notar el movimiento, la otra parte afilo sus garras para mostrarse.

          -Fue solo un error, no puedes juzgarme por eso...

        -No lo hago...-. Violeta levantó la mano para indicarle que se detuviera. -Yo sé que no lo hiciste de forma intencional. Fue culpa mía...

         Al semidemonio se le fue la boca al suelo. Entre las pocas cosas que había entendido mientras aún estaban en la universidad, era que el ángel había gritado a los cuatro vientos que los hermanos no eran hermanos, lo que representaba un tema tabú para ella. Y ahora la misma Violeta se culpaba por su indiscreción... sí, oficialmente estaba perdido.

       El ángel se detuvo ante la declaración, y sus ojos celestiales se volvieron los del humano, mientras intentaba examinar cuanta verdad había en aquellas palabras.

         -No, no se trata de eso, yo solo intentaba...-.  David observó detenidamente a la joven. Gravó en sus pupilas cada razgo de su piel, cada detalle de su cuerpo; y por primera vez desde aquel día en que la vio por primera vez, le pareció tan lejana de su alcance, que no supo cómo describir tal sentimiento. 

        -No importa David. En verdad, ya pasó, solo...-. Una sonrisa resignada de dibujó en sus labios. -Concentrémonos en lo que es importante en este momento...

        Ella notó el momento exacto en que los cambios ocurrieron. La forma en que David se alteró al tratar de explicar lo que le ocurría, y como cuando ella misma calmó su corazón, los ojos del ángel se volvieron humanos. Unas terribles ganas de gritar le llenaron el alma, pero no tenía tiempo para darse esa clase de lujos... ya más tarde intentaría entender cómo funcionaban sus habilidades; ahora gracias a Gabriel por lo menos podía evitar empeorar las cosas con su ángel... o mejor dicho, con el ángel que jamás fue suyo.

        -Se dónde estará Leo esta noche...-. Comentó apartando el miedo que intentaba corromperla.

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        Arial notó como dos de los sellos frente a sus ojos desaparecían, y aunque la sensación inicial fue de sorpresa; la eufonía le ganó la partida. Honestamente no esperaba que Daniel resultara ser tan bueno eludiendo sus espíritus, pero se sentía bien de que no resultara tan aburrido como había esperado que fuera.

        El niño llorón había crecido para convertirse en un hombre. 

       Ella borró el rostro divertido, y volvió a concentrarse en su deber. Ahora finalmente entendía por qué de pronto, Leo estaba tan interesado en deshacerse de él; si dejaban que sus habilidades de Profeta se mostraran en su máxima expresión, sería prácticamente imposible para el ángel cumplir sus metas. 




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