-¿Listo?-. Preguntó Luc con un gran signo de interrogación dibujado en el rostro.
Las palabras llegaron a Daniel segundos después de haber sido pronunciadas, como si la velocidad del sonido hubiese disminuido a su alrededor debido a las extrañas vibras que lo rodeaban; eran lejanas, pese a que estaba parado a solo unos centímetros de distancia, y solo las pudo distinguir porque eran en su idioma... a diferencia de las muchas otras que se escuchaban en sus pensamientos.
Él levantó los ojos para encarar al semidemonio, pero fueron tantas cosas las que vio, que de inmediato volvió a cerrarlos. Ni siquiera notó la duda que perlaba en forma de sudor la frente de Luc.
-Solo hazlo...-. Rugió en respuesta; atormentado por su estado físico y mental.
Después de que Violeta se desmayara, y técnicamente las cosas volvieran a estar en calma, él empezó a escuchar y ver lo que nadie más podía. David le había explicado que era su poder de Profeta el que le mostraba tales imágenes; la magia que había mantenido cautivas su alma y la de su hermana desapareció, y él no estaba enfocado en un objetivo como cuando intentaba salvar a Vi; por lo tanto, los Serafines finalmente podían hablar con él sin restricciones. Pero para Daniel aquello se estaba convirtiendo en un verdadero tormento, nunca antes había visto tanta muerte y desolación.
Como si la perdida de Gabriel no fuese suficiente en ese momento.
Luc apretó con más fuerza la katana que sostenía, y la elevó un poco más; pero parecía que su mano se negaba a acatar sus órdenes. De pronto, unos gélidos dedos se envolvieron alrededor de su piel, le arrebataron el arma... y realizaron el trabajo que él no podía. La súcubo levantó la ceja de forma acusatoria, y arrojó la espada sobre la mesa.
Daniel abrió los ojos por el dolor. Se suponía que sería un ligero corte, pero sintió como la carne de su antebrazo se abrió más de lo que esperaba por la profundidad de la herida; al instante el brillo verde se apagó para revelar una mirada humana.
-¿Sigues consciente?-. Comentó Mirza indiferente, sin aparta sus ojos del semidemonio.
-Creo...-. Replicó Daniel llevando su mano ilesa hasta el corte, para evitar que su sangre se derramara... ¿Cuánta más podía perder antes de desmayarse? Poco a poco el ritmo de su corazón disminuía; y las voces e imágenes se fueron desvaneciendo.
-Entonces ya está-. La súcubo se encogió de hombros, y comenzó a caminar sin siquiera mirar hacia su víctima.
-¡¿Estás loca?! Qué hubiera pasado si no resultaba...-. Luc se enderezó dejando al descubierto su gran altura; el hecho de que tuviera un cuerpo delgado solo hacía resaltar esto.
-Según entendí, hubiese quedado como la bella durmiente por un rato...-. Mirza se giró y clavó sus ojos ahora rojos en él, mostrando cuan seria era al respecto. -¿O acaso podía pasar algo más?-. No confiaba en el híbrido, pero tampoco lo creía tan estúpido como para lastimar al hermano de la exorcista.
Cada milímetro del cuerpo de Luc se puso en alerta por el sombrío gesto, pero se negó a retroceder.
-No.- Explicó cortante; no muy convencido en su interior.
Ella puso los ojos en blanco y siguió con su camino hacia la habitación de Violeta; habían pasado ya algunas horas, y aun no despertaba. No estaba preocupada por su salud, sabía que solo necesitaba recuperar energía; pero no le agradaba que el ángel y el demonio estuviesen cual centinelas a su lado. Después de todo, por buena o mala suerte, ese era su trabajo como primer pilar... y ahora único.
-No estabas seguro de que funcionaría ¿Cierto?-. Daniel interrumpió la mirada asesina de Luc a la súcubo.
-El sueño de Morfeo es un antídoto contra el veneno de demonios menores, o un muy, muy, muy fuerte sedante. Supuse que podía utilizarse igual para apaciguar los coros...-. Explicó señalando al cielo-. Ya sabes, como antídoto pero contra ángeles.
-O de igual forma dejaría de ver y escuchar por quedar en estado de coma un tiempo...-. Repuso Daniel poniéndose de pie, para ir a enjuagar la herida en el fregadero de la cocina. Todo daba vueltas a su alrededor, y siendo honesto, podía incluso pedir que alguien le cortara la cabeza, de no ser por lo mal que se sentía respecto a lo que le ocurrió a su amigo. El dolor era algo difícil de aguantar.
-Si algo te pasara por mi culpa, tu hermana seguramente me asesinaría... por la eternidad... pff... para siempre...-. Comentó haciendo señas dramáticas, tratando de desviar el punto de la conversación. ¿Qué pasaría si descubrieran que no era el veneno que dijo con lo que cortó al Profeta? Y él sí que podía averiguarlo. -Y mi vida es demasiado valiosa para perderse...además...
-Ya sé. Quieres ser uno de sus pilares.- Seguía sin entender muy bien que rayos significaba todo eso, y seguramente le costaría mucho más tiempo; pero Daniel intentaba disimular lo perdido que se encontraba, en especial porque no quería parecer una ovejita desprotegida entre un montón de bestias. Él también tenía que ser un monstruo para que no lo devoraran.