El resto del fin de semana pasó sin mayores complicaciones. Violeta seguía en su terca y fingida postura de que todo estaba bien, o al menos tan bien como se pudiera estar; luego de despertar de una larga y tranquila noche de descanso gracias a los poderes de David, se reunió con Daniel y entre los dos prepararon la comida, y comentaron ciertos detalles como el que Luc estuviera cerca de Susan. Pero ambos evitaron deliberadamente profundizar en temas dolorosos, o discutir que harían de ahora en adelante; las cosas no pintaban fáciles.
Por su parte, el mayor de los hermanos prefirió ignorar a consciencia el extraño encuentro que había tenido; o mejor dicho, el no encuentro, pues fue un roce casual con una hermosa joven que pasó a su lado. Aun así, la imagen no se apartaba de su cabeza, y tenía el presentimiento de que podrían encontrarse de nuevo.
En cuanto a la detective LeBlanc, solo se reportó con ellos mediante otro mensaje dirigido a Daniel. Tenía tantas cosas que resolver en su trabajo y en su cabeza, que Luc quedó en segundo plano, y ni siquiera se molestó al notar que el joven se convirtió en su sombra; hasta cierto punto, le resultaba un alivio no estar sola después de enfrentar la realidad del mundo donde vivía. Y lo mismo se aplicaba en el semidemonio; tenía la certeza de que estando a un lado de Susan, ningún niño con mirada angelical le sorprendería, y Damon retrasaría el interrogatorio al que tarde o temprano iba a someterlo.
No fue hasta el lunes por la tarde cuando estos cuatro se toparon de nuevo. La detective supuso que las cosas se podían poner pesadas para Daniel, después de que ella misma fuera por él a la universidad para llevaron a interrogar; por lo que pensó sería una buena idea ir a aclarar las cosas con el director, y dejar en claro que solo había pasado esto pues estaban en medio de una investigación; además de que de forma personal, ella podía asegurarle que él no tenía nada que ver con esos extraños casos. Afortunadamente el director acepto sus palabras como verdaderas, y Susan aprovechó de su predisposición para contribuir con la justicia, incitándole a realizar pláticas con los estudiantes referentes al suicidio; lo que le daría oportunidad de pasearse más seguido por el lugar...
De esa forma, los días siguieron corriendo sin alteración alguna; aunque Damon y David sospechaban que un pequeño período de tranquilidad podía surgir, ya que lo mismo había ocurrido luego de su primer enfrentamiento en el museo. Seguramente Leo estaría viendo de qué manera actuar ahora que Violeta y Daniel habían liberado sus poderes.
Ambos habían hablado sin muchos ánimos al respecto, no les agradaba la idea de hacer equipo, pero las circunstancias los obligaban a ello. Sin embargo, eso no significaba que compartieran toda la información que acumulaban.
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Damon estaba acostado de espaldas sobre el techo de uno de los edificios de la universidad, y miraba con su catalejo hacia el cielo, tratando de encontrar estrellas por entre las grises nubes. Violeta acababa de salir de la biblioteca, dónde había tenido la última clase, y seguramente pronto se iría a su casa.
Últimamente solo se paseaba por la escuela sin atender las clases, y vigilaba desde las sombras a la exorcista; de alguna forma, sentía que había regresado al comienzo de este lío, cuando se mantenía oculto para ver si podía descubrir que tramaba Leo. No estaba feliz al respecto, pero como estaba de cacería, necesitaba seguir las reglas; quería dar con aquel que lo estaba siguiendo; porque aunque no hubiese un solo rastro que probara su teoría de persecución, podía jurar sobre su nombre que así era.
Además, había otra cosa que le hacía mantenerse alejado, y que le ponía de pésimo humor; ya que siendo honesto consigo mismo, era la causa principal para que actuara de esa forma. Violeta lo veía diferente. Era ridículo. Pero algo en el comportamiento que tenía ella hacia él había cambiado por completo.
Como le hablaba, como retrocedía ante su presencia, la manera en que su pulso se aceleraba al tenerlo cerca, como evitaba fijar su mirada en él; cosas que nunca antes hizo. Le tenía miedo. Algo que no ocurrió ni siquiera cuando la apuñalo en el pecho. Y eso lo frustraba, pues él disfrutaba con el temor que causaba, pero no esta vez... no con ella...
Ante esto, la única explicación que tenía cabida en dicho cambio, era la que menos le gustaba. Violeta ahora conocía su verdadero nombre. Ese depravado aliento con el cual el mundo lo identificaba, y por el cual sus legiones creaban destrucción; esa palabra que revelaba su esencia, dejando al descubierto toda su historia; el mismo que lo había marcado al caer. Su nombre. Porque Gabriel lo sabía, y antes de morir se convirtió en el segundo pilar de la joven, lo cual dejaba como posibilidad que se lo hubiese revelado.
De pronto, un trueno quebró la quietud del cielo, y una maldición salió de los labios del demonio por el anunció de la naturaleza. Últimamente había estado lloviendo a diario, y lo odiaba. Damon se puso de pie listo para marcharse, cuando un ligero cambio en el ambiente captó su atención.
El viento que antes no tomaba en cuenta se volvió cálido a su tacto, cómo si la más fina de las sedas intentara envolverlo; el olor normal, se transformó en una fragancia delicada que inundaba cada espacio a su alrededor; y el mismo cielo pareció descender sobre él, trayendo paz y quietud.