Alma Vendida

CAPÍTULO VII

Las llantas patinaron sobre el pavimento por el cambio en la velocidad; apenas había cambiado el semáforo, cuando Daniel presionó con furia su pie sobre el acelerador. Aunque estaba haciendo un trabajo increíble al mantenerse relativamente "tranquilo" notaba como su corazón le llevaba la contra al latir cada vez más rápido.

Cuando recién salieron de la universidad, no tenía idea de dónde podían comenzar a buscar, y le resultó difícil darse cuenta que su primer pensamiento había estado dirigido a Gabriel, para encontrar ayuda. Desafortunadamente no era el momento de lamentarse y sumergirse en pensamientos dolorosos; especialmente ahora que su hermana había aparecido.

Iban camino a buscarla, mientras seguían tratando de comunicarse con Luc, cuando Mirza fue capaz de percibir su entrada al plano mortal. Además, ella no solo estaba de regreso, sino que aunque parecía estar en medio de un caótico torbellino de emociones, podía asegurar que se encontraba sana y salva.

Pero esto no era suficiente para Daniel, él necesitaba comprobarlo por si mismo; y si en el camino rompía algunas reglas de tráfico, pues ya más tarde pagaría por ello.

El jeep se detuvo bruscamente frente a la casa, y el profeta se bajó casi de un brinco para llegar en tiempo récord a la puerta de entrada; sus dedos tuvieron un trabajo difícil al insertar la llave, pues la ansiedad los volvió torpes, pero finalmente logró entrar. Y la imagen que encontró, no era la que esperaba.

Sentada en el suelo a mitad de la sala y atrapada entre los brazos de Damon, Violeta estaba llorando como no lo había hecho desde que era una niña. Su llanto era desconsolado, y las lágrimas no paraban de caer por sus mejillas; mientras que sus manos se sujetaban con fuerza a la espalda del demonio, como si estuviese temerosa de que en algún momento él pudiera evaporarse en el aire. Cosa que Daniel estuvo seguro no pasaría, especialmente tomando en cuenta la forma en que trataba de calmarla acariciando dulcemente su cabello.

Molesto, confundido, agradecido, celoso... no era sencillo elegir una, así que se quedaría con todas, mientras obtenía una explicación decente y lo suficientemente buena para aclarar lo que veía.

-¿Vi?

Apenas y pronunció su nombre, los sollozos se detuvieron. Ella se tensiono de pies a cabeza, y levantó la vista hacia él totalmente confundida; había escuchado cuando Damon le dijo que pensara en casa, pero no se había dado cuenta en que momento fue que regresaron, menos aún que su hermano estuviera cerca.

-¿Daniel? Qué...

Las letras salieron temerosas de sus labios, pero el demonio no la dejó terminar de hablar. Él tampoco se había dado cuenta que tenían compañía, y le molesto haber estado tan distraído, que permitió los encontraran de esa forma; aun así, no podía regresar el tiempo, así que se puso de pie y se giró para encontrar al profeta.

Sus ojos destellaron por un instante en dorado, pero volvieron a ser azul eléctrico cuando se clavaron en Daniel. En otra época, no habría dudado en extinguir su vida y desterrar su alma al infierno, pues no podía si quiera contemplar la idea de compartir lo que le pertenecía; sin embargo, en ese momento se sintió tranquilo al encontrarlo.

Con una mueca burlona en el rostro, y haciendo una reverencia ridícula, Damon le indicó que avanzara hacia su hermana; Daniel lo observó a consciencia, y se reservó el comentario que bailaba en la punta de su lengua, para cuando pudiera decirlo en privado. Podía intentar engañar a todos con su actitud, pero sus intenciones eran claras segundos atrás.

-¿Estás bien?-. Preguntó apartando la mirada del demonio, y fijándola en su hermana. Era claro que no, pero no supo que más decir

Ella apretó los labios y respiró profundamente para controlar sus espasmos; mientras que con una mano temblorosa apartaba las lágrimas de sus mejillas. Era un hábito fuerte contra el que tendría que luchar, y deshacerse de todo en una noche era imposible.

-Si...-. Respondió en un susurro, preparándose para mostrar una fortaleza que no sentía; cuando una risilla la detuvo.

-Ohhh... Es así. Entonces...-. Los ojos del demonio regresaron al dorado, y una mueca cínica le curvo los labios. Un gesto simple y común, incluso humano; sin embargo, una vez más su apariencia dejaba al descubierto el monstruo que se ocultaba en tan perfecta belleza, provocando que hasta Mirza quien presenciaba la escena en un tercer plano, retrocediera temerosa ante el aura demoníaca que quedó flotando sobre el viento. -¿Deberíamos volver?-. Preguntó inclinándose frente a ella, tentándola con una caricia en la barbilla para atrapar totalmente su atención.

El miedo palpito a través de su sistema, y las ganas de contener sus emociones se evaporaron por el calor que ocasionó el roce de Damon. Las lágrimas se desbordaron por sus mejillas, y Violeta escuchó su propio llanto en la lejanía, al tiempo que sus recuerdos y los que Gabriel le diera se mezclaban dolorosamente en su interior; si aguantar sus propias penas era una carga, lidiar con el pasado de su amigo volvía todo el doble de insoportable.

Así, abrumada por los sentimientos propios y compartidos en memorias, se dejó guiar por el brillo dorado frente a ella, y liberó una vez más sus emociones.




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