Desde lo alto de uno de los edificios de la universidad, la hermosa joven observaba con sonrisa divertida la revuelta que había en las canchas. Estaba peligrosamente hincada en la esquina, pero ni el viento ni el agua que la tormenta dejaba caer sobre la tierra, parecían angustiarle; de hecho, resultaban perfectos para cubrirle el rastro. Según las propias palabras de La Emperatriz, el demonio de ojos dorados odiaba la lluvia, por lo tanto, era poco probable que se apareciera esa mañana.
Sin embargo, aún quedaba el ángel.
Parado como escudo ante la exorcista, dispuesto a todo para protegerla de un grupo de muchachos que se hacían los valientes... que encantador... que ingenuo... aunque ahora no era el momento de enfocarse en él.
Ella cambió la dirección de su mirada de David a Daniel, y su entrecejo se frunció mientras su sonrisa se desvanecía. Verlo sentado perdido en su mundo, le provocó una reacción de fastidió. Tenía unas habilidades sorprendentes, pero estaba tan centrado en la vida de Violeta, que no era capaz de prestar atención a lo que él significaba. Patético.
Pero todo eso estaba a punto de cambiar, y era justo ella quien se iba a encargar de regresarlo al camino. Entonces de nuevo la sonrisa bailo en sus labios, pues no pensaba dejarle las cosas fáciles.
Con este pensamiento en mente, y al ver en la distancia que el brillo celestial en los ojos del Profeta por fin se encendía, ella se puso de pie y comenzó a caminar con gracia sobre la cornisa; eso le daría a Daniel un par de minutos para encontrarla.
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En la distancia, al otro extremo de la ciudad, las alas del demonio detuvieron su movimiento, y él quedó flotando sobre el aire. Su boca se volvió una delgada línea, y sin el menor de los ánimos de hacer su siguiente movimiento, levantó la cabeza hacia el cielo.
Las enormes nubes y la presión en el aire, delataban que no faltaba mucho para que empezara a llover, y la brisa ya era suficiente para aumentar su mal humor...
Damon apretó con fuerza la guadaña entre sus manos, y respiró profundamente tratando de evitar soltar un alarido de furia. El juego de perseguir o ser perseguido ya le había colmado la inexistente paciencia.
Un par de horas atrás, un incidente lo había hecho aparecer cerca de un centro comercial, cuando una joven de la edad de Violeta se había lanzado sin más contra un autobús. El hombre que conducía no pudo hacer nada para evitar el impacto, y para cuando Luc logró localizarlo, de la pobre chica solo quedaban partes en el pavimento. Si se parecía o no a la exorcista, lo averiguarían más tarde por medio de fotos.
Susan había sido a la detective que llamaron para que se hiciera cargo, ya que para los desafortunados que presenciaron los hechos, no había un gramo de duda de que aquello había sido un suicidio.
Lo extraño de la situación, es que según los reportes la última persona con la que hablara la ahora muerta, fue con el dueño de una florería en la cual compró un enorme ramo de rosas rojas. El propietario les contó a los oficiales, que cuando la joven fue a su tienda, parecía brillar de felicidad pues le explicó que por fin había encontrado el amor de su vida.
En resumen, no parecía alguien que estuviera planeando su muerte...
Sin embargo, pese a que todo esto podía ser importante, quedó en segundo plano cuando al llegar Damon, el olor a cielo inundaba el ambiente. Ese mismo rastro sutil que lo había estado acosando últimamente, y que por más que buscaba, no terminaba de dar con su entrometido dueño.
Al final le ordenó a Luc que siguiera siendo la sombra de LeBlanc, que averiguara todo lo que podía del reciente suicidio, y él se marchó para seguir la pista de su estresante acosador. Cosa nada sencilla, ya que el muy creativo tuvo la brillante idea de no solo suprimir sus poderes, sino que encima selló su nombre...
Aunque tampoco era algo tan extraño, ya que no sería la primera vez que lo hacía para entrometerse en su camino; solo que esta vez Damon no estaba dispuesto a dejarse vencer tan fácil como lo hiciera antes. Y como tampoco tenía mucho tiempo que perder, decidió lanzar un ultimátum...
-Te doy hasta esta noche para que te presentes ante mí...-. Espetó con voz normal; estaba seguro que lo escuchaba. -O atente a las consecuencias...-. Terminó con una sonrisa, para luego perderse entre sus llamas.
El ángel hizo un gesto que no pasó de un puchero infantil por su apariencia, y con un movimiento de hombros, las alas quedaron de nuevo visibles sobre su espalda. Se había mantenido oculto en el techo de un edificio, mientras observaba divertido a su viejo conocido volverse loco buscándolo.
-Pff no aguanta nada; pero cuando es él el que se esconde, todo está perfecto...-. Comentó el niño mirando hacia el lugar en el cual el demonio había estado.
Sabía perfectamente que Damon no jugaba cuando le hizo la amenaza, y estaba seguro que era capaz de destruir una ciudad para hacerlo manifestarse; pero no pasaría, pues en sus planes ya estaba incluido mostrarse. Le hubiera gustado esperar un poco, pero como según sus reportes el infierno ya había hecho su movimiento, quería ver que nada se saliera de su lugar...