Entendiendo la mitad de lo que decía, imaginándose más o menos lo que la otra parte suponía, y tratando de parecer lo más seria posible al respecto, como si fuese todo un erudito en la materia, Violeta asentía ante Luc cuando lo creía prudente. Ella ya sospechaba que el maldito era un genio, pero ahora que lo escuchaba, no le quedó la menor duda.
Lo que si no terminaba de entender de nada, por más que fuese un hecho factible, era por qué Gabriel confiaba tanto en Susan; o al menos, tanto como para incluso dejarla protegida, y de una forma desafortunadamente curiosa, al parecer, unida a ella.
Y eso no era lo peor, lo que venía a fastidiarla todavía más, era que incluso en medio del pandemónium de su cerebro, entre su vida y la de su amigo, dónde poco o nada podía distinguir... los sentimientos eran algo que no podía controlar; y si de por sí ya era raro sentirse cómoda con una vampiresa que apenas había visto un par de veces, no encontraba una palabra que definiera su reciente preocupación hacia LeBlanc. Era como una traición hacia sí misma. Horrible y confuso.
Sea cual fuera el caso, Violeta estaba feliz de haber escuchado la voz de Gabriel; pues sin importar cuanto alegaran los demás respecto a que estaba muerto, si él podía comunicarse con ella, quizás podría encontrar la forma de traerlo de vuelta. No esperaba que fuese sencillo, pero eso no la desanimaba; además, reforzaba su reciente idea de poner en un lugar más resguardado sus cenizas.
-Entonces...-. Luc la miraba con brillo ansioso en los ojos, lo cual le daba un inusual toque de vida a su siempre lúgubre rostro. -¿Estas segura? Te recuerdo que tiene que ser completamente voluntario, o al menos eso es lo que escuché...-. Su apariencia de chico gótico no combinaba con su creciente alegría; pero si le daba puntos extra al no sé que que lo hacía lucir apuesto. La exorcista sospechaba que su belleza provenía de su parte humana, o al menos eso quería creer...
Ella levantó una ceja de forma acusatoria, para después dar un enorme suspiro agregando dramatismo a la ya de por sí, escena teatral. De pronto se sintió como una versión moderna de Fausto.
-¿Tú estás seguro?
******************************************
David levantó la vista, y sonrío amablemente hacia el grupo de estudiantes que entró al salón. Tenía tantas cosas en que pensar, investigar, hacer, solucionar... y allí estaba, sentado frente a un puñado de humanos que no tenían ni idea de lo que su "Profesor" podía hacer en realidad; pero no podía evitarlo, quería verla y su fachada era la mejor opción. A estas alturas, ya quedaba más en bendición.
Además, tampoco podía decir que aquello fuese una pérdida de tiempo; pues por raro que pareciera, como pocas veces había sucedido desde su llegada al plano mortal, esa mañana había resultado de lo más fructífera.
Gracias a los archivos que le había proporcionado Susan, David había encontrado un patrón preocupante dentro de los suicidios en los cuales querían inculpar a Daniel. Si, todas tenían un tremendo parecido físico con Violeta; no, casi ninguna de ellas podía relacionarse directamente con el profeta, salvo por la única que afortunadamente no coincidía con la igualdad de facciones; y lo más importante, todas se habían suicidado por amor.
Como resultado, la conclusión de que Leo estaba involucrado era un 99.9% seguro; lo cual habría nuevos horizontes en su búsqueda por la verdad. Aun así necesitaba tener cuidado, en asuntos sobrenaturales, un pequeño 1% podía cambiar por completo la historia.
Estaba meditando seriamente sobre eso, cuando su tiempo se detuvo. Violeta entró en el salón, reduciendo las fronteras de sus pensamientos a uno. Ella.
Por más que el ángel supiera que Violeta Cábala era una exorcista original, y que gracias a su antepasado el Rey Salomón, cada pequeña partícula de su cuerpo, mente y alma, la hiciera irresistible para los seres como él; no podía evitar pensar (o mejor dicho, no quería) que en realidad se trataba de otra cosa.
De acuerdo, lo admitía, su mundo se tambaleaba con solo verla, un tentador abismo se mostraba ante sus ojos, mientras que sus alas, aquellas que bien podían llevarlo a sobrevolar ese hueco, lo único que hacían era pesarle tanto que solo quería deshacerse de ellas. Esa idea no pintaba bien en un ser celestial; ya que en base a la experiencia, la caída que quería enfrentar, no tenía un buen final aguardando.
Sin embargo, también había logrado contenerse todo este tiempo. Claro, sabía que no le darían una medalla al mérito por ello, ni mucho menos, que ese supuesto acto casi heroico de contención, fuese en sí valioso; pero desde que descubriera la verdad aquella noche en el cementerio, le había dado tantas vueltas a lo mismo, que estaba convencido de que lo suyo iba mucho más allá de los poderes de Violeta. Tan simple y real, como que la primera vez que se topara con ella, despertara dentro de él una emoción imposible para los ángeles. Enojo. No, eso seguro no iba incluido en el paquete ríndanse ante los exorcistas originales.