Alma Vendida

CAPÍTULO XIV

La hermosa ángel miró sobre su hombro como Damon se marchaba tras su amigo, y al instante un gesto preocupado oscureció sus delicadas facciones. Si, ella fue quien le recomendó que se presentara ante él, pues el alboroto que estaba causando en la tierra era demasiado; pero ahora que les veía juntos, después de tanto tiempo, pero sobre todo, de la historia que compartían, empezó a pensar que tal vez debieron haber buscado otra forma de arreglar este desastre.

Sin embargo, ya era demasiado tarde para cambiar de parecer; por lo tanto, lo más que podía hacer para amortiguar el impacto de tal reunión, era cumplir con el favor que le solicitará antes de bajar. Razón por la cual se encontraba en esos momentos cerrándole el paso a David. Por supuesto, decirlo era mucho más sencillo que hacerlo.

Incluso si el sello que escondía su nombre, no era tan poderoso como el que ocultaba del pequeño ángel, lo cierto es que de simple vista, nadie podría saber de quién se trataba; a final de cuentas, ese era el propósito de esconder su identidad: esconderla. Irónicamente, en esta situación resultaba totalmente perjudicial para sus intereses, sin contar que no estaba interesada en empezar una pelea.

Contrario a David, quien parecía bastante decidido a hacer lo necesario para quitarla de en medio.

La ferocidad en su mirada, hacía que se sintiera como si el cielo estuviera por estrellarse contra ella; cada gesto, la postura, su respiración, incluso el calor que desprendía su cuerpo, indicaban que estaba listo para la batalla. Atrás había quedado la duda, y una sola idea ocupaba el interior de su mente, poniendo en alerta cada molécula que lo conformaba: Mantener a Violeta a salvo.

Tal y como le había dicho, nadie sería enviado para ayudarlos en su misión, por lo tanto, que de la nada dos ángeles aparecieran, y peor aún, que uno supiera la verdadera identidad de Damon, no podía ser una buena señal. Sin importar cuánto deseará saber el nombre real del demonio, de momento preferiría que nadie lo regresara al infierno, pues sin saber quién era, sería un tanto complicado invocarlo de regreso por muy poderoso que fuera.

-No somos aliados de Leo...

La voz diplomática de la bella ángel, logró sacar a David de sus cavilaciones, pero no relajar ni uno solo de sus músculos. Su mirada pasó a través de ella, tratando de averiguar qué tan lejos estaba ya Damon, pero al darse cuenta que los había perdido, su ceño se frunció con una mueca de desagrado.

-Sí, seguro el aviso de su llegada se perdió en el viento...-. Alegó como respuesta sorprendiéndola, pero sobretodo, sorprendiéndose a sí mismo. El sarcasmo no perfilaba entre las virtudes de un ángel...

Ella encaró una ceja de forma inquisitiva. Desde que bajara al plano mortal, había podido observar unas cuantas veces el desarrollo de su misión como favor especial, así que aunque había notado los cambios que empezaba a sufrir su personalidad, se le hizo un tanto interesante verlos de frente.

-O tal vez  ya no escuchas como antes...

La réplica fue como un golpe al hígado, que le cortó el aliento. Al instante una extraña mezcla de dudas, miedo y furia comenzaron a formar un nudo en el estómago de David ¿Quién era realmente ella para decir eso con tanta seguridad? ¿Quién era que podía percibir su cambio?

Su arco y flecha no se hicieron esperar para aparecer.

El destello plateado fue la señal para la ángel de que la pelea había iniciado. No se percató en qué momento la flecha le fue lanzada, pero sus reflejos le permitieron moverse antes de sufrir el impacto. Ella apretó los dientes, molesta de que la restricción sobre sus poderes limitara también su capacidad para luchar, mientras que al menos diez círculos metálicos aparecían flotando cerca de su mano derecha.

David reconoció los chakram, y se preparó para mantener su defensa en alto. Las peleas a distancia eran su especialidad, pero no por eso se volvía confiado; además, quería terminar esto cuanto antes, y de ser posible, obtener información sobre su hermano. Un ataque tan cerca de casa de los Cábala, no tenía pinta de ser improvisado.

La ángel centró su atención en el objetivo, y calculó sus tiros. El asunto iba en serio, porque él estaba dispuesto a todo; pero no podía atacar de igual forma, pues su rango la dejaba con cierta ventaja, por lo que no quería arriesgarse a lastimarlo; aun así, esperar a resolver esto de forma pacífica ya había quedado fuera de las opciones.

Pero antes de que pudiera terminar de analizar la situación, tres flechas captan su atención al frente. Ella tomó con su mano derecha el primer chakram, después, con un giro elegante y preciso, tomó con la izquierda una segunda, para luego lanzarlas en el mismo orden.

El choque de las armas resonó en el cielo, mientras varias chispas saltaban por el contacto entre ambos metales. La tercera flecha sin embargo, logró rasgarle la ropa a un lado de las costillas.

Con un resoplido poco digno de una dama, pero sí de alguien que empezaba a perder la paciencia, tomó otros dos círculos, y los lanzó para ganar tiempo. Empezaba a creer, que subestimarlo por la diferencia de rangos era un error; pero una idea más seria se coló en sus pensamientos: quizás el cambio que estaba sufriendo lo estaba afectando mucho más profundo de lo que creían.




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