Alma Vendida

CAPÍTULO XV

En medio del sueño y la realidad, en un punto donde la mente se concentra solo en aquello que es capaz de percibir, aislándose por completo de su propia consciencia; los ojos de Violeta se quedaron prendados en la figura que descansaba a su lado, inmóvil el irreal.

Damon estaba acostado boca abajo, mientras que sus alas desplegadas sobre su espalda caían sin cuidado en su extensión, estando una de estas cubriendo casi por completo el cuerpo de la exorcista. Era de ahí de donde irradiaba el calor. Sin embargo, ni siquiera las fantásticas plumas, tan negras como la noche que asemejaban un abismo, eran capaces de competir contra la majestuosidad del rostro del demonio. Sus facciones cinceladas, el oro líquido en sus ojos, su cabello dorado... resultaba un contraste perfecto entre luz y sombras.

Una deliciosa tentación, a la cual podía ser muy fácil sucumbir.

Además, el poco tiempo que había dejado de verlo, su mente se mantuvo en un estado de incertidumbre constante que hacía un extraño eco en su pecho. Era como si algo le faltara, y por más que se distrajera en otros asuntos, el vacío de su ausencia no se llenaba con nada. Así que tenerlo cerca en ese momento, suprimió finalmente la nostalgia.

Pero la realidad le llegó de golpe y sin contemplaciones, cuando recuerdos de un pasado que no era suyo, asaltaron sus memorias despertando por completo su sistema nervioso. No importaba cuan hermoso era, la seguridad que su presencia le infundía, o la amabilidad de su toque; su verdadera naturaleza era consumir lo que estaba a su paso, y en ese momento, era ella quien se reflejaba en su mirada.

Al instante el miedo le inundó el cuerpo, corriendo a la par que la sangre entre sus venas. Cada poro de su piel gritaba por liberarse, mientras que cada molécula que la conformaba, peleaba una batalla por no delatar sus sentimientos más profundos. Sí, ya había aprendido la lección respecto a que tan malo era ocultar las cosas, pero esto estaba completamente fuera de discusión.

-¡Quítate de encima!-. Gritó desesperada, removiéndose. Quería alejarse, pero el peso no ayudaba a sus adormilados músculos.

Por su parte, apretando la mandíbula, como si lo que le hubiese dicho fuese la peor palabra jamás escrita por la humanidad, Damon hizo desaparecer sus alas al tiempo que sus ojos se volvían azules; pero aunque su apariencia se hizo más humana, el aura demoníaca que liberó fue peor incluso que con su anterior forma.

Hacía un par de horas desde que se metiera en la cama de la exorcista; ella no se dio cuenta, dejando en claro que el apodo dado por Daniel, era perfecto. Durante ese tiempo, no hubo un solo instante en que no se repitiera que debía alejarse, o mínimo, levantarse y esperar a que ella despertara desde el sillón; pero no pudo hacerlo.

Ya había pagado esa cuota al mantener su distancia el día anterior.

Asimismo, luego de encontrarse con su viejo conocido, las dudas que hasta hacía poco no eran más que susurros en su interior, se volvieron gritos insoportables. ¿Qué estaba haciendo allí tan manso como un cordero? Sí, la ironía era divertida; ¿Por qué no simplemente se la llevaba al infierno? Podía ocultarla hasta dar con el paradero de Leo; peor aun ¿Quería repetir la historia? Claro que por supuesto que desde luego que NO, el problema era que obviamente no tenía mucho control en ese detalle, especialmente estando acostado a un lado de Violeta.

Lo mejor, es que podía culpar a los poderes de la exorcista... aunque tuviera muy presente que eso nada tenía que ver con su comportamiento.

Sin embargo, no todo giraba en torno a lo que él hacía o dejaba de hacer; de cierta manera también estaba involucrada ella (no sus poderes, solo ella). De un tiempo a la fecha, para ser más exactos tras la muerte del nefilim, su actitud cambió considerablemente, lo cual hacía que le surgieran otras dudas interesantes, aparte de las existenciales que ya le fastidiaban; por ejemplo, ¿Qué tipo de trato hizo con Gabriel al hacerlo su pilar?, y mejor aún ¿Qué tanto le dijo antes de ser asesinado?

Le gustara o no, lo cierto es que no podía borrar que él llegó a descubrir su verdadero nombre; y justo ahora, en ese momento mientras Violeta intentaba alejarse de su lado como si tuviese algún tipo de enfermedad contagiosa, y pánico creciente en su mirada (tal como venía haciéndolo últimamente), no solo lo ponía de muy mal humor, sino que también le hacía pensar que ella probablemente conocía su identidad.

-¿Así me recibes?-. Preguntó entre dientes, tratando de retomar el control y suprimir su esencia. Estaba molesto, pero sobretodo se sentía acorralado en su propia piel; esa que tenía un pasado imborrable, y que ahora parecía estar cazándolo...

Con el corazón agitado y la respiración entre cortada a causa del esfuerzo, Violeta se levantó del suelo donde había caído al girar para salir de la cama. Sus ojos se movieron desesperados por la habitación, tratando de ubicarse por completo, pero terminaron de nuevo sobre el demonio como si su fuerza de atracción superara incluso la gravedad.

Si estaba allí, no era una ilusión...

-¿Dónde habías estado?-. Soltó curiosa y precavida. "¿Porqué me dejaste sola?" De inmediato sacudió esa pregunta de su pensamiento...




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