Alma Vendida

CAPÍTULO XX

Completamente concentrada en las pistas que hasta ahora había logrado reunir, Susan estaba prácticamente encima de su escritorio, queriendo meterse en los papeles que tenía sobre este para entenderlos; pero por más vueltas que les daba, no encontraba nada que le indicara el peligro que según David, rondaba a la dichosa maestra de preescolar.

Había puesto a dos de sus hombres a seguirla las 24 horas del día; y aunque no fue nada sencillo lograrlo sin que su nuevo jefe de caso, Eric Morgan, se enterara, al final lo consiguió gracias a Luc. Si, no era lo más honesto dejar que un semidemonio navegara a su gusto entre las redes de la policía (mucho menos prudente), pero a situaciones extremas, medidas desesperadas... Además, ahora estaba completamente de su lado ¿No?

Las fotografías le daban una idea general de lo que era la vida de su objetivo; pero hasta el momento, salvo por el enorme parecido que tenía con Violeta, no encontraba nada que pudiese indicarles que algo andaba mal. El problema es que no podían basar toda su investigación en ese único rasgo, debía haber algo que las hiciera atractivas para el homicida, algo que las volviera un blanco más fácil que cualquier otra ¿Pero qué?

Así, desesperada y con más dudas que las que tenía al comienzo, Susan soltó un bufido para no maldecir en voz alta.

-Buenas tardes detective LeBlanc...

Eric Morgan se detuvo en la puerta que daba acceso a su intento de oficina; ella se tragó de nuevo sus deseos por mostrar el vocabulario nada femenino que poseía, y levantó la cara intentando con todas sus fuerzas poner un gesto amable.

-Buenas tardes Detective Morgan...-. Espetó con voz neutral, haciendo cuentas respecto a las horas que tenía allí metida; hasta que sus ojos se centraron en el recién llegado, y una de sus cejas se alzo sin permiso en conducta socarrona, a causa de su atuendo.

El hombre iba con un traje gris plomo, que estaba segura, había sido confeccionado exclusivamente para él. Los zapatos negros que calzaba, como siempre brillaban por lo pulcros que estaban; y en contraste con su vestimenta, su cabello alborotado y la barba de máximo dos días en su mentón, le daban un aire rebelde que le sentaba de maravilla.

El sujeto era una maldita contradicción. Bien pudo haberse dedicado a ser modelo, que a ser policía; sin embargo, si admitía que la reputación que tenía por ser bueno en su trabajo, estaba bastante bien respaldada por sus habilidades.

-Una junta importante, no preste atención...-. Explicó al ver cómo le miraba. -¿Tiene algo de tiempo?

Un terrible impulso por empezar a recoger las fotos que tenía esparcidas en su escritorio, comenzó a picarle en las manos cuando lo vio hacer un amago por entrar. Afortunadamente logro mantener la calma, y hacerlo tan normal como si fuese algo totalmente ajeno a lo que era.

-Claro, puedo seguir con esto más tarde...-. Explicó metiendo la última copia en una carpeta

-Lamento interrumpir su trabajo...-. Una mueca divertida curvo sus labios hacia el lado derecho, al tiempo que se desabrochaba el saco para sentarse. No se le había pasado el intento que hacía ella por ocultar sus cosas. -Pero quisiera que trajera a Violeta y a Daniel Cábala a hablar conmigo...

En ese momento a Susan le temblaron las rodillas, por lo que para disimularlo, tomó asiento.

-Ya los hemos interrogado a los dos antes, pero si así lo quiere, puedo mandarles a un oficial para que se les avise que tienen que venir cuanto antes...-. Se enorgulleció de sí misma al escucharse relajada

Una sonrisa completa se adueño del rostro del detective, haciendo que unas encantadoras arrugas se dibujaran en la comisura de sus ojos. Él se inclinó hacia adelante, y apoyó las manos y codos sobre el escritorio, en un acto de intimidación perfectamente controlado.

Le encantaba jugar al gato y al ratón...

-Vamos Susan, no me subestimes y yo no lo haré contigo. Sé muy bien que tienes tratos con ese par...

El corazón de LeBlanc se detuvo de golpe al escuchar la afirmación; pero sobretodo, por el gesto desenfadado con el cual se lo decía, haciéndole saber que no podía siquiera negarlo. Aun así, se recompuso tan rápido que incluso se sorprendió.

Últimamente se enfrentaba a demonios, ángeles y hasta vampiros. Él no era rival para ella.

-Bien...-. Respondió recargándose cómodamente sobre el respaldo de su silla. -En ese caso, seré directa. No creo que Daniel Cábala sea el responsable de esas muertes...-. Explicó con mirada retadora

-¿Segura? Fuiste tú quien nos guió hasta él...-. Adiós al formalismo...

-Seguía mi instinto y la evidencia es clara, pero...

-Es demasiado clara...-. La interrumpió. -Y evidente...-. Terminó con un gracioso movimiento de cejas, mientras retrocedía para también recargarse en su asiento, dejando que tanto el espacio como el aire, circulara mejor entre ellos -Pero no lo suficiente para que se hubiese notado antes. ¿Cuál es su teoría?

-Creo que quién lo está haciendo, pensó que era buena idea dejar que Daniel terminara siendo culpado en su lugar...

-Aunque el parecido de la hermana, Violeta, con las suicidas, resulta bastante abrumador...-. Todavía lucía tranquilo, pero observaba a Susan como un halcón sobre su presa; no quería perderse un solo detalle




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