La sonrisa de la exorcista se ensanchó todavía más (si es que era posible) al notar la confusión en el rostro del sacerdote; y la adrenalina comenzó a inundar su sistema ante la expectativa. No podía entender lo que estaba ocurriendo. Nada. Pero de cierta forma ya esperaba encontrar algo sorprendente sobre él; a final de cuentas, su abuela era una bruja.
No obstante, pese a que acababa de atravesar lo que al parecer era una especie de barrera, no podía acelerarse e intentar nada; por lo tanto, su siguiente movimiento sería todo estrategia. Y estaba terriblemente emocionada, ya que sería el primer paso de muchos.
-Sin embargo...-. Continuó hablando, ya que dedujo que el sacerdote no podría hacerlo en un buen rato. -Nosotras nos tenemos que ir...
-¡¿Qué?!-. La voz de Mirza salió más aguda de lo que era. Estaban adentro, y ella pretendía marcharse ¿Estaba loca?
-No somos bienvenidas...-. Violeta giró sobre su hombro y levantó la vista para poder encontrar la del súcubo. Todavía la llevaba agarrada del brazo, así que al notar su intento por liberarse, la apretó con más fuerza. -Bueno, en realidad tu no eres bienvenida aquí...-. Luego volvió a enfocarse en él, solo que ya no había diversión en su mirada. -Y ya hemos pasado el examen ¿No?
Le tomó otro par de segundos retomar el control de sus pensamientos, pero el Padre Joel se sacudió la sorpresa pues tal como ella decía, era algo que estaba planeado. Aunque francamente, no era el hecho de que hubiesen atravesado su barrera lo que le tenía así, sino la actitud de la joven; que se hubiese dado cuenta de la trampa era una cosa, pero que se lo dijera tan abiertamente... eso no estaba seguro de cómo tomarlo.
-De alguna forma, si...-. Respondió inseguro, mirando a su alrededor. Había personas dentro de la iglesia, empezar una pelea no era exactamente un resultado ideal en ese momento... fue un tonto al subestimarla; un error que si sobrevivía, no cometería de nuevo.
-Bien...-. Asintió con deje de supremacía. -Como dije, nos vamos; pero este al pendiente Padre, ahora será su turno de pasar nuestra prueba...-. Un brillo nada usual en humanos destelló en sus iris, acentuando la actitud que había adoptado. Ella miró a su alrededor, notando a las personas que ni siquiera reparaban en ellos. -Pero será en un lugar donde no le falte el respeto a nadie...
-Tu consideración a su persona es una pérdida de tiempo...-. La sonrisa del súcubo, tan hermosa como letal, hizo que se helara la sangre del hombre; pese a que normalmente ejercía el efecto contrario, calentándola.
-Daniel siempre ha sido terrible en cuanto a buenas costumbres...-. Respondió Violeta poniendo los ojos en blanco. Cuando decía que su hermano era un caballero, lo hacía de forma literal, completa, y hasta exagerada. -El verdadero dueño de este lugar, se merece mi respeto. En cuanto a decirle de frente que este prevenido, es una consideración a la amistad que tuve con Margo; dele las gracias por ello...
El rostro de la exorcista se había vuelto sombrío. Jamás olvidaría lo que esa mujer había hecho por ella; la ayuda que le brindó, y su repentina muerte, estaban entrelazadas en los recuerdos de Violeta de modo inquebrantable, al igual que la amabilidad de su hija y madre del hombre frente a sus ojos.
Por lo tanto, atacarlo a traición no era una opción; sin embargo, había algo más. Le intrigaba de sobremanera como para darse el lujo de perderle tan pronto; podía sonar como egoísmo infantil, pero era así de cierto.
Mirza le dio un vistazo general al lugar y se encogió de hombros. Gárgolas o no en la fachada, ciertamente no era bienvenida, aunque resultaba muy divertido perturbar las creencias de otros; pero era la exorcista quien de momento tomaba las decisiones, así que se dejo guiar de vuelta sobre sus pasos al exterior.
-¿Estás segura?-. Preguntó una vez que estuvieron fuera, y que su brazo quedara en libertad. -Me parece, que ha sido él quien entró a tu casa...-. No podía asegurarlo, pero...
Pero Violeta estaba sumida en sus pensamientos de una manera que la hacía lucir graciosa. Ceño fruncido, mano en la barbilla, mirada al suelo, labios torcidos, postura tensa, dientes rechinando... era tan fácil de romper, lo que provocaba que se preocupara de su seguridad.
Le gustara o no, el vínculo que las unía la hacía más fuerte, pero no estaba segura de que la chica pudiera manejar el poder que poseía; lo que recientemente estaba haciendo que se tambalearan sus lealtades. Esto apenas estaba empezando, y si no era capaz de cortar de tajo el camino de sus enemigos, podría poner en riesgo su existencia; por lo tanto, su duda era justificable.
-A mi también...-. Le respondió sin cambiar de posición. -Por eso, lo que acaba de pasar no tiene ningún sentido, ya que en ese caso, estoy segura que sus barreras serían mucho más poderosa. Se coló en el interior de mi casa bajo la nariz de un demonio, un ángel y la primer vampiro de la historia; que yo pudiera romper tan fácilmente el escudo o lo que sea, no tiene lógica-. Habló como si estuviera pensando en voz alta, no como si se lo estuviera diciendo al demonio. -Como dije, fue solo un examen ¿Pero para qué? No era simple curiosidad de lo que su abuela le contaba sobre mi... en todo caso, en ese tiempo no teníamos idea de que era descendiente de Salomón... Claro, yo tampoco sabía que su nieto era capaz de eso, ni de que era sacerdote ¿Tal vez Margo hacia más cosas de las que pude percibir? Seguro, de lo contrario no sería posible que...