Tras reunirse con el resto de sus amigos, Violeta se detuvo frente a su hermano, y lo miró, lo miró y lo miró.
En primera instancia, sus pobres neuronas no pudieron tomar una decisión respecto a que reacción debía ser la más adecuada para su disfraz. Podía ser lógico que la respuesta adecuada era reírse, ya que el atuendo estaba diseñado específicamente para causar gracia; sin embargo, debido a la naturaleza de dicho vestuario, tuvo que tomarse unos momentos para analizar la ironía de la situación, y sobre todo, si él estaba o no al tanto de lo trascendental en su elección.
Quizás no era la especie correcta, pero definitivamente era el animal adecuado... ¿Era probable que los serafines le dijeran de que vestirse? Eso sería un punto para ellos.
Finalmente y sin poder aguantarse más, tuvo que soltar una carcajada; ya que supiera o no la aberración del demonio por las palomas, que Daniel llevara una especie de mameluco de los angry birds, cuyo gorro era la cabeza del pájaro, le daba un aspecto mortalmente gracioso; al menos para ella, ya que al parecer sus fans lo encontraban adorable y apuesto.
-Me quieres...explicar...-. Era difícil hablar entre carcajadas. -...de dónde rayos...sacan sus...ideas...-. Esteban iba del amarillo, Luis del negro, y su hermano del rojo. La verdad se veían geniales... a su manera...
Daniel se encogió de hombros divertido por la reacción de su hermana, para luego acomodarse mejor el gorro sobre la cabeza. Esas horas concentrado en el caos que se hacía por el baile, le dio la oportunidad centrarse un poco en su vida normal, y no en la locura que los perseguía sin descanso.
-¿Qué me dices de ustedes? Luces terrible...-. Él dio un paso para acercarse a ella, y movió con su mano el antifaz que cubría el rostro de su hermana. La visión le hizo torcer el gesto. -Creo que te ocasioné un trauma infantil.
Por un breve instante de tiempo, a Violeta le pareció que el mundo volvía a ser normal, incluso estando rodeada de monstruos y criaturas de fantasía. Era solo una joven disfrutando de una fiesta con sus amigas, y pretendía aprovechar cada segundo robado a su absurda realidad.
Si bien el profeta había hecho un trabajo estupendo como hermano mayor, haciéndose cargo prácticamente de toda la parte emocional que requiriera Violeta durante su crecimiento, ya que su abuela siempre estaba demasiado ocupada para atenderlos; lo cierto es que no se podía evitar que al ser solo dos años mayor que ella, tendiera a tomar ventaja de ciertas cosas.
Una de ellas fue el halloween. Cada año se las ingeniaba para conseguirle disfraces terroríficos; que aunque cuando era una niña causaban gracia, después logró un efecto espectral.
-Si...-. Aseguró ella mirándolo con recelo. -Te aprovechabas que era una miedosa de lo peor, y me decías que era la única forma en que los fantasmas no vendrían a comerme cuando salieran de sus tumbas...
-Oye, esa es la cuestión real de los disfraces. Se supone que al vestirte como uno de ellos, no te reconocerán cuando salgan a la tierra de los vivos, o los ahuyentará...-. Explicó recordando el trasfondo de la tradición. -Y al menos no tenías problemas para dormir luego de que te aseguraras de ser el monstruo más feo de la cuadra...-. Comentó recordando como las niñeras quedaban horrorizadas por las elecciones que hacían en sus disfraces. -Y siempre conseguías más dulces que todos...
-En eso tienes razón, siempre me daban muchos dulces; supongo que les hacía gracia que...
Daniel estaba disfrutando de los recuerdos, hasta que estos se fueron por el inodoro, cuando a espaldas de su hermana reconoció a David caminando hacia ellos. Lo había visto esa tarde mientras organizaban todo, pero tomando en cuenta su procedencia divina, había esperado no verle la cara esa noche.
Por si fuera poco, la manera en que iba disfrazado hizo que se le retorciera el hígado. Debía reconocer que fue inteligente en ese aspecto; pero igual le seguía fastidiando de sobremanera.
Entonces deseó que la excusa infantil, fuese cierta.
-Bueno, probemos la teoría...-. Dijo interrumpiéndola, al tiempo que la tomaba por los hombros y la hacía girar para que quedara justo frente al ángel. De todas formas no era como si pudiera evitar el encuentro.
Luego de haber sido asaltada por una confesión que tanto deseaba como despreciaba, Violeta estuvo evadiendo en gran medida estar cerca de David. No podía evitar entrar a sus clases, pero había cambiado su asiento por el más lejano, y si hubiese sido físicamente posible de hacer, se habría mimetizado con el entorno para que no pudiera fijar sus ojos en ella.
No le había contado a nadie todavía, no se atrevía a decirlo en voz alta; pero su voz susurrando "Te amo" era una constante tortura para sus sentidos. Quería tan desesperadamente cambiar cada gramo de su sangre, para así estar segura que no era su ascendencia la que provocaba esos sentimientos en él, y poder aferrarse a sus brazos sin ningún temor; pero no podía escapar de la verdad, y esos segundos que había robado para ser normal, ahora se desvanecían en el aire.
Escapar ya ni siquiera era una opción.
-Hola...
Ante el sonido de su voz, ella apretó con más fuerza el antifaz sobre su rostro, como si eso realmente la protegiera de descubrir la oleada de emociones que le provocó.