Almas Gemelas: El juego del silencio

40

De noche volvió a escribirle lo que sentía:

«¿Estás celoso?»

Y Reín respondió:

«Me preocupa que no me hayas mostrado a todas las personas, y que entre ellas pueda haber alguien a quien estamos pasando por alto».

Ella se quedó mirando la pantalla. No era la respuesta que, en el fondo, había deseado.

Colocó el teléfono boca abajo y cerró los ojos, pero el sueño no llegaba.

Por la mañana, Celestina se preparó para ir al trabajo, sosteniendo en la mano un vaso con café demasiado dulce. Denny la esperaba frente a la casa, y su habitual sonrisa despreocupada parecía un poco forzada y nerviosa. Se subieron al coche, y Celestina sintió cómo la tensión le oprimía el pecho: no quería enfrentarse al equipo ni a la dirección. Tenía que informar a Albert que estaba yendo a un nuevo médico, el que le había recomendado Valentín. Pero cada paso en esa dirección le parecía… una traición.

Después de la oficina del sello discográfico, al médico. Esta vez Denny esperó en el coche.

El médico no dijo ni una palabra sobre su voz, sobre su lesión, sobre lo que realmente importaba. Celestina se sentó, apretando todavía el mismo vaso con café frío a medio beber, y asintió aunque sus pensamientos estaban lejos.

Cuando salió del consultorio, finalmente terminó el café frío y tiró el vaso a la basura con tanta fuerza que parecía que era culpable de todo.

Denny la esperaba en el coche, y cuando se sentó, de repente habló:

–¿Puedo decirte lo que pienso de todo esto?

Ella asintió, sus dedos apretaron instintivamente el cinturón de seguridad.

–Creo que todo esto pasó por alguien del equipo. Y que pronto te van a descartar, Celestina. Aparecerá una nueva estrella en el escenario, y tú serás desplazada. No sé qué has averiguado con Reín… pero está claro que él te ayudará más que lo que te han enchufado ahora.

Abrió las notas en el teléfono y escribió, con los dedos temblando:

«¿Tobías tiene alguna favorita?»

Denny suspiró, su mirada se volvió seria.

–Sobre Tobías… ¿hay sospechas? No quiero chismear… pero si sirve… hubo. Alexa. Pero nunca debutó. No la aprobaron, aunque Tobías la promovía mucho. Ya no entrena. Sospechas que ella está de alguna manera relacionada con lo que te pasó?

Celestina asintió.

Escribió a Reín:

«Si todo esto fue por gente de mi equipo, quiero romper el contrato».

Denny detuvo el coche frente a una florería, donde la esperaban Valentín y Cleo. La última ubicación del día… La tienda olía a flores frescas… Vio a la pelirroja Cleo junto a la entrada, y su corazón se estremeció por el calor que irradiaba la niña.

–¡Estelle! –Cleo corrió hacia ella alegremente, abrazándola con fuerza y calor, como si quisiera transmitirle toda su energía.– ¡Llegaste! ¡Me alegra tanto!

Cleo le tomó la mano, sus dedos eran ligeros pero insistentes, y la llevó entre los pasillos de flores. La guió por macetas con petunias brillantes, delicadas orquídeas y exuberantes crisantemos, su voz tintineaba de entusiasmo.

–¡Miraaa! Estas margaritas son tan sencillas pero tan bonitas, ¿ve-erdad? ¡Y aquí…! ¡Mir…a estas lilas… y más peonías, allá!

Reín respondió:

«Ya vi tu contrato. Aún te quedan cuatro años. ¿Podrías asumir las penalizaciones si de verdad decides romperlo?»

Claro que no, eso la dejaría sin dinero ni hogar. Y Reín también debía entenderlo.

No quería responder nada, pero él escribió:

«Haremos que te dejen en paz y empezar de nuevo. Ellos te lo deberán a ti».

Y esas palabras le hicieron sentir… un alivio en el pecho. Cuánto deseaba que alguien la protegiera.

–¡Estelle! –continuó Cleo– Cuando cantas, te pareces a mi mamá. Quizá po…r eso me gustas tantooo, –se trababa al hablar.




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