El mensaje de Reín la desequilibró aún más. Celestina bajó la vista al móvil:
«¿Eso es lo único que quieres preguntar? ¿Y tú con quién estabas en una cita?»
Y otro mensaje suyo siguió enseguida:
«Déjame adivinar, ¿Alexa te sacó de casa? ¿Dónde están?»
Por su propia seguridad, le envió la ubicación. Aquel extremo de la ciudad quedaba a un paso de su casa. Quería que la sacara de allí.
Alzó la mirada hacia la desconcertada Alexa, que apenas respiraba:
–Tobías no quería que rompiera mi contrato. Para que permaneciera como su propiedad, debía debutar… a cualquier precio. Lo entendí después… él estaba más interesado en tener una chica atada que en realmente ayudar… Albert me dio un poco más de tiempo. En esos años tú te convertiste en un icono de verdad… mientras yo suspendía todos mis debuts y mis vídeos no llegaban ni a cien mil views y los borraban. Entonces Albert, para complacer a Tobías, decidió cambiar de formato: querían montar un reality… un show en el que los fracasados, los que no debutaban, aparecieran en un programa de televisión, mostrando todos nuestros errores y esfuerzos, y los espectadores elegían quién de los peores era el mejor, como una última oportunidad. Pero para eso me habrían escrito una nueva biografía, que debía gustarle a la gente. Así finalmente el público me prestaría atención, eso pensaban… Yo no firmé nada, por eso puedo contarlo.
¿Un reality? Tenía sentido, pero sonaba a humillación pública. Celestina arqueó una ceja.
Alexa negó con la cabeza, se apartó de la mesa; su voz se volvió seca y quebradiza:
–Comprendí que tampoco iba a salir nada de ahí. Que me estaban convirtiendo en el hazmerreír, y Albert solo buscaba la última manera de sacar beneficio de mí. Quería romper el contrato o al menos que me expulsaran. Tobías armó un escándalo: yo le pertenecía y no tenía derecho a irme. Fue una noche horrible… fue cruel conmigo. Y de repente, por la mañana, cambió de humor: dijo que había quedado contigo, que tú me ayudarías. Y yo te agradecí que aquella vez me escucharas.
Celestina tomó el teléfono y escribió brevemente:
«¿De qué hablas? Nunca nos vimos en persona».
–Nos vimos. Aquí mismo. Y luego desapareciste… —Alexa apretó los puños, luchando contra el pánico—. No volviste a aparecer, no contestabas… y luego supe que ya no podías hablar. Después de conocer a ese hombre… ahora estoy segura de que ni siquiera recuerdas que nos vimos.
Perder la voz… eso solo habría servido para sacarla del escenario, apartarla. Y al mismo tiempo abrirle el camino a Alexa.
En su mente, lentamente se dibujaba un esquema: en lugar de un ícono, una estrella, alguien a quien ya amaban, podían colocar a una fracasada. Pero una fracasada con una historia dramática y fabricada, que atrapara corazones. El show del sello: toda la atención en Alexa, toda la simpatía en su “sufrimiento”, todo el apoyo del público.
Y todo… manipulado, reescrito, diseñado para que ella pareciera la víctima y al mismo tiempo la nueva estrella.
Los ojos de Celestina se entrecerraron. Sus labios temblaron en una sonrisa irónica.
Se enfadó, pensando:
«Si quieren un show… que vean cómo vuelvo al escenario. Y no será una comedia: será su final».
La puerta del viejo café crujió, y Celestina levantó la mirada: Reín apareció tan rápido que parecía que realmente sentía sus pensamientos. No pasaron más de quince minutos y ya estaba de pie en el pasillo, bajo la luz de la vieja lámpara.
Alexa palideció, se agarró del bolso como si fuera a huir en ese instante, pero Reín se acercó con paso tranquilo, sin darle siquiera una oportunidad. Apartó una silla de la mesa vecina, la giró y la colocó junto a ellos. Sonrió a Celestina, como solo para ella, y luego apoyó los codos en la mesa, extendiendo las manos hacia adelante: la izquierda hacia Celestina, la derecha hacia Alexa.
–¿Qué está pasando? –los ojos de Alexa brillaron con miedo–. ¿Tú… detective? Yo no hice nada.
–Entonces muéstranoslo –encogió de hombros.
Alexa dudó apenas un instante. Mordió su labio, respiró hondo y aun así le extendió la mano. Celestina también colocó la suya en la de él. Y el mundo a su alrededor se desplazó, como si se hundiera de repente bajo la tierra.
…Se encontraron dentro del recuerdo de Alexa.
Alexa estaba sentada en ese mismo café, parecía la mañana. La puerta se abrió y Celestina entró. Saludó con la mano, se quitó las gafas de sol, y en su rostro estaba la habitual y dulce sonrisa.
–Cuánto tiempo sin verte. ¿Cómo estás? –su voz cálida, todavía viva.
Celestina en el recuerdo aún no sabía nada. No conocía la malicia de Alexa, no recordaba su nombre, porque en la sala siempre había demasiadas caras, y cada una luchaba por sí misma.
–Pero, por favor, recuérdame tu nombre –se acomodó el cabello y se sentó frente a ella–. Éramos tantas que no pude retener a todas en mi cabeza.
–Alexa. Tobías organizó nuestro encuentro.
–Sí –asintió Celestina, como si tuviera sentido–. Llamó por la mañana, me sacó de la cama con la llamada.