Ámame otra vez

1

DOS AÑOS ATRÁS

Recojo mi bolso deportivo, llena de celos. Me encanta que Ahren saque tiempo de su apretada agenda para recogerme en el gimnasio, pero no puedo ocultar lo que siento. Todas lo miran, y es comprensible; no solo es un millonario codiciado, también es el médico más prestigioso de Manchester.

—Hola, amor —me cuelgo de su cuello y lo beso para dejar claro que, entre todas, soy la afortunada.

Es frío, poco expresivo y distante, aunque cuando estamos a solas, me hace sudar con su intensidad. Me aparta y toma mi bolso.

—¿Qué tal tu día de descanso? —le pregunto mientras conduce.

—Mejor ahora que te veo. Hay algo para ti en la guantera.

Me emociono, presiento es uno de sus costosos regalos. No me equivoco.

—Es una pulsera preciosa, gracias.

Sonríe y roza mi pierna.

—¿En serio quieres pasar tu última noche de soltero trabajando?

—Es más que trabajo. Tú ve a divertirte.

—Te amo, Ahren Belrose.

Se ríe mientras maniobra para estacionarse.

—¿Qué haces?

No responde, pero al detenerse me toma del cuello, me besa y acuna mi rostro entre sus manos.

—No lo he dicho antes, de hecho nunca se lo he dicho a nadie. Se suponía que solo sería placer, pero tú —me acomoda el cabello y besa mi nariz—. Eres tan diferente y especial. Yo… yo te amo, Azrey Kanley.

Me besa. No debería emocionarme, pero son sus palabras y el que está saliendo de su caparazón lo que me deja sin aliento.

—No dejas de sorprenderme —le digo.

—No esperes que lo diga muchas veces —responde, y no sé si es advertencia o broma.

—También dijiste que solo sería placer. ¿Olvidaste cómo pasaste de no tolerarme por criticarte y odiarte como jefe a estar en una aventura, luego a hacerme tu prometida?

Sujeta mi cabello y lo acerca a su rostro.

—Tengo mucha suerte —vuelve a besarme—. Tengo algo más para ti.

Insisto en saberlo, pero no dice nada. Mientras conduce, miro el anillo y la pulsera, y pienso en lo que acaba de confesarme. Estoy muy enamorada; incluso su carácter obstinado y su actitud odiosa me atraen.

Cuando se detiene y sale para abrirme la puerta, no reconozco el lugar, pero sé que será una sorpresa a su nivel.

Me abraza por detrás, pero se aparta rápidamente.

—Algún día te contaré por qué soy así, pero ahora quiero mostrarte algo —toma mi mano.

El ascensor nos deja en un tercer piso.

—¿Veremos a alguien aquí? —pregunto y al girar me topo con unas llaves extendidas hacia mí.

—Será nuestro hogar. Yelika me lo sugirió.

Miro las llaves. No me agrada su prima; no es mala, pero la forma en que trata y mira a Ahren no me agrada. El momento es demasiado lindo para pensar en eso.

—También tiene sistema digital, pero quería ser…

No termina la frase y ríe. Sé que intenta ser romántico, aunque no es su estilo.

Me quedo sin palabras. Para alguien como yo, una huérfana que gracias a una beca soy lo que soy, esto parece un paraíso. Me lanzo sobre él y, tras cerrar la puerta, nos amamos.

Después recorro el lugar con su camisa puesta. Con las manos detrás de la cabeza, me observa desde el único mueble del lugar.

—Ven aquí —me dice.

Me recuesto sobre él.

—Eres preciosa. ¿Qué tanto me amas?

—Tanto como tú a mí.

Me besa y me cuenta algo que desconocía: hace ocho años, su hermano y su prometida huyeron juntos por una aventura y sufrieron un accidente mortal.

—Me prometí que jamás me enamoraría; por eso todo fueron aventuras. Contigo no sería diferente, pero te robaste mi corazón. Te lo digo para que seas paciente, Azrey. Te amo, aunque no lo diga con la frecuencia que esperas.

Lo abrazo y hacemos el amor. Decidimos quedarnos el resto de la mañana hasta que llega la hora de la despedida de soltera.

—Podrías cambiar de opinión y disfrutar tu última noche de soltero.

—Lo haré a mi manera. Tú ve a divertirte.

Me deja en casa de su madre. Le cuento las buenas noticias.

—Soy muy feliz, Hilda.

—Lo mereces, mi niña. ¿Estás lista para tu despedida de soltera?

—Sí, por supuesto.

Me toma de las manos y me lleva a la habitación. Tengo una sola amiga, pero no pudo venir. Pasar la noche con mi suegra y sus amigas, que no hacen más que quejarse y cuchichear, me resulta aburrido.

—Vete a ver a Ahren. Seguro te divertirás más ahí —me dice Hilda.

—¿Segura? No quiero parecer grosera.

—Tú ve. Nosotras disfrutaremos por ti. Le pediré al chofer que te lleve.

—Me iré en taxi, es mejor.

—Está bien, disfruta el resto de la noche.

La abrazo. Es como la madre que nunca tuve. Soy otra en la lista de arrepentimientos tardíos de madres que, por alguna razón, deciden tarde que no querían serlo.

—Buenas noches. Al Hospital Manchester Royal —le indico al taxista.

Asiente. No dejo de mirar el anillo; falta solo una semana.

—¿Trabaja ahí? —pregunta el conductor.

—Sí, pero no estoy de turno. Mi prometido sí; voy a darle una sorpresa. Dice que trabaja mejor conmigo a su lado.

—Muy afortunado, felicitaciones.

Comienza a llover. Para cuando llegamos, la lluvia es tan fuerte que me obliga a correr. Al entrar intento ir directo a su consultorio, con la intención de sorprenderlo.

—Az, hola. No esperaba verte —reconozco la voz de Rayan.

—Hola, Rayan. No tenía planeado venir. ¿Has visto a Ahren?

Rayan pone los ojos en blanco; no le agrada. Es mutuo, pero ambos son lo suficientemente profesionales para mantener un buen ambiente laboral. Rayan aún es residente y Ahren, su supervisor. Somos algo así como amigos, aunque sigo pensando que mi única amiga es Tatianne.

—Lo vi con Yelika.

Ahora es mi turno de rodar los ojos.

—Estás hermosa. ¿Vas de fiesta?

—Es mi despedida de soltera. Ahren no quiso tener una, así que vine a pasarla con él.

Se rasca la cabeza, actúa extraño y hace un gesto de desagrado evidente.




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