☽☾ AZREY
Me quedo callada unos segundos. La idea no deja de darme vueltas y la intriga por saber qué espera de mí empieza a crecer.
—¿Sigues ahí? —pregunta Tatianne.
—Sí, amiga, aquí sigo. Estoy en mi hora de almuerzo, dedicaré mi tiempo a Lenny. Hablaremos mejor del asunto cuando estés aquí. ¿Tienes fecha?
—No la tenía, pero con estas ganas de saber qué quiere la vieja, me voy hoy mismo. Vas a necesitar apoyo.
—No sé si deba verla, quizás...
—No, no, no creas que vas a dejarme con las ganas de saber qué pasa. Haré mi equipaje. Son solo tres horas, llegaré a eso de las nueve. Te quiero. Saludos a la conejita. Espera… ¿necesitas algo?
—No, no necesito nada, gracias. También te quiero.
—¿Segura? ¿No quieres que te consulte algún chisme?
De nuevo me quedo en silencio. Lo cierto es que quiero que lo haga, que averigüe si él sigue en la ciudad, pero no quiero alimentar mi resentimiento, o quizás mis sentimientos. Porque sí, aún sigo amando a ese idiota. No es fácil sacarte besos como los suyos de la mente; y aunque los borres de ahí, no eliminas las huellas de tu piel.
—Sí, segura. Nos vemos. Te quiero.
Cuelgo y dirijo mi atención a Lenny justo a tiempo, estaba a punto de atravesar la salida de la oficina. La alcanzo y la levanto.
—Tienes que tenerme paciencia, mi amor. Aún estoy aprendiendo a ser madre y autosuficiente para las dos.
Paso el resto del tiempo con ella. Ambas salimos y me ocupo de mis deberes, aprovechando cada oportunidad para acercarme y hacerle cariños, aunque Glock la mantiene concentrada con un pudín artificial y otros objetos que forman parte de la decoración.
Es la primera vez que cometo errores en el tiempo que llevo aquí. No puedo sacarme de la cabeza a Hilda, ni el hecho de que me busque, ni cuál podría ser la razón.
Habría deseado no saber nada, sin embargo consigo terminar la jornada sin más tropiezos.
—Gracias de verdad por adelantarme la paga —le digo a Glock mientras guardo lo que me da.
—No es nada. Si necesitas un préstamo o algo…
—No, no por ahora, gracias. Nos vemos mañana, y no te preocupes, llegaré a la hora que mencionaste.
Se despide de Lenny y emprendemos marcha. Me detengo para comprar sus pañales y la fórmula. Llego a casa exhausta. Lenny duerme y quisiera hacer lo mismo, pero debo atender los deberes del hogar. No es mucho, pero sé que no dormiré por la ansiedad.
Miro la hora cada minuto, hasta que Lenny despierta. Nos duchamos y compartimos el organizar sus cosas y la habitación, aunque yo guardo y ella saca, como desde que aprendió a dar pasos.
Compartimos pasabocas mientras espero ansiosa a que llegue Tatianne. No aparece a las nueve, sino a las once. Lenny duerme cuando llaman a la puerta.
—Siento mucho llegar tan tarde, se me presentaron unos asuntos a resolver. —Se muerde el labio y comprendo de qué habla.
—Lo imaginé. ¿Quieres algo de beber?
—No, quiero dormir y...
—¿Estás loca? He esperado despierta horas para que me expliques bien lo que te dijo Hilda y tú me dices que quieres dormir. Lo siento mucho.
Me abraza luego de tirar su bolso sobre el sofá.
—Miento. Solo quería ver qué tan interesada estabas en saber de la vida del susodicho.
Niego con la cabeza y entro a la cocina. Sirvo zumo de naranjas y me apoyo en la encimera.
—¿Me cuidarás a Lenny mientras trabajo? No quiero arruinar tus vacaciones, pero...
—Sabes que sí, no me cambies el tema. ¿Entonces aceptas que aún sigues vibrando por Ahren?
Bebo mi zumo de un sorbo.
—Es alguien difícil de olvidar. Ojalá pudiera devolver el tiempo y seguirlo odiando, pensando lo que solía pensar de él: arrogante, irritante, inhumano. Egocéntrico, detestable.
—Le bastó un beso para que amaras todo eso. En fin, no sé cómo dio Hilda conmigo. Se veía… cómo decirlo… no se veía bien. Su urgencia era evidente. Cuando le dije que no sabía nada de ti, me ofreció dinero, dijo que lo pensara bien. ¿Hice mal?
—No. Aunque tengo mucha curiosidad, no sé si sea buena idea.
—¿Por qué no solo la llamas y salimos de dudas?
—Tienes razón, pero será mañana. Así me entero de su urgencia sin poner a Lenny en peligro.
—Qué curiosidad, por Dios. Me hiciste olvidar de la conejita. ¿Está bien?
—Sí, se durmió hace poco. ¿Regresó? —no puedo evitar preguntar.
—No lo sé, no se ha escuchado nada sobre el enfermo. ¿Ahora sí podemos ir a dormir?
Asiento, la acompaño a la habitación de invitados y hago la cama mientras ella lanza suposiciones sobre lo que podría querer Hilda. Sus ideas son absurdas y, aunque me río con algunas, también me llena de nostalgia pensar en la posibilidad de decirle que tiene una nieta.
—Descansa —le digo con una sonrisa fingida.
Cuando entro, saco a Lenny de la cuna y la acomodo en la cama. La tenue luz me permite observarla. Hace mucho que no pensaba tanto y, para mi desgracia, pienso en él. Odio mi debilidad. Pero ahí estoy, pensando en un tipo al que no le importo en lo más mínimo, en un mentiroso de lo peor.
Acaricio la mejilla de Lenny. Sonríe. Beso su frente.
—Te amo, eres mi universo.
Cierro los ojos, intento dormir, pero no consigo dejar de pensar en el asunto. Duermo tarde y me levanto tan temprano que parece que tomo el turno de ayer.
Lenny y Tatianne siguen dormidas. Me organizo y preparo el desayuno mientras me bebo un café.
El sol asoma temprano y, aunque no dormí nada, me anima. Riego las dos plantas que tenemos y respiro el aire de la mañana. Vuelvo a la cocina hasta terminar el desayuno. Justo cuando pretendo volver a la habitación, llaman a la puerta.
No espero a nadie, pero asumo que debe ser Bell. Dejó algunas cosas al irse y puede que haya decidido volver por ellas.
Con la taza en la mano y una sonrisa animada me dirijo a abrir. La taza cae al suelo.
—¡Hilda! —me sale tan débil que estoy segura de que no me escucha.