☽☾ AZREY
Me quedo paralizada. Yo, que siempre tengo algo que decir o hacer, me quedo ahí, incapaz de reaccionar, hasta que solo escucho pasos y demasiadas voces. Cuando por fin reacciono, ya los he perdido de vista.
—¡Caray! Me odia —digo, y aunque quisiera sonar tranquila, no es un comentario sarcástico. Es real, lleno de incertidumbre. No tengo idea de qué hacer.
Miro hacia el pasillo que lleva a su consultorio. Pienso en lo que vi aquella noche, en que ahora mismo están allí las dos personas que necesito enfrentar: esa bruja hipócrita y el hombre que aún… el padre de mi hija.
Trago grueso, camino unos pasos. La decisión está tomada, solo necesito reunir ánimos. Me toma unos minutos juntar valor. Hoy, igual que aquella noche, contemplo mis opciones y ninguna parece buena.
Cuando siento que puedo hacerlo, me dirijo a su oficina, pero a mitad de camino aparece Hilda. Me detengo en cuanto me mira.
—Azrey, cariño —apresura el paso—. Hija, te decidiste.
Levanto una mano para detener su intención de abrazarme.
—No estoy aquí por ti. Vine a decirle la verdad a Ahren.
Intento pasar, pero me sujeta del brazo.
—¿Qué verdad vas a decirle?
Me giro y la enfrento con furia.
—¿De verdad me haces esa pregunta?
—Sí, pero ambas sabemos por qué lo digo. ¿Cómo se llama mi nieta?
Cierro los ojos para contenerme. El simple hecho de que pronuncie esa palabra me enoja más.
—Entonces es cierto. Tienes una hija y, conociéndote, sé que Ahren es su padre.
—Nunca vas a conocerla. Jamás sabrá quién eres. No lo mereces, no pienso permitirte acercarte a mi hija.
Se cubre la boca. Es la primera vez que la veo llorar. No puedo evitar reírme. Ahora que sé quién es de verdad, solo me provoca lástima.
—Oh, Dios, ¿qué he hecho? —su tono condescendiente me arranca otra risa cargada de burla. No necesito decirle nada más para demostrarle cuánto la desprecio en este momento.
Se lleva la mano a la cabeza y empieza a quejarse. Estoy convencida de que finge, por eso no le presto atención… hasta que se desploma. Me agacho enseguida.
—¡Hilda! —la sacudo intentando que reaccione.
El miedo me invade y pido ayuda. La gente acude tan rápido que ni noto el momento en que enfermeros y pasantes la asisten. Ella reacciona a medias, intenta hablar, pero apenas respira. Reconozco el paro, sé qué hacer, pero estoy en shock y no soy capaz de brindarle primeros auxilios.
—Es la señora Hilda, la madre de Ahren —dice alguien a mi lado mientras le brindan la ayuda que yo no logré—. Hay que avisarle antes de que entre a cirugía.
El pánico me sobrepasa. Me alejo sin pensarlo. Justo a tiempo: Ahren aparece. Lo veo de frente. Ahora lleva barba, el cabello largo y recogido atrás. Su ceño fruncido y la seriedad lo hacen parecer más severo.
Asume la situación con calma, no dice nada, solo sigue la camilla. No puedo evitar observarlo. Sus hombros más anchos le dan un aire imponente.
Sacudo la cabeza y avanzo unos pasos. Decido esperar.
—Le avisaré a Tati que me tardaré un poco más —me digo mientras busco el teléfono en el bolso.
—Dime que todo salió bien —responde al primer timbrazo.
—No pasa nada aún. Hilda se puso mal. Te cuento después. Me tardaré un poco, ten paciencia con Lenny y dale un beso de mi parte.
—Ok, ok. Qué mala eres. Estoy ansiosa por saber y me llamas solo para dejarme peor. Pero esperaré, aunque quizá me quede sin uñas.
Río antes de colgar. Decido aguardar, pero en un sitio donde Ahren no pueda verme si sale. Tal vez no sea buen momento, o al menos debo ver primero cómo evoluciona todo.
Me siento, pero la ansiedad me obliga a levantarme, camino de un lado a otro. Sé que su subespecialización como cirujano cardiovascular le consume mucho tiempo. Siempre ha sido así con la medicina. Sin embargo, dejó una cirugía para ver a la mujer que tanto daño le ha hecho. Quizá después de todo no sea tan cruel.
—Una prueba de ADN si hace falta —me digo, recordando que aquella noche ni por un segundo pensé que él cubriría turno como cirujano en lugar de cardiólogo.
Cuando una de las enfermeras que lo acompañó pasa, la detengo.
—¿Cómo está la señora Hilda? —la suelto cuando me mira extrañada.
—¿Perdón? ¿Quién?
—La madre de Ahren.
—Ah, bien. La revisaron y está estable. Ahora el doctor debe ingresar a una operación que tardará un poco. ¿Quieres pasar a verla? ¿Eres familia?
—No. ¿Qué tan larga será la cirugía que realizará Ahren?
—No lo sé. Tiene más pacientes en esta área que como cardiólogo. Irónico, ¿no? En fin, tiene un bypass coronario, eso puede tomar de tres a seis horas. Se está preparando ahora. ¿Quieres que le diga algo?
—No, ya lo haré yo. Soy… candidata para cuidar a su madre —miento. Por suerte no es del personal antiguo.
—Ok, debo irme —dice apartándose.
Miro otra vez el pasillo hacia su consultorio. Intento abrir, pero está cerrado. No hay manera de curiosear. Decido marcharme, aunque odio que las ganas de ver a Hilda me hagan volver. En cuanto me ve, se incorpora.
—Pocas veces la mala hierba muere. Qué suerte que tengas un hijo obsesionado con la medicina —sueno sarcástica.
—¿Cómo se llama mi nieta? —ignora mi burla.
Me muerdo la lengua para no restregarle que no lo es.
—Vine a decirle la verdad a Ahren. Lo merece.
—Te suplico que no lo hagas. Si sabe que, por mi culpa, le negaste a su hija, lo perderé. Piénsalo, tienes una oportunidad. Yo no. Prométeme que no le dirás nada.
Niego con la cabeza.
—Azrey, de madre a madre, te lo ruego. Que Ahren no lo sepa. Está bien si no quieres que la conozca, me haría feliz, pero si es tu decisión lo respeto. Solo te pido eso: que él no lo sepa.
Inspiro y niego otra vez. No tolero su cinismo. Salgo, mientras me suplica esperar. No puedo más, así que vuelvo a casa de Tatianne.