Ámame otra vez

8

☽☾ AZREY

Tatianne me mira como si no creyera una sola palabra. Le insisto, y antes de girarme intento mirar al interior.

No encuentro manera de describir lo que siento. Me odia, se notó hasta en la forma en que me observaba. Abrazo a Lenny contra mí. Tatianne juega con ella para distraerla mientras caminamos.

—¿Quieres caminar un poco? —intenta animarme.

—Está bien. Después iremos a casa para recoger, volveré a Londres, no quiero perder el empleo. Regreso en unos días.

—¿Estás loca? Az, ya no tienes que ocultarte, múdate, quédate conmigo y busca un empleo. El hospital Royal… —se ríe cuando frunzo el ceño—. Ok, no en ese hospital, pero podrías conseguir trabajo.

—No es fácil si tengo a Lenny. Ya sabes cómo son los turnos en el área de la salud. No puedo darme ese lujo ahora. Pero pensándolo bien me quedaré una semana, así me ahorro tiempo y dinero.

—Eso es lo que quería oír. ¿Vamos a desayunar? Tengo antojo de algo dulce.

—¿Te estás cuidando? ¿Quieres hablar del sujeto del auto negro?

Sonríe. Se nota que le gusta más de lo que admite.

—Me estoy cuidando. Él no quiere hijos y para ser honesta, aunque los deseo, no me arriesgaría. Es Massimo Venne, italiano, médico, divorciado, sin hijos, con mucho dinero, pero con un carácter de mierda. Aun así, me gusta mucho.

—Ten cuidado.

—Lo tengo, es solo placer.

No me convence. Su tono deja claro que para ella significa más, pero no insisto. Continuamos andando y, aunque me gustaría indagar, ahora tengo demasiado en qué pensar. Lenny dice “papá” y eso basta para devolverme a mi realidad.

—No estás comiendo nada, Az.

—No tengo apetito. ¿Viste cómo, a pesar de que cargaba a Lenny, no le dio importancia? Te lo dije, ni siquiera ella podría suavizar la situación. De todos modos, soy la responsable y buscaré la manera.

—Lo siento, por un momento creí que se lo dirías, que se lo soltarías.

—Lo pensé, pero no me salieron las palabras. Te juro que me intimidó la forma en que me miraba. Me sentí como un desecho.

—No exageres —le da un mordisco a la tarta que pidió.

—No lo hago. Te aseguro que su tono y su mirada no eran de alguien dispuesto a aceptar una explicación. En fin, no le demos más vueltas.

Ella asiente, concentrada en su postre. Le doy pequeñas porciones a Lenny para evitar que se unte toda, pero no lo consigo. Termina tan manchada que decidimos regresar a casa.

El resto del día me lo paso investigando en redes. No hay mucho sobre Ahren. Yelika, en cambio, expone todo: sus rutinas, sus logros, la vida perfecta con sus padres y su hermano. Aun compartiéndolo todo, nada me resulta útil. Reviso información sobre Hilda: una hermana, un medio hermano, el padre de Yelika, dos sobrinos legítimos… y Yelika. Información que no es nueva para mí. Vuelvo a intentar con Ahren, solo encuentro algunas menciones en publicaciones de ella.

—¿Algo útil? —Tatianne se sienta a mi lado.

—No. ¿Quieres que te prepare algo antes de irte?

—No, llego en la madrugada. Esta semana tengo ese turno y, si el italiano no me busca, regresaré a eso de las cinco. No tienes que esperarme ni levantarte.

—De acuerdo, suerte.

Mira su teléfono y, al escuchar el claxon, se despide. Le da un beso a Lenny y sale. Me acomodo en el sofá para jugar con mi hija hasta que Glock llama.

Esa noche no duermo. Los tres días siguientes los paso merodeando el hospital Royal. Me siento ridícula vigilando desde lejos, pero nada aparece en los medios. Logro ver a Ahren un par de veces y a la idiota de Yelika. Es cirujana plástica, tiene consultorio en la segunda planta, aun sabiendo eso, no quiero arriesgarme con ella.

Hoy estuvimos con Lenny en su consultorio, pero no estaba, ni descubrimos nada útil. Decido acercarme a la mansión, tampoco consigo nada. En ambos sitios la información es escasa. Sigue soltero, ha hecho más especializaciones y en su tiempo libre apoya centros médicos menos conocidos, de donde saca tiempo es algo que no termino de comprender.

—Tu padre no duerme —le digo a Lenny mientras regresamos a casa de Tatianne.

Asumo que ella sí lo hace, por eso procuro mantenerla ocupada para no interrumpirle el sueño. Ha estado irritable estos días y llora por todo y nada.

Cuando logra dormirse, preparo el almuerzo. Llamo a Bell para pedirle que revise el piso, luego vuelvo a mis búsquedas.

Yelika publica una foto en el consultorio de Ahren. El comentario que escribe me provoca celos. No debería afectarme, pero quisiera arrancarle el cabello.

Suspiro y bebo agua. No tengo pruebas, no he hecho más que acechar como una delincuente esperando una oportunidad. No quiero acercarme a Yelika, y de Rayan no he logrado saber nada. Solo me queda la verdad, que de mi boca sonaría como una excusa frente a su enojo.

Intento llevar a Lenny a la habitación, pero llaman a la puerta.

—Qué inoportuna es la gente.

Saber que no puede ser Hilda me da cierta calma. Supongo que buscan a Tatianne. Al abrir, lo confirmo: un hombre elegante, de traje carísimo, con aire de abogado.

—Buenas tardes. ¿Cómo puedo ayudarle?

Me examina de arriba a abajo antes de mirar el documento en su mano.

—¿Es usted la señorita Azrey Kenley?

Asiento, con un nudo en la garganta. Asumo que Ahren descubrió lo de Lenny y me envía a su abogado para arrebatármela.

—¿Qui… quién es usted?

—Soy Carl Michelson, abogado y representante de la difunta Hilda Halden Cleson.

—Ah —suelto con alivio—. Siendo así, no me interesa nada que tenga que ver con esa mujer.

Intento cerrar la puerta, pero interpone el pie.

—Lo siento, tengo órdenes claras de la difunta. ¿Puedo pasar?

Niego, aunque al ver su maletín elegante me vence la curiosidad.

—Siga. No puedo quedarme sin saber en qué me metió esa bruja.

El hombre disimula una sonrisa y entra.




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