Ámame siempre

I

Nicholas Richman salió de su oficina acompañado por dos de sus asistentes, con paso rápido y seguro, apenas mirando al personal que lo saludaba al pasar. Iba concentrado en los datos que leía en la Tablet que tenía en la mano, haciéndole preguntas a Damon Turner, su asistente ejecutivo principal, y dándole órdenes a German Wells, su asistente personal.

Todas estas semanas habían sido un torbellino de actividad, la oficina del CEO de Irvine Global Holdings había estado atestada de gente que venía a recibir órdenes, entregar informes y progresos. Incluso Duncan, su hermano, había venido a enterarse de lo que estaba sucediendo con todo detalle y a dar su consejo y punto de vista.

No era para menos. Acababan de descubrir un fraude contable en una de sus empresas afiliadas. No había sido poco dinero, eran más de seiscientos millones, toda una fortuna, así que había tenido que conformar un equipo de trabajo especializado no sólo para atrapar a los culpables y recuperar el dinero, sino para evitar que algo así pudiera volver a suceder.

Desde hacía años, Irvine Global Holdings se había expandido de manera exitosa en todos los campos en que había incursionado en todo el mundo, y actualmente eran un conglomerado de los más influyentes en el mercado nacional e internacional. Duncan, fundador de esta empresa, se hizo cargo también de la automotriz Chrystal cuando atravesaba una dura crisis, y poco después se casó con Allegra Whitehurst, la heredera. Ahora Chrystal era parte de Spheric Automotive Group Inc., una multinacional dirigida por Duncan, que había diversificado y ampliado el negocio.

Nicholas, por su parte, se había hecho cargo de la Irvine.

Con mucho trabajo, y con un equipo experto, Nicholas la había llevado al siguiente nivel, y actualmente eran una empresa fuerte, sólida, con un patrimonio mayor a doce mil millones de dólares.

Y les habían dado un buen mordisco en una de las empresas más pequeñas.

Esto era lo que más molesto tenía a Nicholas. Wealth Advisors Inc., la empresa donde se había presentado el fraude, era uno de sus bebés, una idea que él personalmente había llevado a cabo, de modo que se había tomado esto como algo personal. Bien podía dejárselo a las autoridades pertinentes y sólo supervisar el caso, pero se había involucrado del todo y ahora mismo iba a entrevistarse con Julia Westbrook, la gerente acusada y principal sospechosa que actualmente tenía arresto domiciliario.

También estaban bajo arresto otros empleados, como el contador, y varios altos ejecutivos. Pero primero quería verse con ella, y hacerle preguntas.

Los tres hombres entraron al Chrystal 300, uno de los autos favoritos de Nicholas, conducido por James Compton, su chofer y guardaespaldas, tomando camino hacia la casa de la señorita Westbrook, mientras seguía escuchando a sus asistentes, y estudiando datos en su Tablet.

—¿Cómo una joven de sólo veintinueve años llegó a ser gerente de Weatlh Advisors Inc.? —preguntó Nicholas—. ¿Es un cerebrito? ¿Se graduó a los diez?

—Julia Westbrook se graduó en la Universidad de Michigan y entró a trabajar en la WAI más o menos un año después. Inició como analista junior, luego pasó a ser analista senior, y hace siete meses fue nombrada gerente.

—Tienes el informe de sus calificaciones, imagino.

—Así es. Estuvo siempre entre los mejores en su generación, pero recibió el impulso de su padre para ingresar a la empresa—. Nicholas lo miró frunciendo el ceño. ¿Nepotismo? No era posible.

—¿Y quién es ese padre impulsador?

—Clifford Westbrook. Concejal de Detroit… —Damon siguió describiendo a Clifford Westbrook, su inclinación política, amigos influyentes, y demás, pero Nicholas sólo se indignaba un poco más con cada cosa que escuchaba.

Julia Westbrook era, entonces, una hija de papá con valores muy dudosos que había pensado que podía enriquecerse a sí misma y a su padre robándole a un gran conglomerado. Pues bien, iba camino a demostrarle que estaba muy equivocada.

El auto se detuvo y las puertas se abrieron. Nicholas se sorprendió al bajar. Este no era un barrio de lujo, para nada. De hecho, conocía bien este barrio; en un tiempo, él fumó marihuana en los parques cercanos.

Toda la piel se le erizó al mirar alrededor. Era de mañana, pero había hombres jóvenes sentados en los andenes mirándolos con preguntas silenciosas. De inmediato, German Wells, su asistente personal, y James, se pusieron a la defensiva.

Nicholas sintió por un instante que su corazón se aceleraba y le faltaba la respiración. No se había dado cuenta del camino recorrido por estar pendiente a la Tablet, y ahora estaba aquí, de regreso a las calles donde corrió su adolescencia.

—Condujiste a la dirección equivocada —le reprochó Damon a James, que negó rotundamente.

—Este es el lugar.

—¿Por qué la gerente de Wealth Advisors Inc viviría en un sitio como este? —se preguntó German. Nicholas seguía en silencio, pero estaba de acuerdo en que esto no tenía sentido.

Mientras James se quedó a vigilar el auto, Nicholas, Damon y German siguieron hacia el edificio. Un ascensor destartalado los llevó hasta el piso siete, y al fin estuvieron ante la puerta tras la cual supuestamente habitaba Julia Westbrook.

Nicholas, con las manos empuñadas dentro de los bolsillos, sintió cada aroma, cada ruido, y pudo observar cada muro de pintura descascarada, el polvo flotando en el ambiente, visible por la tenue luz que se colaba por la ventana al final del pasillo.




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