Raquel
No estoy enamorada de Martín. Una risita sale de mí cuando me doy cuenta de la realidad. Es como si todo hubiera sido una ilusión, estaba en un sueño, una utopía en la que creí que él era el hombre perfecto para mí y que yo estaba perdidamente enamorada de él. ¡No estoy enamorada del italiano!, amaba la idea de no estar sola y tener la atención de un hombre como él. No es tan perfecto, se tira pedos, eructos y deja pelos por todos lados. ¡No me merece!
Regreso a casa con paso firme, en mi mente resuena una canción de esas que ponen cuando los luchadores van a pelear. La determinación que siento en estos momentos es producto del cansancio y el dolor que hay en mi corazón, estoy harta de sufrir y de conformarme. Porque el conformismo es como un cáncer que se apodera poco a poco de tu cuerpo y daña tu espíritu. Te hace pensar que eres menos que las demás personas, baja tu autoestima y terminas por quedarte al lado de personas que no te merecen.
Yo sé eso muy bien, pero una cosa es saberlo y otra muy distinta es ponerlo en práctica. Y es precisamente eso lo que me tiene en esta situación incómoda. El miedo es poderoso y atenta contra la razón.
—Quiero es divorcio. —digo con convicción.
Estoy en el ascensor ensayando lo que quiero decir, organizando mis pensamientos para que Martín por fin pueda entenderme y acepte sin problemas. Me paro delante de mi puerta y tomo una profunda respiración antes de meter la llave en la cerradura y abrirla. Todo está en absoluto silencio cuando ingreso, las luces están encendidas así que asumo que deben estar en algún lado.
Escucho voces bajas en el cuarto de invitados, me asomo con cuidado porque me interesa escuchar esa conversación.
—Tienes que portarte bien con Raquel, ella cuidará de ti mientras no estoy. —dice Martín, al menos está siendo un buen padre—. Si no lo haces, te llevaré a un internado o un orfanato y que se encarguen de ti allá. Yo no podría cuidar de un niño como tú —retiro lo dicho.
¿Qué clase de monstruo le dice eso a un niño?
—Ya no tendrás a tu madre que esté cumpliendo tus deseos, acá deberás ganártelo todo. —Me llevo las manos a la boca de la impresión. ¿Por qué le dice eso? ¿Cómo puede decirle de forma tan cruel que ya no podrá contar con su madre?
—Eres el peor padre del mundo. Te detesto. —responde el niño.
—Como sea, no me importa. Será mejor que te duermas y no molestes más. —escucho sus pasos acercándose a la puerta y me regreso a la sala con pasos rápidos. No quiero que sepa que lo escuché hablar.
—¿Hace mucho llegaste? —Me pregunta como si nada hubiera pasado.
—No, acabé de llegar. —Los dos podemos jugar al mismo juego.
—Que bien, Mateo y yo ya cenamos. Te gustamos pizza. —señala la caja que está en la encimera.
—Gracias, amor. —Le doy una sonrisa venenosa, pero él no lo sabe.
—Con gusto, nena. Quise hablar con Mateo de lo que está pasando. —suspira—. Es un niño difícil y lamento que tengas que cuidarlo por un tiempo.
«No, no es un niño difícil», pienso dentro de mí.
—No hay problema. Ve a la cama, termino de comer y me uno a ti. —Se levanta para darme un beso.
—Te espero.
Lo veo con su andar campante, escucho el crujir de la caja de cartón y cuando bajo la mirada veo que mis manos la están apretando. Tengo demasiada rabia, es más grande que mi frustración. Venía con la intención de pedir el divorcio, pero ahora todo ha cambiado.
Paso la pizza con una copa gigante de vino, necesito el alcohol para poder dormir al lado del mentiroso y no hacerle daño en el intento. Recojo los platos que han ensuciado y los lavo, mi cocina se ve reluciente cuando termino y ya no puedo retrasar lo inevitable.
Me detengo en el cuarto de Mateo, las luces están apagadas y él está desarropado con un libro casi cayendo de su mano. Tomo la cobija que tiene a los pies y la subo hasta que lo cubre por completo, retiro el libro de sus manos y lo pongo en la mesa de noche.
—¿Cómo puedo dejarte solo con él? —acaricio su cabello con suavidad—. No puedo simplemente irte y dejarte a tu suerte. No es justo para ti que lo haga, no importa si yo debo quedarme con él. Eres un ser inocente que solo merece amor.