Deo
Finalmente, después de una merecida luna de miel, Marla y yo regresamos a casa. Ella cree que viviremos con mis padres, pero la realidad es otra. He comprado una casa para nosotros en un suburbio tranquilo y familiar. Así quiero que crezca nuestra hija. La casa es de dos pisos con un patio bastante amplio, tiene cuatro habitaciones, cinco baños y todas las comodidades necesarias para una gran familia. No está del todo amueblada, quiero que ella sea partícipe de ese proceso y por eso contrataré a la socia de Athena.
Ella promete que es una experta y confío en su palabra, su negocio ha crecido mucho y parte del éxito de ambas se debe al compromiso y profesionalismo.
—¿Por qué estamos tomando otro camino? —pregunta ella cuando ve que me desvío.
—Te tengo una sorpresa —evito mirarla para no ocasionar un accidente, pero no puedo evitar tocar su rodilla.
—¡Sí!, amo las sorpresas. —baila un poco en su asiento y me rio de lo infantil que se ve.
—La amarás. —Me encanta verla feliz.
Estaciono el auto frente a la casa blanca, tiene una reja grande como medida de protección extra porque eso nunca está de más.
—Déjame ayudarte. —salgo con rapidez para poder abrir su puerta y ayudarla a bajar.
—Muchas gracias, mi dulce dios. —me da un beso.
—Es todo un placer, mi bella esposa. —la tomo de la mano y la dirijo hasta la puerta—. ¿Compraste una casa para nosotros? —se escucha emocionada.
—Lo hice. Aquí quiero que construyamos nuestro hogar, qué cereza nuestra familia. —abro la reja para que podamos ingresar—. ¿Te gusta? — quiero que la ame tanto como yo.
—Me encanta, muchas gracias por pensar en nuestro futuro. —llora un poco, pero no me alarmo. Sé que es de felicidad.
Recorremos la casa, pasamos por el salón principal, la cocina y el patio. Luego subimos hasta el segundo piso donde están las habitaciones, son cuatro en total y cada una tiene su propio baño y eso fue lo que me terminó de convencer. Quiero que mis hijos tengan privacidad.
Marla se emociona cada vez más, sus ojos brillan con cada paso que da y estoy feliz de la elección que hice. La escucho parlotear sobre las cosas que quiere, los cuadros y demás y todas las dudas que tuve durante nuestra luna de miel quedan en el olvido. Ha vuelto a ser la misma mujer de la que me enamoré.
—Quiero que pintes la habitación de la bebé. —me pide.
—Sabes que hace mucho que no lo hago. —reflexiono sobre ello, creo que la última vez que pinté algo fue antes del accidente de mi hermano.
—Por eso mismo, sé lo mucho que te apasiona. Quiero que nuestra hija tenga una habitación pintada por su padre.
Recuerdo lo mucho que me gustaba pintar cuando era más joven, el arte era algo que compartía con Athena, solíamos pasar horas juntos. Ella fotografiaba los paisajes y yo me sentaba a su lado a pintar. Se supone que eso era lo iba a estudiar, pero todo quedó paralizado con el accidente de Darius, tuve que tomar su lugar en la empresa familiar y pintar era una distracción.
Siento como me emociono cada vez más con la idea de retomarlo.
—Está bien, puedo hacerlo. —En mi mente ya se forman imágenes de lo que quiero.
Quiero pintar el bosque que hay detrás de mi hogar, quiero que mi hija tenga esas maravillosas vistas mientras crece.
—Ve por los materiales, yo esperaré aquí. —Me anima y no me puedo resistir.
—No me demoro. —Le doy un beso pequeño y salgo corriendo de casa.
Conduzco hasta la tienda de pinturas más cercana y compro pintura rosa, diferentes tonos de verde, café, solvente, brochas, rodillos y demás. Compro tantas cosas algunos trabajadores de la tienda me tiene que ayudar a subirlas al auto, la excitación recorre mis venas en estos momentos y sé que la imagen que tengo en mi cabeza no saldrá hasta que logre plasmarla.
Nuestra casa no está equipada, al menos no por completo, así que paso por un restaurante y compro comida para Marla y para mí, compro algunas bebidas también y cuando estoy seguro de que tengo todo lo necesario conduzco de regreso a mi hogar.