Marla
Se supone que todo terminaba después de mi boda, que me centraría en amar a mi esposo y haríamos nuestra vida juntos, tranquilos y felices uno al lado del otro, pero nada salió como lo planee.
Mi ilusión y serenidad no duró mucho, a los minutos de casarme me abordó y caí como la tonta que soy.
—Ya eres la señora Vlachos, solo que no la mía. —dice burlón entrando al baño donde vine por algo de frescor.
—Déjame en paz, Darius. Ya no quiero nada contigo. —prácticamente le ruego.
—No me he cansado de ti, Marla. No podría aunque quisiera. —Se pone detrás de mí, sus manos suben mi vestido de boda y aunque quiero detenerlo no puedo.
—¿Por qué le haces esto a tu hermano? —Le pregunto, aunque la traición es de partes de ambos.
—Esto no lo estoy haciendo solo, Marla. Tú eres parte de este juego de traición; no obstante, responderé tu pregunta. Deo es mi hermano y lo quiero a mi manera, pero me divierte quitarle las cosas que él más ama. Es su pago por nacer después de mí y ser la adoración de mi madre. —explica el motivo de su rencor.
—Creí que ese accidente te cambiaría, que equivocada estada. —Lo veo sonreír a través del espejo mientras continúa tocándome.
—No, no lo hizo y lo agradezco. Fue duro al principio, pero me recuperé y ahora soy mucho mejor. —Su sonrisa sugiere lo orgulloso que se siente de su personalidad.
—Eres un asco de ser humano. —Me separo de él con brusquedad, no quiero seguir su juego.
Salgo del baño queriendo huir de él, pero me alcanza y me toma del brazo para que gire a mirarlo.
—Ambos lo somos, estás casada ahora y para colmo esperas un bebé. ¿Estás segura de que es de él? —cuestiona burlón.
—Es su bebé, no considero que tú puedas procrear más. —Le regreso la burla.
—¡Eres una …! —No termina la frase porque mi esposo nos interrumpe.
—¿Está todo bien? —Nos pregunta cuando está cerca de nosotros.
—Sí, solo hablábamos. La felicitaba por la boda. —Es Darius el que responde.
—Sí, tu hermano ha sido muy amable. —apoyo lo que dice el insensible.
—Bien, vamos. Es hora de nuestro baile. —toma mi mano y me lleva de regreso hasta la pista de baile.
Me toma entre sus brazos con delicadeza y me acerca hasta que mi vientre choca contra el suyo. Encajamos a la perfección, pero yo lo estoy arruinando.
—Te amo mucho, las amo mucho. —Me da un beso tierno.
—Te amo mucho más. —pongo mi cabeza en su pecho y nos mecemos al ritmo de la música.
—¿Puedo bailar con la novia? —pregunta Darius.
—Claro, hermano —acepta mi esposo.
—Ya detente, por favor. No quiero que estés cerca de mí. —Solo permanezco cerca de él para no llamar la atención.
—Solo lo haré cuando me canse de ti, eso ya te lo dije. Sería divertido decirle a tu esposo la verdad, ¿no lo crees? —Me inclina hacia atrás siguiendo la música.
—¡No te atreverías! —grito en voz baja. Algunos invitados nos miran, pero yo sonrío indicando que todo está bien.
—Entonces no me digas que hacer. —continuamos bailando hasta que decido que la presión es demasiada y le pido a mi esposo marcharnos.
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Pensé que mi luna de miel sería mi momento dichoso y pacífico, pero hasta acá me siguió mi tormento en forma de hombre. Darius se presentó con la excusa de querer descansar; sin embargo, conozco sus segundas intenciones.
—Cuñada, escuché que mi hermano está inseguro. ¿Ya no lo amas? —inquiere ingresando a la habitación.
—Lo amo más que a nada y que a nadie. —espeto segura de mis sentimientos.
—Sí, claro. Haré como que te creo. —odio su actitud altiva, se considera superior a todos. Pero no siempre la odié, recuerdo lo mucho que eso me hacía sentir antes.
—No te quedes en nuestra casa, no le hagas eso a tu hermano. —Deo no se merece el daño que le estamos haciendo.