El salón del castillo había sido transformado en un escenario oscuro y seductor. Candelabros antiguos inundaban la habitación con una luz rojiza, como si las llamas lamieran las paredes de piedra. Telas negras colgaban desde el techo y un enorme vitral cubierto parcialmente dejaba entrar un rayo de luz fría, como una luna enferma. El director de arte se paseó frente a la cámara con los brazos abiertos:
—Temática vampírica gótica —anunció, exultante— La aristocracia quiere simbolismo y oscuridad. Belleza y amenaza. Seducción y muerte.
Evan sonrió con todos los dientes. Anthony sintió que sus piernas temblaban. La asistente extendió un abrigo largo y negro hacia Evan: piel sintética, cuello alto, textura como alas nocturnas. Para Anthony, un traje de seda blanca, casi translúcido, con bordes plateados.
—Tú serás la luz —le dijo la asistente a Anthony.
—Y tú —agregó mirando a Evan— serás la sombra que lo reclama.
Evan lanzó una mirada lenta, hambrienta, directa a Anthony. Anthony bajó la vista al instante.
ESCENA 1 — EL ACECHOEl fotógrafo dio la señal. Anthony debía permanecer junto a una columna de mármol, rígido, perfecto, mirando hacia el vacío. Evan debía acercarse desde atrás, como un depredador elegante.
Anthony respiró hondo. Él conocía las reglas: inmovilidad, obediencia, silencio. Pero Evan no conocía ninguna. El modelo caminó hacia él con pasos suaves, casi inaudibles. Anthony sintió la presencia detrás de su espalda, cálida, intensa, casi corporal. Un susurro de aire rozó su nuca.
—No respires tan rápido —murmuró Evan, cerca del oído— Parece que te voy a comer.
Anthony se estremeció. El director gritó desde atrás:
—¡Perfecto! ¡Más tensión!
Evan sonrió contra la piel de Anthony, aunque no lo tocaba.
—¿Te asusto?
—No… —mintió Anthony.
—Entonces mírame.
Anthony intentó obedecer. Giró el rostro despacio, como si le pesara el alma. Y cuando sus ojos se encontraron, una corriente ardiente atravesó ambos. Click. Click. Click. La cámara explotaba en destellos.
ESCENA 2 — LA OFERTACambian el set. Un trono gótico, negro y plateado, adornado con símbolos de rosas marchitas. Anthony debía sentarse en él, tranquilo, sumiso, casi etéreo. Evan debía arrodillarse a su lado.
Cuando Anthony se sentó, sintió el peso del trono. Demasiado semejante a su vida. Evan se acomodó a sus pies, apoyando un brazo sobre el reposabrazos. Sus ojos verdes brillaban como gemas peligrosas.
—Así que este es tu mundo —murmuró Evan sin dejar de mirarlo.
—No… yo… —Anthony tragó saliva— No es mi elección.
—Nadie elige una jaula —respondió Evan.
El fotógrafo gritó:
—¡Evan, más cerca! ¡Como si quisieras seducirlo o desafiarlo!
Evan obedeció pero a su manera.
Tomó la mano de Anthony. La alzó hacia sus labios. No lo besó. No llegó a tocarlo. Pero el gesto ardió como fuego sobre la piel del rubio. Anthony soltó un leve jadeo que no pudo contener.
Click.
Click.
El director murmuró:
—Esto es oro puro.
Anthony quería negar, apartarse, desaparecer pero también quería quedarse, sentir, respirar libremente por una vez.
Y Evan lo sabía.
ESCENA 3 — EL PRIMER ROCESiguiente set. Un sofá de terciopelo rojo, cortinas negras, un espejo enmarcado en oro viejo. La escena debía retratar un momento íntimo… sin contacto explícito.
—Anthony de pie, Evan sentado —ordenó el director— Él te mira como si fueras un anhelo prohibido.
Evan bufó suave.
—Eso es fácil.
Anthony sintió las mejillas arder. El rubio se colocó frente al sofá. Evan se dejó caer en él, piernas abiertas, mirada desafiante.
—Acércate más —ordenó el fotógrafo a Anthony.
Anthony dio un paso.
—Más.
Otro paso.
—Más.
Evan lo tomó de la muñeca.
—¿Sabes cuántas veces al día te dicen qué hacer? —preguntó con voz baja.
—Lo suficiente —susurró Anthony.
—¿Y cuántas veces quisieras decir que no?
Anthony levantó la vista, por primera vez sin miedo.
—Más de las que puedo admitir.
Evan sonrió.
—Entonces di “no” ahora.
Anthony sintió que el mundo se detenía.
Toda su vida había sido sí, madre, sí, padre, sí, señor. . Decir no era un crimen. Una traición. Una libertad peligrosa. El fotógrafo gritó:
—¡Anthony, no te muevas! ¡Evan, inclínate como si fueras a besarlo!
El aire explotó entre ellos. Evan acercó su rostro al de Anthony. Demasiado cerca. Tan cerca que Anthony sintió el calor de sus labios sin tocarlos. Sus respiraciones se mezclaron. Los corazones golpeaban como golpes sordos, invisibles. Y de pronto la puerta se abrió con violencia. Un sirviente entró corriendo, pálido.
—¡Joven Beaumont! ¡Sus padres lo exigen en este instante!
Anthony retrocedió como si lo hubieran golpeado. La cadena invisible volvió a cerrarse en su cuello. Se inclinó, obediente. Pero Evan lo sujetó del brazo antes de que diera un paso. Su voz fue un murmullo grave, profundo, casi peligroso:
—Si sales por esa puerta lo perderás todo.
Anthony lo miró con los ojos temblorosos.
—¿Qué… qué perderé?
Evan lo atrajo un poco más cerca, sin miedo a la mirada de nadie.
—A mí.
El mundo se congeló. El sirviente tragó saliva. El fotógrafo dejó caer la cámara. Y Anthony…. Anthony sintió que el corazón le ardía de un modo completamente nuevo.
¿Obedecerá Anthony una vez más a sus padres, o dará su primer paso hacia la libertad siguiendo a Evan? ¿Y qué hará Evan si la aristocracia intenta arrancar a Anthony de su lado antes de que el vínculo entre ellos siquiera florezca?