Amantes de Cristal

EL PRIMER ACTO DE REBELIÓN

Anthony llegó al boulevard jadeando, con el corazón desbocado. La brisa fría agitaba su cabello rubio mientras las luces de los faroles acariciaban su piel pálida. Y allí estaba él. Evan. Sentado en el banco, con la mirada perdida en el horizonte.

Cuando levantó la vista, su expresión se quebró. Primero sorpresa. Luego preocupación. Luego algo mucho más profundo.

—Anthony… ¿qué haces aquí? —preguntó levantándose de inmediato.

Anthony dio un paso hacia él, temblando.

—No podía… —su voz falló— No podía quedarme allí ni un segundo más. Mi padre, mi madre quieren.obligarme a casarme.

Evan se quedó inmóvil. Silencio. Un silencio espeso, oscuro, cargado.

—Ven aquí —dijo finalmente.

Anthony cayó en sus brazos como si el mundo se derrumbara. Evan lo sostuvo con fuerza, una mano en la nuca, la otra en la espalda, abrazándolo como si pudiera recomponerlo con solo tocarlo.

Anthony hundió el rostro contra su cuello.

—No quiero esa vida, Evan. No quiero ese matrimonio. No quiero seguir obedeciendo.

Evan cerró los ojos, respirando hondo.

—No sabes lo que estás diciendo —susurró con la voz quebrada— La aristocracia no suelta a los suyos. Si te rebelas, si me eliges a mí, te convertirán en su enemigo. Y a mí me destruirán.

Anthony levantó la cabeza, con los ojos brillantes.

—Ya te destruyeron, Evan. Te quitaron tu trabajo. Tus pasarelas. Tus contratos. Por mi culpa.

Evan tragó saliva.

—Nadie me destruye sin que yo lo permita —dijo con rabia contenida— Ellos quieren someterme igual que a ti. Pero yo no nací para arrodillarme.

Anthony sostuvo su rostro con ambas manos.

—Entonces enséñame a no arrodillarme.

Evan abrió los ojos, sorprendido.

—¿Qué…?

—Enséñame a ser libre, Evan —susurró Anthony— No sé cómo hacerlo solo.

Las palabras golpearon el pecho de Evan como un puño caliente. Nunca nadie le había pedido algo así. Nunca nadie lo había mirado con esa mezcla de miedo y devoción. Evan tomó aire, un aire que se sentía como fuego.

—Si te llevo conmigo ahora… no hay vuelta atrás.

—Lo sé.

—Te convertirás en un fugitivo dentro de tu propio mundo.

—Lo sé.

—Te odiarán. Te perseguirán.

—Lo sé.

—Tu apellido será un arma contra nosotros.

—Lo sé.

—Anthony si caminas conmigo hoy no volverás a ser el hijo perfecto.

Anthony lo miró con una serenidad que nacía del sufrimiento.

—Nunca fui perfecto. Solo fui obediente.

Evan sintió que algo dentro de él se rompía y se recomponía al mismo tiempo. Lo atrajo más cerca. Sus frentes chocaron.

—Por Dios, Anthony… —susurró con la voz rota— ¿Por qué tenía que ser contigo?

Anthony sonrió apenas, triste, dulce, trágico.

—Porque tú eres el único que me mira como si yo fuera real.

EL CONTROL DESCIENDE

Un automóvil negro se detuvo al final del boulevard. Las luces se apagaron.bDos figuras descendieron.vEvan lo percibió antes de que Anthony girara.

—No te muevas —murmuró rápido.

Pero Anthony ya había reconocido la silueta que avanzaba. Su madre. Su padre. Y dos guardias detrás.

—Anthony Beaumont —dijo su padre, con la voz de un verdugo— Vas a volver al castillo. Ahora.

Anthony retrocedió un paso instintivo. Evan se colocó delante de él, como un escudo humano.

—No se atrevan a acercarse —advirtió Evan.

La madre lo miró con un desprecio que podría haber congelado el océano.

—Tú ya no existes para nuestra familia.

Evan sonrió..Una sonrisa torva. Peligrosa.

—Lástima. Anthony sí existe para mí.

El padre avanzó un paso.

—Anthony, hijo ven aquí. Has pasado por un momento emocional. Estás confundido. No sabes lo que dices ni lo que haces.

Anthony tragó saliva. Su cuerpo tembló. Sus piernas flaquearon. Evan lo tomó del brazo.

—Anthony. Mírame. No los escuches.

Pero Anthony no podía moverse. Las palabras de su padre lo envolvieron como cadenas invisibles. Las de su madre lo ataron aún más. El miedo lo paralizó. Toda su vida había sido entrenado para obedecer esa voz. Para complacer. Para inclinar la cabeza. Evan vio cómo la luz en esos ojos azules empezaba a apagarse. Sintió pánico. Rabia. Amor. Todo mezclado.

—Anthony —susurró— No me dejes solo.

Anthony apretó los labios. Una lágrima cayó. Y en ese instante, su madre pronunció la frase que lo quebró:

—Si das un paso más hacia ese muchacho
dejarás de ser nuestro hijo.

Anthony sintió el mundo derrumbarse. El llanto se acumuló en sus ojos. Su garganta ardió. Su cuerpo se congeló. Evan vio el cambio.nSintió la ruptura. Y su alma se desgarró. Anthony, temblando, dio un paso pero no hacia Evan. Un paso hacia sus padres.

—Anthony — susurró Evan, con la voz rota— No.

Anthony cerró los ojos.

—Lo siento…

Los guardias rodearon a Evan.
El padre tomó a Anthony por el hombro, posesivo.bY justo cuando el auto volvió a encenderse para llevarse al heredero Anthony giró el rostro hacia Evan, con lágrimas cayendo, y sus labios pronunciaron sin voz:

Sálvame.

Evan dio un paso para correr hacia él pero alguien lo sujetó por detrás. Era un tercer guardia que había estado oculto en la sombra.

—Tú no vas a volver a acercarte a él —susurró.

Evan rugió. Anthony fue empujado dentro del auto. La puerta se cerró. El auto arrancó. Evan, sujeto por los guardias, gritó su nombre con toda la furia del mundo:

—¡ANTHONY!

Y Anthony, desde la ventanilla empañada, extendió una mano temblorosa antes de desaparecer entre las luces de la ciudad.




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