Anthony no recordaba la última vez que había dormido sin sobresaltarse. Las sombras ya no eran simples sombras; eran advertencias. Los ruidos ya no eran ruidos; eran pasos. El viento ya no era viento; era un susurro con rostro femenino. El acoso de Claudia había abierto en su mente una grieta invisible y por ella se colaban todos sus miedos.
Cada crujido lo hacía temblar..Cada sombra lo encogía. Cada silencio lo desesperaba. Y lo único que lo calmaba era él: Evan. Su toque. Su voz. Su cuerpo. Su presencia.
Anthony se refugiaba en él como quien se aferra a un altar para no ser arrastrado por la tormenta.
EL REFUGIO QUE ES UN ABRAZOEvan despertó esa mañana cuando sintió a Anthony encogido sobre su pecho, respirando rápido.
—Anthony… —susurró acariciándole el cabello— Estoy aquí.
—No me sueltes —pidió Anthony, con voz temblorosa.
Evan lo abrazó más fuerte.
—Nunca lo hago.
Anthony lo sostuvo como si tuviera miedo de que desapareciera.
—Tengo miedo — confesó — No quiero perderte. No quiero que ella te toque. Ni a ti ni a mí. No quiero que vuelva a entrar aquí. No quiero…
Su voz se quebró, y Evan lo abrazó con una delicadeza feroz.
—Te juro que nadie va a tocarte —susurró— No mientras yo respire.
Anthony se aferró a él como si fuera lo único sólido en el mundo.
—Si me sueltas, siento que el mundo se apaga —murmuró.
Evan lo tomó del rostro y lo obligó a mirarlo a los ojos.
—Anthony, escúchame. Yo soy tu mundo ahora. Y tú eres el mío.
Anthony tragó saliva, y un pequeño brillo desesperado asomó en su mirada.
—No me dejes…
—No sé hacerlo —respondió Evan con una sonrisa suave— Ni quiero aprender.
Anthony apoyó la frente en su cuello y respiró profundamente, tratando de sentir vida. Calma. Seguridad. Y por un instante, lo logró.
EVAN BAJA AL PUEBLOAnthony estaba demasiado tenso, demasiado paranoico para salir. Así que Evan decidió ir solo al pueblo a comprar víveres y velas.
—No tardes —pidió Anthony, sosteniéndole la camisa— Por favor vuelve rápido.
Evan le besó la frente.
—Siempre vuelvo contigo.
Anthony cerró los ojos, asintiendo. Evan caminó hacia el pueblo con la determinación clavada en los huesos. Tenía que pensar. Tenía que planear cómo proteger a Anthony.
Tenía que encontrar una forma de detener a Claudia antes de que ella los destruyera desde adentro. Pero al llegar al mercado…
La tensión lo esperaba. Apoyado contra un poste, con esa sonrisa desagradable que ya conocía, estaba el hombre racista.
—Mirá quién volvió —dijo el tipo— El morochito del aristócrata.
Evan ignoró el comentario y siguió caminando. Pero el hombre lo siguió.
—Qué lindo que los dos vengan al pueblo, aunque parece que hoy viniste solo.
Evan apretó el mandíbula.
—No hablo contigo.
El hombre se río.
—Ni falta hace. Ya tengo lo que quería decirte.
Evan se detuvo. Muy despacio. Sin girarse. El hombre aprovechó.
—Tu jueguito con el chico blanco se terminó.
Evan giró la cabeza lo justo para verlo.
—¿Qué dijiste?
—Vinieron buscándolo. Unos tipos de ciudad. Caras duras, ropa cara. Y preguntaban por un rubio aristocrático que vive con un modelo negro
Evan sintió la sangre hervirle.
—¿Les dijiste dónde estamos?
El hombre sonrió con todos los dientes.
—Les dije que no sabía. Pero ellos respondieron que igual lo iban a encontrar.
Evan dio un paso hacia él. El hombre retrocedió.
—Escuchame bien —dijo Evan con voz baja y peligrosa— Si se meten con Anthony, juro que no te va a gustar lo que me vas a ver hacer.
El tipo tragó saliva. Evan se giró y siguió caminando, respirando profundo para no explotar.
ANTHONY, EN LA CABAÑAEn la cabaña, Anthony intentaba mantener la calma. Leía. Tomaba té. Caminaba. Respiraba. Pero cualquier sombra lo hacía saltar. Cuando escuchó un golpe afuera, casi se cayó de la silla. Pero al mirar por la ventana vio a un zorro cruzando el jardín.
Suspiró. Se limpió el sudor de la frente.
—Evan vuelve pronto… —murmuró.
Media hora después, la puerta se abrió. Anthony se levantó tan rápido que casi se tropieza.
—¡Evan!
Evan apenas tuvo tiempo de soltar las bolsas antes de que Anthony se lanzara a sus brazos y lo abrazara con fuerza desesperada.
—No tardes así… —susurró Anthony— Creí que….No importa. Estás aquí.
Evan correspondió el abrazo, deslizando una mano por su espalda.
—Estoy aquí —repitió— No pasó nada. Estoy contigo.
Anthony escondió el rostro en su pecho. Evan, sin soltarlo, caminó con él hacia la cama y se sentaron abrazados, respirando juntos.
—Lo siento —dijo Anthony—.Siento ser así.
—No te disculpes —respondió Evan — No estás mal. Solo estás asustado. Y yo voy a estar aquí cada vez que tengas miedo.
Anthony levantó el rostro y lo besó lentamente. Con necesidad. Con fragilidad.
Con amor.
—Evan no me sueltes.
—Nunca.
Cuando Anthony por fin logró dormir una siesta abrazado a Evan, el celular de Evan vibró sobre la mesa. Un mensaje desconocido.
Sin número. Sin nombre. Solo una frase:
¿De verdad creíste que iba a rendirme tan fácil?
Evan sintió un frío brutal recorrerle la espalda. Y cuando levantó la vista, sobre la ventana había una nueva marca: un pétalo blanco ,pegado con cinta. Claudia sabía exactamente dónde estaban. Pero Anthony dormía plácidamente en sus brazos. Y Evan juró que nada, ni Claudia ni nadie, se lo arrebataría.