El auto avanzó entre montañas ocultas por neblina y caminos sin nombre. El amanecer encontró a Evan todavía conduciendo, incansable, con los ojos enrojecidos por la tensión. Anthony dormía recostado contra él, respirando serenamente por primera vez en semanas. Cuando despertó, el paisaje había cambiado por completo.
Delante de ellos se extendía un valle oculto entre picos nevados, iluminado por un sol débil y dorado. Un puente antiguo custodiado por dos estatuas masculinas de mármol conducía hacia un pueblo extraordinario. Anthony parpadeó.
—Evan ¿dónde estamos?
Evan sonrió por primera vez en muchas horas.
—En un sitio donde no podrán encontrarnos.
Ni Claudia. Ni tus padres. Ni nadie que no esté invitado.
Anthony lo miró confundido. Evan tomó su mano.
—Bienvenido a Eldermoon, el santuario más seguro del mundo para quienes aman como nosotros.
EL PARAÍSO SOLO PARA ELLOSAl cruzar el puente, Anthony quedó sin aliento. Eldermoon era un sueño hecho piedra y luz:
• Casas de cristal y madera pulida
• Jardines con fuentes decoradas con esculturas de parejas masculinas
• Calles impecables con balcones adornados por flores
• Cafeterías con mesas en terrazas elevadas
• Hombres tomados de la mano caminando sin miedo
• Parejas abrazadas a plena luz del día
• Niños adoptados por hombres que reían mientras jugaban
Todo estaba impregnado de elegancia, calma y una armonía imposible de falsificar. Anthony llevó una mano a su boca. Sus ojos celestes temblaron.
—Evan esto ¿esto es real?
Evan lo abrazó por la cintura.
—Sí. Es real. Un refugio fundado hace doscientos años para proteger a los hombres perseguidos. Para darles hogar.
Para darles dignidad. Para que nadie pueda herirlos.
Anthony sintió que el pecho se le abría.
—¿Y Claudia…?
Evan negó lentamente.
—Las montañas tienen guardianes.
Nadie entra sin permiso. Si ella intentara cruzar…
—¿Qué? —preguntó Anthony con los labios temblando.
Evan acarició su mejilla.
—No saldría con vida.
Anthony se estremeció, no por miedo sino por alivio. Un alivio tan profundo que le hizo temblar las rodillas.
UN NUEVO HOGARUn hombre elegante, de cabello blanco y mirada amable, se acercó a recibirlos.
—Bienvenidos a Eldermoon —dijo con una sonrisa cálida— Soy Lucien, el custodio del valle. Nos alegra tenerlos aquí.
Su mirada observó a Anthony con delicadeza, sin juicio.
—Veo cansancio en tu alma, joven. Pero aquí podrás descansar sin miedo.
Anthony sintió lágrimas arder en sus ojos.
—Gracias —murmuró— De verdad gracias.
Lucien sonrió y les entregó una llave tallada en metal oscuro.
—Esta será su casa. Sigan el camino de piedra plateada. Todo lo que necesiten, Eldermoon se los proveerá.
Evan tomó a Anthony de la mano y caminaron juntos hacia su nueva vivienda. Era pequeña, hermosa y luminosa, con un balcón que daba al valle y un jardín privado lleno de flores azules. Anthony se quedó de pie sin moverse. No lloró. No habló. Solo respiró.
Por primera vez en mucho tiempo respiró sin miedo. Evan se acercó por detrás y lo abrazó.
—Este será nuestro verdadero paraíso —susurró en su oído— Nuestro hogar.
Anthony apoyó la cabeza en su hombro.
—Evan gracias por traerme aquí. Gracias por no soltarme nunca.
Evan le acarició la espalda.
—Nunca lo haré.
Mientras ellos encontraban paz, Claudia perdió la poca cordura que le quedaba. Encerrada en un lujoso salón de la ciudad, arrojó sillas, copas, pétalos, cortinas.
Sus hombres no podían acercarse a ella sin arriesgar sus vidas.
—¿DÓNDE ESTÁN? —gritó con voz desgarrada.
—No lo sabemos, señora… —respondió uno, temblando.
Claudia se giró hacia él con ojos afilados.
—BUSQUEN. BUSQUEN A ANTHONY. AUNQUE TENGAN QUE VOLTEAR LA TIERRA ENTERA.
El hombre tragó saliva.
—Señora los rastros se pierden en la montaña. Nadie cruza esas montañas. Es territorio prohibido.
Claudia lo tomó del cabello y lo obligó a mirarla.
—¿Crees que me importan sus prohibiciones? Anthony es mío. Y el que lo tocó….Esa cosa oscura…
—¿Evan…? —susurró el hombre.
Ella sonrió con locura pura.
—Él será el primero en morir.
Lo juro.
Se giró hacia la ventana, respirando agitada.
—Anthony cree que está a salvo. Qué adorable. Qué ingenuo.
Su sonrisa se ensanchó.
—Pero no existe lugar en este mundo al que yo no pueda llegar si lo que estoy buscando es mi amor.
UNA NOCHE EN ELDERMOONEn el nuevo hogar, Evan y Anthony cenaron en paz, mirando las linternas flotantes que iluminaban las calles. Anthony apoyó la cabeza en el pecho de Evan.
—Evan… por primera vez…siento que puedo vivir.
Evan besó su frente.
—Y por primera vez… siento que puedo protegerte.
Anthony rió suavemente.
—Evan ¿ves ese balcón? Quiero que esta sea nuestra vida. Quiero dormir sin miedo. Quiero amarte sin mirar atrás.
Evan lo abrazó.
—Lo tendrás. Lo juro.
Las luces se apagaron lentamente. La noche envolvió la casa. Parecía la paz definitiva. Parecía el final del terror. Pero no lo era. A medianoche, mientras Anthony dormía profundamente por primera vez en semanas Evan salió al balcón para respirar.
Era hermoso.
Era seguro.
Era perfecto.
Hasta que vio algo en la montaña lejana. Un destello. Una pequeña luz blanca moviéndose. No era una estrella. No era una linterna del pueblo. Era alguien caminando.
Alguien avanzando entre las rocas prohibidas. Alguien que no debería estar vivo allí. Evan sintió un escalofrío brutal. La luz blanca se detuvo. Luego se alzó, como si saludara. Y aunque estaba a kilómetros Evan supo quién era.
Claudia había encontrado el camino hacia la muerte misma. Y estaba cruzándolo por Anthony.