Amantes de Cristal

LUZ SOBRE DOS CORAZONES

Eldermoon amanecía bajo un cielo transparente, despejado, que parecía pintado por manos divinas. Cada mañana el sol se reflejaba en los techos de cristal, creando destellos dorados que iluminaban las calles como si el pueblo entero fuera un enorme vitral viviente.

La energía solar alimentaba todo:
desde las casas inteligentes hasta los trenes silenciosos que atravesaban el valle sin emitir un solo ruido. Las flores se abrían al paso de los peatones gracias a un sistema sensorial ecológico. Las farolas se encendían con el movimiento. Y los autos volvían automáticamente a su estación si sus dueños olvidaban aparcarlos.

Era un mundo tan avanzado que parecía imposible creer que existiera en la misma época que cualquier otro país del planeta.

Pero lo mejor no era la tecnología. Era la gente. No había prejuicios. No había diferencias. No había etiquetas.

Solo hombres amándose libremente. Solo parejas de hombres caminando tomadas de la mano, riendo, viviendo. Anthony nunca había visto algo así hasta Evan.

LAS CALLES EMPAPELADAS CON BELLEZA

Una semana después del debut de Evan como modelo estrella de la Casa Arthemis, el valle entero amaneció empapelado con sus fotografías. Gigantografías colgadas en los edificios. Pantallas holográficas mostrando su rostro perfecto. Anuncios interactivos donde Evan miraba directamente al espectador y sonreía con esa mezcla de misterio y calidez que solo él tenía.

Anthony se quedó helado al ver la primera pantalla principal, instalada en la Plaza Dorada. Era Evan. Su Evan. Majestuoso. Imponente. Hermoso como un dios antiguo vestido con ropas modernas. El anuncio decía:

EVAN HALE — LA NUEVA LUZ DE ARTHEMIS

Anthony sintió un nudo en la garganta. Por orgullo. Por amor. Por emoción pura.

—Evan mírate —susurró con lágrimas brillándole en los ojos— Estás en todos lados…

Evan lo abrazó por detrás, apoyando el mentón en su hombro.

—¿Y te das cuenta? —respondió él— En todas y cada una estoy mirándote a ti.

Anthony rió, avergonzado, enterrando el rostro en su cuello.

—Eres imposible…

—Soy tuyo —murmuró Evan, besándole la mejilla.

A su alrededor, la gente saludaba a Evan con respeto.

—¡Evan! ¡Brillante trabajo!
—¡Qué maravilla de fotos!
—¡Anthony, tienes un talento sobrenatural!

Y Anthony solo sabía sonrojarse mientras Evan lo abrazaba con ternura.

EL ORGULLO DE ANTHONY

Una de las fotografías era su favorita: Evan, de pie, con una capa de terciopelo blanco cayéndole por los hombros, con la piel negra contrastando bajo la luz suave. Los ojos verdes mirando directo al alma. Anthony se acercaba a verla todos los días.

—No puedo creer que yo tomé esto —decía siempre.

Dorian lo escuchó una vez y rodó los ojos.

—¡Querido! ¡Por supuesto que lo hiciste tú!
Eres el fotógrafo prodigio del valle. Tu lente ama a tu hombre tanto como tú.

Anthony se rió, ruborizado.

—Me inspiro demasiado…

—Y eso te hace único —respondió Alistair con calidez.

Evan, desde atrás, los abrazó a ambos por el cuello.

—A mí me inspiras tú —le murmuró en el oído.

Anthony casi se derrite ahí mismo.

VIDA EN ELDERMOON — PURA FELICIDAD

Trabajar juntos hizo que su relación floreciera aún más.

En el estudio…

—Anthony, no me mires así —decía Evan entre risas mientras posaba.

—No estoy mirándote así —mentía Anthony con un tono peligroso.

—Sí lo estás. Y luego me pierdo.

Anthony subía la cámara.

—No te pierdas. Solo déjate capturar.

CLICK.

Y el mundo temblaba.

En su hogar…

Cocinaban juntos (Anthony quemaba todo, Evan salvaba el día). Decoraban su sala con luces ecológicas. Veían películas antiguas abrazados. Se quedaban dormidos en el sofá, con el gato encima de Anthony.
Compartían baños llenos de espuma donde solo existían ellos dos. Y cada día, se amaban más. Anthony estaba más enamorado que nunca.
Evan también.

EL ESPÍA QUE EMPIEZA A SENTIR

Mientras tanto, Elian observaba a distancia la felicidad que irradiaban Anthony y Evan.

Observaba:

• A Dorian y Alistair besándose sin miedo.
• A Lucien riendo mientras ofrecía flores a un bailarín joven.
• A un anciano regalando dulces a una pareja recién llegada al pueblo.
• Y a Evan y Anthony abrazándose sin preocuparse por quién los miraba.

Elian llevaba semanas presenciando el amor en su forma más pura. La aceptación. La libertad. El respeto. Y algo dentro de él, algo que jamás había sentido bajo el yugo de Adamas, comenzó a agrietarse.

—¿Así es… vivir? —susurró un día, tocando una pared tibia cargada de energía solar.

Por primera vez en su vida sonrió de verdad. Una sonrisa pequeña. Tímida. Honesta. Su programación mental, instalada desde niño, obligaba a una cosa:

Mata a Anthony Beaumont.

Pero en Eldermoon ese mandato sonaba como una aberración. Un veneno. Una mentira.

—¿Por qué tendría que matar a alguien que solo ama…? —se preguntó.

Un pensamiento prohibido.
Una chispa. Y en ese instante supo: Eldermoon estaba empezando a liberarlo.

AMOR BAJO LUCES INTELIGENTES

Esa noche, Anthony y Evan regresaron a casa tomados de la mano. La puerta se abrió automáticamente por reconocimiento emocional. El departamento estaba iluminado por la luz suave de las lámparas solares que seguían sus movimientos. Anthony se sentó en el sillón. Evan se tumbó sobre él, abrazándolo como si fuera su almohada favorita.

—¿Sabes qué amo de Eldermoon? —preguntó Anthony.

—¿Qué? —respondió Evan, besándole el cuello.

—Que nadie nos mira mal. Que nadie me dice qué debo hacer. Que nadie puede separarnos.

Evan enterró el rostro en su pecho.




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