UNA IDEA IMPOSIBLE HASTA AHORA
Evan despertó antes que Anthony aquella mañana. Lo observó dormir con ese rostro de paz que solo mostraba cuando estaba totalmente a salvo. El rubio abrazaba su almohada, con los cabellos esparcidos como hilos de oro. Evan apoyó su frente contra la de él.
—Anthony —susurró— ¿Te gustaría ser papá?
Anthony abrió los ojos de golpe, confundido, con las mejillas rosadas.
—¿Qué? ¿Yo? ¿Padre?
Evan sonrió despacio.
—Aquí todos pueden serlo. Mira a nuestros vecinos… —Señaló por la ventana hacia dos hombres caminando con un bebé en brazos, riendo sin miedo— No tienen que esconderse, ni fingir, ni escapar. El amor no es prohibido. Ni la familia tampoco.
Anthony miró al bebé, luego a Evan.
Y su expresión se volvió suave, vulnerable, luminosa.
—¿Quieres… que tengamos un hijo? —susurró.
—Quiero tenerlo contigo —respondió Evan sin dudar— Pero quiero que sea tu bebé. Tu sangre. Tu luz.
Anthony quedó paralizado.
—¿Mi bebé en un vientre artificial?
Evan asintió. En ese mundo, la ciencia había logrado lo que otros pueblos ni soñaban:
el nacimiento de bebés en cámaras biológicas, recreaciones exactas de un útero femenino. Los niños nacían sanos, amados, sin madres. Solo padres. Solo familia. Anthony tragó saliva, emocionado y aterrado.
—Evan… sí. Sí. Quiero ser padre contigo.
Quiero que nuestro hijo crezca amado, sin el infierno del que huimos.
Evan lo abrazó con fuerza, apretándolo contra su pecho.
—Te amo. No sabes cuánto.
—Yo también —susurró Anthony, llorando suavemente— Serás un papá maravilloso.
En el centro médico de Eldermoon, la tecnología se encargó de lo demás. El ADN de Anthony fue introducido en la cámara artificial, programada para un embarazo completo y sin riesgos. Una luz azul envolvió la cápsula. Dentro, la vida comenzó. Y Anthony, con la mano en el cristal, lloró de emoción mientras Evan lo abrazaba desde atrás.
—Nuestro hijo —susurró Evan.
—Nuestro futuro —respondió Anthony.
Esa misma tarde, en su pequeño departamento de huésped, Elian cayó al suelo de rodillas. Un latigazo brutal le atravesó el cráneo. La visión se volvió blanca. Los oídos le zumbaban. Luego otra puñalada. Y otra. Gritó. No podía evitarlo. El chip en su cerebro aquel implante incrustado desde la infancia por el padre de Claudiahabía detectado su desobediencia.
Estaba activando el castigo final.
La muerte por implosión cerebral.
—No… n-no… por favor… —jadeó Elian, golpeando la pared— No quiero morir… no quiero… no quiero matar a nadie…
Cayó de lado, temblando. Cada impulso eléctrico era peor que el anterior. El chip calentaba. Quemaba. Iba a estallar. Y entonces escuchó pasos. Lucien entró sin permiso, alertado por el humo que salía bajo la puerta.
—¡Dios mío! ¡Elian! —corrió hacia él.
Elian lloraba sangre por la nariz.
—Ayúdame… por favor… yo… yo no quiero obedecerlo más…
Lucien observó el cráneo, entendiendo al instante.
—¿Quién te hizo esto?
—El… el padre de Claudia… —jadeó Elian—.
Era de aquí… de Eldermoon… lo expulsaron por cruel… por discriminador….Se llevó tecnología antigua… y nos usó como… como soldados….Como herramientas….Como propiedades…
Lucien se quedó helado.
—Ese monstruo ¡ese hombre robó tecnología prohibida!
—N-nos controla… —Elian comenzó a convulsionar— Y ahora me va a matar…
—No. No te va a matar. No mientras yo exista.
Lucien cargó a Elian en brazos. Corrió por los pasillos hasta el laboratorio médico más avanzado de Eldermoon.
UNA OPERACIÓN CONTRA EL TIEMPO—¡Preparen la mesa quirúrgica! —ordenó Lucien— ¡El chip está a segundos de explotar!
Los especialistas, todos hombres entrenados en neurociencia biotecnológica, activaron los escáneres. El chip brillaba en rojo.
—Tenemos tres minutos —informó uno.
Elian lloraba, inconsciente, convulsionando. Lucien tomó su mano.
—Te vas a quedar conmigo, ¿sí? Ya no estás solo. Te vamos a liberar.
Las máquinas descendieron sobre su cabeza. La pantalla mostró líneas de código arcaico, obsoleto, primitivo comparado con la tecnología de Eldermoon.
—¡Podemos desactivarlo! —gritó un médico—
Es tecnología vieja. Un parasitaje mental.
Podemos eliminarlo.
Lucien, con lágrimas furiosas en los ojos:
—Háganlo ya.
Un láser subdérmico cortó alrededor del chip. Otro enfrió la zona hasta casi congelarla para evitar daño cerebral. Uno más bloqueó la señal de detonación. El tiempo se acababa.
—¡Lo tengo! —exclamó un cirujano— ¡Chip extraído!
Un pequeño artefacto negro cayó en la bandeja metálica y explotó. Lucien tembló al ver que, de haber estado un instante más en el cráneo de Elian… habría sido mortal.
RENACER SIN CADENASHoras después, Elian despertó en una cama blanca, envuelto en sábanas suaves. Lucien estaba sentado a su lado.
—¿Estoy vivo? —susurró Elian.
—Sí. Y libre —respondió Lucien— Le quitamos todo. No queda ni rastro de su control.
Elian soltó un sollozo, llevándose las manos al rostro.
—No sé vivir sin órdenes…
Lucien le tomó la mano.
—Te enseñaremos. Aquí no obedeces a nadie. Aquí eres un hombre. Con derechos.
Con futuro. Con vida.
Elian lo miró con ojos nuevos.
—Gracias…
—Bienvenido a Eldermoon —susurró Lucien.
Al caer la noche, Elian salió a la terraza del centro médico. Miró a lo lejos…
Y vio a Evan cargando a Anthony en brazos, riendo como nunca, mientras el rubio lloraba de alegría por el bebé que estaba creciendo en su vientre artificial. La escena era tan hermosa, tan humana que Elian se llevó una mano al corazón.
—Así es el mundo sin cadenas…
Pero no sabía que, lejos de allí, el padre de Claudia acababa de recibir una notificación: