Amantes de Cristal

VEINTIÚN DÍAS

LA PIEL QUE SE ERIZA ANTES DEL PELIGRO

Evan no durmió..Ni cerró los ojos. No podía. No después de ver la imagen proyectada en la pantalla holográfica pública: Anthony, dormido en su propia cama, vulnerable, hermoso observado por alguien sin rostro. Evan llevaba horas sentado en el borde de la cama, mirando cada movimiento del rubio. Cada respiración. Cada pestañeo. Su cuerpo musculoso estaba tenso, rígido, como un animal al borde del ataque. Anthony despertó con la suave luz del amanecer.

—Evan ¿no dormiste? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Evan apenas lo miró, con los ojos verdes encendidos por una mezcla peligrosa de amor y furia.

—No puedo dormir mientras alguien entra aquí sin permiso..Mientras alguien te observa. Mientras alguien amenaza nuestra familia.

Anthony se incorporó, tocándole la mejilla.

—Evan… estoy bien.

—No —respondió él con voz ronca— No estás bien. No estamos bien. Y no voy a permitir que nadie te toque. Ni a ti ni al bebé.

Anthony sintió un escalofrío. El amor de Evan siempre había sido intenso. Pero esto era algo nuevo. Una devoción obsesiva. Afilada. Sagrada. Un instinto casi salvaje.

—Prometiste protegernos —susurró Anthony.

—Y romperé a cualquiera que ose acercarse —juró Evan, bajando la frente hacia la suya.

Anthony no sabía si temblar o abrazarlo. Terminó eligiendo abrazarlo.

LA PRIMERA SOSPECHA

Mientras Evan revisaba cada centímetro del departamento con movimientos marciales puertas, sensores, ventanas, rincones, techos, Anthony preparaba té, intentando calmar su propia angustia.

La pantalla del centro del pueblo había sido borrada por los técnicos. Pero el mensaje seguía ardiendo en su mente: 21 días. Cuando Elian llegó, nervioso y con la cicatriz reciente de su cirugía aún sensible, Evan lo interceptó en la puerta.

—¿Alguien te siguió? —le soltó antes siquiera de saludarlo.

Elian abrió los ojos sorprendido.

—¿Qué? No… no lo creo.

Evan no lo dejó pasar hasta revisarlo con sus propios ojos. Anthony intervino, avergonzado.

—Evan… estás exagerando.

—No —respondió Evan sin apartar la mirada de Elian— No estoy exagerando. Si alguien fue capaz de entrar aquí una vez puede hacerlo otra.

Elian tragó saliva.

—Yo… vi la imagen que proyectaron —confesó— No debería ser posible. Eldermoon no permite accesos privados sin autorización de los residentes. Para que alguien entrara tuvo que haber manipulado la red desde fuera.

Anthony sintió la piel helada. Evan tomó su rostro con ambas manos.

—Vas a estar a salvo. Lo juro.

No era una promesa. Era una sentencia.

EL ASESINO SIN ROSTRO

En algún lugar del valle, entre los acantilados, un hombre caminaba sin prisa.

Su ropa era simple. Su rostro, común. Nada en él destacaba porque no debía destacar. Su tecnología camaleónica le permitía mezclar su identidad con la de cualquiera que estuviera cerca. Podía cambiar su altura, complexión, voz. Podía volverse invisible entre la gente. Y nadie en Eldermoon sospechaba de él. Ni debería. Eso lo hacía perfecto. Mientras caminaba por una calle llena de pantallas solares, murmuró:

—Veintiún días más que suficiente.

Pasó junto a una pareja besándose, y ninguno lo notó. Su rostro cambió sutilmente. Luego se detuvo delante de una pantalla donde se proyectaba una foto de Evan posando para Arthemis. Sonrió.

—Primero… el modelo. Luego… el padre.

Tocó la pantalla con los dedos enguantados.

—Este será mi mejor trabajo.

EVAN SE ROMPE UN POCO MÁS

Esa noche, Anthony sintió un cansancio suave en el vientre. No dolor, solo una sensación de latido interno, como si la vida dentro de él se agitara muy lentamente.

—Evan creo que el bebé está reaccionando —dijo, emocionado.

Evan corrió hacia él como un rayo.

—¿Dónde? ¿Qué sientes? ¿Duele?

—No, no duele —río Anthony— Es como una vibración cálida.

Evan puso ambas manos sobre su abdomen, su rostro transformado en una mezcla de amor feroz y temor absoluto.

—Si te pasa algo, Anthony —susurró— Si te llega a pasar algo…

Anthony le tomó las manos.

—Me pasa algo —dijo suave, con una sonrisa— Estoy enamorado de ti.

Evan lo abrazó, enterrando su rostro en su cuello.

—Eres lo único que tengo en el mundo, Anthony. Tú y nuestro hijo. No voy a permitir que nadie nos los quite.

Anthony sintió algo oscuro detrás de esas palabras pero lo dejó pasar. Por ahora.

ELIAN Y LUCIEN: CARIÑO EN MEDIO DEL PELIGRO

Lucien llegó al departamento una hora después. Encontró a Evan vigilando por la ventana como un soldado. Y a Anthony sentado en el sofá, con una manta sobre las piernas. Lucien se acercó a Anthony primero.

—¿Estás bien? —preguntó con voz suave.

Anthony asintió.

—Evan está un poco alterado.

Lucien miró a Evan con preocupación.

—No solo alterado. Está en modo guardián total. Y eso puede ser peligroso si no se controla.

Elian se sentó junto a Lucien, tomando su mano tímidamente. Lucien apretó la mano de él sin pensarlo. Evan giró la cabeza como un felino celoso.

—Nadie va a controlar lo que siento —gruñó— Si quieren mantener a Anthony a salvo, tendrán que aceptarlo.

Lucien suspiró.

—No te lo estoy negando, Evan.
Solo digo que cuando amas a alguien al punto de volverte sombra y espada, puedes herir sin querer.

Elian lo miró sorprendido.

—¿Tú sabes lo que eso se siente?

Lucien le sonrió con tristeza.

—Sí, cariño. Lo sé.

Elian apoyó la cabeza en su hombro, como si su cuerpo decidiera solo. Lucien lo abrazó. Y Evan, pese al caos en su mente, no pudo evitar sonreír un segundo.

—Al menos alguien aquí tiene suerte —dijo con ironía.

Anthony lo golpeó suavemente en el brazo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.