LECCIONES DEL FUTURO (SEGÚN LUCIEN)
—Concéntrate —ordenó Lucien— No mires todo. Mira solo lo que importa.
Evan, sentado en el centro de la sala, fruncía el ceño como si intentara recordar dónde había dejado las llaves del tiempo.
—Estoy viendo —dijo— una puerta, un café derramado. Anthony resbalando. ¡ANTHONY, NO CAMINES AHÍ!
Anthony, desde la cocina, alzó la voz:
—¡Estoy quieto!
Lucien suspiró.
—Evan, no grites las visiones. Filtralas.
—¡PERO ES QUE PASAN MUY RÁPIDO!
Lucien se llevó una mano a la frente.
—Respira. El futuro no es una autopista. Es un sendero. Si corres te tropiezas.
Evan respiró hondo.
—Bien. Sendero..—pausa— Ah. Veo.que si no me concentro Aurelian me arroja una cuchara.
CLINK.
La cuchara golpeó la pared. Lucien cerró los ojos.
—Eso fue el pasado inmediato.
—¡ME ESTÁ PROBANDO! —se defendió Evan.
CÓMO ENTRENAR A UN BEBÉ TELEPÁTICO (SIN PERDER LA CORDURA)Elian se arrodilló frente a la alfombra, donde Aurelian ocho meses, mejillas adorables observaba con atención quirúrgica.
—Muy bien, pequeño —dijo Elian— Cuando sientas emociones las dejamos pasar.
Anthony, brazos cruzados, postura aristocrática, tono glacial:
—No las amplificamos. No las compartimos.
No leemos mentes ajenas sin permiso.
Aurelian aplaudió. Una pila de libros no se movió.
—¡Excelente! —celebró Elian.
Anthony asintió.
—Repetimos.
Aurelian miró a Evan sonrió y casi hizo levitar una almohada. Anthony carraspeó.
—No.
La almohada cayó. Elian aplaudió.
—Funciona. Tu tono frío es… milagroso.
Anthony no sonrió.
—Es disciplina.
Evan levantó la mano.
—Pregunta: ¿puedo usar ese tono cuando él me tire comida?
—No —respondió Anthony— Ahí eres padre, no general.
Aurelian rió. Y arrojó comida.
ENTRENAMIENTO CONJUNTO (O EL DÍA EN QUE EL COMEDOR CASI VUELA)—Muy bien —anunció Anthony— Sesión familiar.
Evan y Aurelian frente a él.
—Regla uno —continuó— respiración.
Evan respiró. Aurelian imitó más o menos.
—Regla dos: foco.
Evan cerró los ojos.
—Veo —pausa— que si no me concentro voy a decir algo tonto.
Anthony arqueó una ceja.
—Eso ya ocurre sin poder alguno.
Aurelian rió a carcajadas. Una silla tembló.
—¡Foco! —ordenó Anthony.
Evan abrió los ojos.
—Foco. —pausa— Ok. Veo una posibilidad
que no pasa.
Anthony asintió.
—Bien.
Aurelian balbuceó. Nada flotó. Silencio. Luego aplausos.
—¡LO LOGRAMOS! —gritó Evan.
Anthony levantó un dedo.
—Cinco segundos.
Contaron. Nada ocurrió. Anthony permitió una media sonrisa.
—Descanso.
Evan abrazó a su hijo.
—Eres un genio, mini Anthony.
Aurelian aplaudió. La vajilla no voló. Victoria.
CLAUDIA Y EL PADRE: LA OBSESIÓN CRECELejos de Eldermoon, Claudia reía frente a una pared llena de fotos.
—Está feliz —susurró— Eso lo hace vulnerable.
Su padre, de espaldas, ajustaba datos.
—No lo subestimes.
—Yo no subestimo —respondió ella— Yo deseo.
El hombre apretó los dientes.
—Lo quiero destruido. A él y a ese refugio que lo protege.
Claudia sonrió, torcida.
—Entonces apuremos.
LA LLAMADAAnthony, desde el edificio del Consejo, marcó un número que juró no volver a usar.
—Hablas —dijo la voz de su padre.
—Esto que estoy viviendo —respondió Anthony, firme— es por ustedes. Por su obsesión. Por permitirle poder a Claudia y a su familia.
Silencio.
—Estoy decepcionado de ti —contestó el hombre— Siempre lo estuve.
Anthony cerró los ojos.
—Lo sé.
Una segunda voz, temblorosa:
—Anthony… yo… —su madre— Creí que tu padre sabía lo que hacía. Me equivoqué.
Anthony respiró.
—Tus palabras no detienen bombas..Ni obsesiones.
Colgó. La llamada se desintegró en la red perfecta de Eldermoon. Irreversible.
UNA MADRE DESPIERTAHoras después, la madre de Anthony entró al despacho de su esposo con un archivo en la mano.
—¿Qué es esto? —preguntó él.
—Los planes de Claudia y su padre —respondió ella— Contra nuestro hijo.
El hombre palideció.
—¿Cómo?
—Intervienes —dijo ella, con una firmeza desconocida— O te destrono.
Él rió, incrédulo.
—Nunca te atreverías.
Ella dio un paso adelante.
—Jamás me habías visto despierta.
Silencio. Por primera vez él dudó. .
En Eldermoon, Anthony observaba a Evan y Aurelian dormir.
—Estamos cambiando cosas —susurró Evan.
Anthony asintió.
—Y aún no hemos empezado.
Porque, sin saberlo, una madre acababa de declarar la guerra por amor a su hijo.