Aurelian se sentó frente a la cápsula. No la tocó. No intentó abrirla. Cerró los ojos.
—Kael —susurró—.No estás solo.
Al principio, solo hubo silencio..Luego, un temblor suave, como un latido.
—No sé parar —respondió la voz de Kael, rota— Cuando siento, todo explota.
Aurelian respiró despacio.
—Eso no es poder —dijo— Es miedo sin guía.
La cápsula vibró.
—Nadie me enseñó —sollozó Kael— Siempre decían que yo podía hacer lo que quisiera.
—Poder no es hacer lo que quieres —explicó Aurelian— Es saber cuándo no hacerlo.
Kael calló. Aurelian extendió su mente con cuidado, como quien ofrece una mano.
—Mira —dijo— Respira conmigo.
Por primera vez, Kael obedeció. La vibración cesó.
EL HOMBRE QUE NO DEBIÓ EXISTIRLas alarmas de Eldermoon no sonaron. No porque fallaran. Sino porque fueron silenciadas desde adentro..Un hombre caminó por el corredor central del núcleo tecnológico. Adulto. Sereno. Sonriendo. Su poder era idéntico al de los niños pero sin inocencia.
—Por fin —murmuró—.Un lugar digno.
Las mentes comenzaron a inclinarse. Técnicos que olvidaban órdenes. Guardias que bajaban las armas. Consejeros que dudaban de sí mismos. Anthony sintió el golpe mental como un frío súbito.
—Evan — susurró.
Evan cayó de rodillas.
—Es… como Kael… pero… más.
El hombre habló, y su voz se coló en miles de pensamientos a la vez:
—Entré a Eldermoon para liberarlos de la duda.
La tecnología hará el resto. Aurelian abrió los ojos.
—Papá —dijo— Él no pone límites.
Anthony comprendió al instante.
—Entonces nosotros sí.
LIBERAR PARA SALVARAnthony activó la orden.
—Liberen a Kael —dijo—.Ahora.
—¿Está seguro? —preguntó el técnico.
Anthony miró a su hijo.
—Nunca estuve más seguro.
La cápsula se abrió..Kael cayó de rodillas, aturdido..Aurelian lo sostuvo.
—Respira —le dijo— No para atacar. Para proteger.
Kael alzó la vista.
—¿Puedo ayudar?
—Sí —respondió Aurelian— Pero con límites.
Kael asintió. Y por primera vez contuvo.
ESCUDOS DE INFANCIAEl hombre avanzó, ampliando su dominio.
—Inclínense —ordenó—.No duele.
Aurelian dio un paso al frente.
—No.
Su mente se expandió como un amanecer.
Protegió a Anthony. A Evan. A cientos más. Pero no a todos.
—Kael —dijo— Los niños.
Kael cerró los ojos..Y creó un escudo mental alrededor de cada niño de Eldermoon. No empujó..No dominó. Encapsuló..Los pequeños dejaron de llorar..Las mentes quedaron a salvo..El hombre se detuvo, sorprendido.
—Interesante —sonrió— Dos… contra uno.
—No —corrigió Aurelian— Uno… con límites.
LUZ Y OSCURIDADEl choque fue silencioso. Nada explotó. Pero el aire pesó. El hombre intentó atravesar la red de Aurelian. No pudo. Intentó forzar el escudo de Kael. Resbaló.
—Aprendieron —murmuró—.Qué lástima.
Aurelian sintió el cansancio.
Kael también..Anthony dio un paso adelante.
—Eldermoon no es tuya.
El hombre rió.
—Todavía.
La luz de Aurelian parpadeó pero no se apagó. Kael apretó los dientes.
—No te dejaremos.
El hombre retrocedió un paso..Solo uno. Suficiente para entender que no sería fácil. Cuando el intruso se desvaneció en la red exterior, dejando atrás una risa lejana, Aurelian cayó de rodillas. Anthony lo sostuvo.
—¿Ganamos? —preguntó Evan, exhausto.
Aurelian negó, con una calma que no era infantil.
—No. Solo aprendimos.
Kael miró sus manos.
—Puedo sentirlo volverá.
Aurelian alzó la vista hacia el núcleo de Eldermoon, donde la tecnología latía como un corazón.
—Entonces —dijo— cuando vuelva ya no estaremos solos.
Y Eldermoon, iluminada y herida, comprendió que la guerra no sería de fuerza
sino de límites aprendidos.