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La cúpula mental de Eldermoon tembló. No con sonido. Con pensamiento. Anthony estaba solo en su despacho cuando ocurrió. No escuchó pasos. No vio una sombra. La invasión llegó como una voz dentro de su cráneo.
—No luches, Anthony. Solo suéltate.
Y entonces su mente dejó de ser suya.
LA CAÍDA INTERIORAnthony sintió como si su conciencia fuese arrancada de su cuerpo. La sala desapareció. Las paredes desaparecieron. No había luz. No había aire. Solo un vacío gris y una silla. Él estaba sentado. Frente a una versión de sí mismo. El Anthony obediente. El sumiso. El que bajaba la cabeza.
—Tú no puedes gobernar nada —dijo esa versión, sonriendo con la voz del enemigo—
Ni siquiera pudiste gobernar tu vida.
Anthony apretó los dientes. No respondió.
—¿Recuerdas cuando pedías permiso para hablar en tu propia casa? ¿Recuerdas cuando llorabas en silencio para que nadie te oyera?
Imágenes irrumpieron sin permiso:
▢ Anthony niño, escondiéndo lágrimas bajo la almohada
▢ Anthony adolescente, mirando el suelo en cenas de lujo
▢ Anthony arrodillado ante su padre, pidiendo perdón sin saber por qué
El enemigo habló desde dentro de esas memorias.
—El mundo no quiere tu libertad. El mundo quiere que seas útil.bProducto. Recurso.
Esclavo elegante.
El Anthony gris sonrió.
—Acéptalo, Anthony. Ser libre nunca fue tu rol.
La oscuridad a su alrededor comenzó a cerrarse como una jaula.
LA HERIDA QUE NUNCA SANÓAnthony respiró hondo.
—No entiendo por qué estás atacando la parte más antigua de mí.
Su otro yo rió.
—Porque esa es la que nunca sanaste.
Anthony sintió una punzada. Porque era verdad. Podía tener un imperio. Podía tener una familia. Pero dentro de él aún vivía el niño al que nunca abrazaron. Y ése era el punto débil que el enemigo arrancaba con precisión quirúrgica.
—Admítelo —susurró la voz— Aún quieres que tu padre diga que está orgulloso de ti.
Anthony cerró los ojos.
—Sí —admitió.
Algo en la oscuridad se estremeció. Porque la verdad tenía poder.
CUANDO EL AMOR ENTRA AL ABISMOEn el mundo real, Evan encontró a Anthony de rodillas, ojos vacíos, respiración apenas perceptible.
—¡Anthony! —lo tomó del rostro— ¡Mírame!
Pero Anthony no estaba allí. Evan cerró los ojos y entró sin permiso en la mente de su esposo. Lo que vio le heló la sangre.
Anthony estaba atrapado en un cuarto interior encogido como un niño llorando en silenciovexactamente como lo hacía cuando tenía 9 años. Evan se arrodilló y lo abrazó aunque su cuerpo físico estaba a metros de distancia.
—Te veo —susurró— Te veo, Anthony. Y nunca voy a dejarte solo ahí dentro.
Anthony levantó lentamente la mirada.
Estaba destruido. Roto en los bordes.
—Yo no soy suficiente —dijo con un hilo de voz.
Evan apretó su rostro entre sus manos.
—Eres suficiente desde el día en que naciste.
No necesitas ganarte el derecho de existir. No necesitas demostrar nada.nEres amor. Eres vida. Eres mío. Y yo existo para sostenerte cuando tú caes.
La oscuridad tembló. El enemigo hablaba con desesperación:
—¡No lo escuches! ¡El amor no te salvará! ¡El amor te rompió primero!
Anthony bajó los ojos.
—El amor de mis padres me rompió.
Luego los levantó. Y sus ojos brillaron.
—Pero el amor de Evan me reconstruyó.
EL RENACER DEL REYAnthony se puso de pie. El suelo mental dejó de sentirse inestable.nEl enemigo rugió:
—¡Vas a volver a tu sitio! ¡Arrodíllate!
Anthony avanzó. Su otro yo, el obediente, retrocedió.
—No vuelvas al pasado —susurró— No vuelvas a ser ese niño…
Anthony sonrió.
—Yo soy ese niño. Y ese niño merece crecer.
Y entonces dijo la palabra que rompió la prisión mental:
—Basta.
Como un cristal estallando, la oscuridad se hizo añicos.
Anthony emergió al mundo real jadeando
pero de pie. Evan lo sostuvo.
—Lo lograste —susurró.
Anthony, recuperando el aire, respondió:
—No. Lo logramos.
EL ENEMIGO CAE POR PRIMERA VEZEn la distancia, dondequiera que el enemigo se escondiera un grito resonó. Su control mental se quebró..Su poder se astilló. Por primera vez él sintió miedo.
—¿Cómo? ¿Cómo pudo romper lo inevitable?
La respuesta llegó como un eco desde Eldermoon:
El amor es un sistema imposible de hackear.
Las pantallas del mundo mostraron entonces su rostro por primera vez. No una sombra. No un símbolo. Un hombre sudando derrotado temblando. El enemigo había sido expuesto. Visto. Registrado. Y en la guerra de mentes ser visto era morir.
EL BESO QUE ROMPIÓ UNA CADENAAnthony apoyó su frente contra la de Evan.
—Gracias —murmuró.
—Siempre —respondió Evan— Tú luchas con el mundo. Yo lucho con el miedo que te queda dentro.
Anthony, aún frágil, aún humano, sonrió.
—Entonces ganamos.
Evan lo besó. Largo. Profundo. Un sello. Una promesa. Y la ciudad entera respiró aliviada. Porque por primera vez en esa guerra el enemigo había perdido.