—¿Qué son? —murió por preguntar.
Pero ya lo sabía. Eran ellas. Las niñas. La del moño violeta tomó aire como si anunciara un reinado:
—Venimos a enseñarles.
Kael retrocedió.
—¿A enseñar qué?
—A vivir —respondió otra con las manos en la cadera— Porque ustedes viven como fantasmas. No hablan con nadie, no saludan, no comparten galletas.
Aurelian se tensó.
—No sabía que era obligatorio compartir galletas…
—¡Lo es! —gritaron tres niñas al mismo tiempo.
Kael susurró al oído de su hermano adoptivo:
—Están organizadas. Tienen jerarquía. Una sola piensa y todas obedecen. Son como Eldermoon. Pero más peligrosas.
Aurelian asintió:
—Tenemos que hacer lo que digan. ¿Y si tienen poderes ocultos?
En ese instante la niña del moño violeta tiró una piedra, errándole a un gallo. Aurelian exhaló.
—No tienen poderes…
—Son armas naturales —sentenció Kael.
La anciana que les dio la cabaña apareció con un tazón de sopa.
—Traje comida —dijo entrando sin permiso—
Los forasteros siempre olvidan comer.
Anthony, sorprendido, murmuró:
—¿Cómo supo que no desayunamos…?
—Tengo ojos —dijo ella— y oídos.y un olfato que me dice que aquí solo han quemado agua intentando cocinar.
Evan, ofendido:
—¡Eso no fue agua quemada! Fue… un experimento culinario.
La abuela lo miró fijo:
—Hijo, si el fuego huye, no es comida.
Kael y Aurelian se taparon la boca para no reír. Y la anciana los miró de inmediato:
—¿Y ustedes? ¿Van a limpiar esa cabaña algún día o esperan que los espíritus lo hagan?
Aurelian y Kael intercambiaron mirada telepática:
—¿Tenemos que usar poderes?
—NO. Prohibido. Nos descubren y nos queman en hoguera.
—¿Estás seguro de que aquí queman gente?
—No, pero parecen del tipo que quemaría.
Las niñas llevaron a los dos niños a una actividad obligatoria:
—Hoy vamos a aprender a saludar —dijo la líder— Se dice: Buenos días. Repitan.
Aurelian: —Buenos… días.
Kael: —Aure… ¿por qué debemos decir frases obvias? Ya es de día. Se ve.
—¡SE DICE! —gritaron todas juntas.
Kael quedó rígido, con el ojo temblando.
—Buenos… días —susurró, derrotado.
Una niña más pequeña lo abrazó por la cintura:
—Eres tierno cuando obedeces.
Kael murmuró:
—Este lugar es una prisión emocional.
Cada tarde, cuando llegaban a la cabaña, finalmente ¡soltaban todo! La puerta se cerraba y Anthony levantaba un dedo:
—Máximo diez minutos de poderes. Nada que flote fuera de la casa. Nada que explote.
Nada que se incendie. Y NADA de levitar a Evan.
Kael ya estaba levantando a Evan mentalmente. Evan gritó:
—¡SUÉLTENME! ¡No soy su cometa humano!
Aurelian lo bajó de golpe. Evan quedó sentado en el piso.
Kael lo miró:
—Eres cómodo para practicar equilibrio.
—No soy almohadón de yoga —dijo Evan.
Anthony les dio un objeto a cada niño:
—Aurelian, controla esta piedra. Kael, controla esta pluma.
Cinco segundos después: La pluma estaba clavada en el techo. La piedra atravesó una pared. Anthony respiró hondo.
—Vamos a redefinir el concepto de control.
Las niñas dejaron flores en la puerta..La anciana dejó sopa. Los hombres del pueblo observaron, pero no actuaron. Porque Anthony había ofrecido trabajo, manos y ayuda. Evan miró a Anthony mientras los niños dormían:
—¿Crees que podamos seguir ocultando quiénes somos?
Anthony apoyó su frente en la suya.
—No somos Eldermoon. Aquí no debemos demostrar poder. Debemos demostrar vivir.
Silencio. Luego, un susurro telepático:
Papá… me comí la galleta de Kael… y Kael ahora quiere matarme mentalmente.
Anthony abrió los ojos.
—…continúa.
Kael apareció en el marco de la puerta con expresión fría:
—Esa galleta era el único tesoro que tenía.
Anthony suspiró.
—Mañana compraremos más.
—No es lo mismo —dijo Kael con voz dramática.
Cuando la aurora pintó el cielo Kael y Aurelian estaban sentados frente a la cabaña.
—Aurelian…
—¿Sí?
—Creo que tal vez aprender a convivir con niñas no es el peor infierno del mundo.
Aurelian lo miró sorprendido.
—Entonces.podemos hacerlo.
—Sí —dijo Kael.
—Juntos.
Ambos se miraron. Y por primera vez no se sintieron diferentes. Se sintieron niños.