Amantes de Cristal

El Precio de una Mansión y el Valor de un Abrazo

LA COMUNIDAD REACCIONA A LO BESTIA

A la mañana siguiente, los rumores se habían convertido en leyenda. En la panadería:

—Dicen que Anthony imprime billetes mágicos.

—No, no —interrumpió otro— ¡Dicen que Evan vino de un reino donde los hombres son dioses!

—Pues yo escuché —dijo una anciana— que esa mansión se levantó en una noche porque están haciendo un pacto con fuerzas desconocidas.

Y al fondo, un niño sentenció:

—Yo creo que Kael controla dragones.

Nadie lo negó. Es más, la anciana murmuró:

—Tiene cara de controlar dragones.

Por primera vez desde su llegada, el pueblo tocó la puerta de la mansión. Anthony abrió y fue recibido por una avalancha verbal:

—¿Podemos usar su piscina?

—¿Hacen fiestas?

—¿Anthony es soltero? ¡Tengo una sobrina!

Evan se deslizó detrás de él, serio como estatua.

—Anthony —susurró— si dicen una vez más ¿tienes dinero? voy a convertirme en autócrata.

Anthony, con su sonrisa aristocrática impecable, respondió al pueblo:

—Aún estamos adaptándonos. Gracias por su interés.
Cerramos la puerta. Adiós.

Y cerró la puerta con elegancia. Aurelian, desde el sofá:

—Creo que están enamorados de tu dinero.

Kael, dibujando, agregó:

—Y de tus ojos. Pero mayormente de tu dinero.

Anthony suspiró.

—Una mansión siempre cuesta más de lo que se paga.

—¿Y cuál es el precio esta vez? —preguntó Evan.
Anthony lo miró.

—Que ahora soy visible. Y ser visible siempre es peligroso.

Esa noche, el peso de todo cayó sobre Anthony. El dinero, el comentario ajeno, la sensación de no pertenecer. Se quedó quieto en la cama, mirando un punto fijo. Evan lo sintió. El silencio de Anthony era un idioma completo.

—No tienes que volver a ser fuerte todo el tiempo —dijo Evan, tomándole la mano— Aquí el mundo no está esperándote para castigarte.

Anthony no lloraba. No sabía cómo. Pero se dejó caer hacia él. Se hundió en el pecho de Evan, como si fuera agua que lo recibía.

—Mi amor —susurró Evan— si alguna vez la riqueza intenta tragarte otra vez sujétate a mí. A esto. Porque yo no te quiero porque seas Anthony. Yo te quiero porque eres tú cuando nadie mira.

Anthony cerró los ojos y dejó que el amor lo sostuviera. Era nuevo. Era hogar.

—¿Tienes miedo? —preguntó Evan.
Anthony respiró lento.
—Sí.
—¿De qué?
—De ser visto.
De que la felicidad sea una ilusión.
De que alguien, algún día, intente quitármelo todo…
otra vez.

Evan apoyó su frente en la suya.

—Entonces escucha esto: No importa si nos persigue el mundo. No importa si nos desprecian o nos envidian.
Mientras tú me elijas, yo me quedo.

Y Anthony casi respondió en voz alta pero solo pronunció en su mente:

Gracias por no dejarme solo.

Evan sonrió, sin que Anthony hablara.

—Lo escuché igual.

Los días pasaron. Y tener una mansión no era sencillo. Los niños del pueblo se colgaban de la reja para mirar dentro. Las ancianas hacían apuestas sobre cuántos baños tenía. Los hombres del pueblo preguntaban si Anthony necesitaba guardaespaldas. Aurelian resumió la situación:

—Somos celebridad de pueblo.

Kael corrigió:

—Somos circo de lujo.

Anthony se sostuvo en la puerta y dijo:

—Tal vez deberíamos tener un día abierto a visitas.

Evan se atragantó.

—¿Quieres invitar gente aquí?

Anthony tragó saliva.

—Si no dejamos que nos conozcan nunca dejaremos de ser un mito. Y los mitos siempre terminan perseguidos.

Anthony salió a la puerta y habló al pueblo reunido con cuadernos, panes y curiosidad acumulada:

—Tendremos un día abierto a la comunidad. Pero una condición:

No entren para ver riqueza. Entren para ver personas.

Hubo silencio. Y luego asentimientos. Kael murmuró:

—¿Qué significa eso?

Aurelian sonrió:

—Que papá está cansado de ser un trofeo. Quiere ser solo Anthony.

Kael bajó la mirada.

—Ser visto también duele.

Aurelian lo abrazó.

—Entonces los cuatro aprenderemos juntos.

Esa noche, cuando el pueblo dormía…

Las luces de uno de los salones de la mansión se encendieron solas. No por emoción. No por miedo. Sino como si algo hubiera respirado dentro. Kael lo vio desde su ventana. Y no dijo nada. A veces, el silencio es la única forma de proteger lo que se ama.




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