—No me gusta esto. No confío en paredes con opiniones.
Aurelian apoyó su mano en la pared y murmuró:
—Nos está hablando.
Y una frase hecha de luz y sonido apenas audible se formó en el aire:
No los dejaré.
Kael abrió los ojos como si hubiera visto un monstruo.
—¡Anthony! ¡Papá! ¡La casa está haciendo declaraciones políticas!
Anthony bajó las escaleras aún medio dormido.
—…¿y qué quieren que haga? ¿Arrestarla?
Los niños, decididos a experimentar, armaron una idea brillante (y peligrosa):
Comunicarse con la mansión.
Aurelian:
—Si le hablamos con la mente, tal vez responda.
Kael:
—O tal vez explote.
Aurelian:
—Solo sabremos si lo intentamos.
Kael:
—Ese pensamiento resume casi todos nuestros traumas.
Se sentaron en el piso, cruzaron piernas, cerraron ojos. Aurelian pensó con suavidad:
Hola ¿puedes oírme?
Las lámparas se encendieron todas. Las cortinas se abrieron. El sistema de audio puso música romántica. Y la puerta del dormitorio de Anthony y Evan se cerró sola. Kael susurró horrorizado:
—La casa los está emparejando.
Aurelian cubrió la cara:
—Es una mansión con conciencia de pareja.
Ese mismo día, en la panadería surgió una nueva teoría colectiva:
—Creo que Anthony es… rey.
—Y Evan, su consorte guerrero.
—La casa es el castillo.
—¡Entonces viven aquí un reino secreto!
La anciana exclamó:
—¡Y el niño de cabello oscuro controla las luces con su enojo!
Los rumores crecían como maleza. Algunos empezaron a acercarse a Anthony en busca de financiación, trabajo o… milagros mundanos. Uno golpeó la puerta y dijo:
—¿Puede su casa arreglar mi rodilla?
Anthony respiró muy hondo.
—No.
—¿Está seguro? —insistió el hombre— porque hace dos días mi lámpara parpadea. Creo que es una señal.
Evan apareció detrás de Anthony.
—Tu lámpara parpadea porque tu casa está vieja.
—¿Seguuuro no es magia?
—SEGURO.
El hombre se fue decepcionado. Anthony apoyó la frente en la puerta.
—Evan creo que estamos perdiendo control de la narrativa.
Evan respondió:
—Nunca lo tuvimos.
Esa noche, la casa brilló con una luz tenue y cálida,
como si intentara envolverlos. Pero Anthony no podía dormir. Se sentó solo en la oscuridad. Su pecho ardía como si aún llevara un peso invisible.
Regalos, atención, dinero ¿Y si todo esto desaparece otra vez? ¿Y si no merezco esto?
Evan se acercó sin ruido. Se sentó a su lado. No habló primero. Anthony rompió el silencio:
—¿Qué si… un día… ya no soy suficiente?
—¿Para ti? ¿Para ellos? ¿Para esta casa? — Evan tomó su mano.—Anthony no es la casa la que te protege. No es el pueblo. No es el dinero.
—¿Entonces qué?
Evan apoyó su frente contra la suya.
—Soy yo. Y mientras yo esté aquí no vas a caer otra vez.
Anthony tragó lágrimas que no sabía llorar. Evan lo abrazó fuerte,.como si abrazar fuera también una forma de respirar..La casa, sin que ellos lo supieran, apagó todas las luces hasta dejarlos envueltos solo en luna. Más tarde, insomne, Anthony se levantó y caminó descalzo por el pasillo.
—Sé que puedes oírme —susurró al aire— Si vas a cuidarlos cúidame también.
Las luces respondieron con un leve destello. Anthony se apoyó en la pared.y por la primera vez en años no se sintió solo aun estando solo. En el cuarto infantil, Kael abrió los ojos.
—¿Aurelian…?
—¿Sí? —murmuró medio dormido.
—¿Crees que un hogar puede amarnos?
Aurelian sonrió con los ojos cerrados.
—Primero tiene que aprender cómo se hace. Como nosotros.
Kael se acurrucó, y por primera vez no temió al mañana. La casa respiró lento junto a ellos.