—Métete rápido.
—Agáchate.
—El carnicero dijo que los niños tienen valor.
—¿Valor para quién?
—Para Hale. Nos va a pagar.
Los secuestradores no eran profesionales.
Solo hombres desesperados del pueblo.y uno de ellos Horacio Malverde, el carnicero,
líder del odio. Nathaniel, desde la distancia, apenas observaba. Él no necesitaba entrar. Solo quería ver qué pasaba cuando la criatura llamada miedo caminaba por sí sola. Los hombres treparon la verja..La mansión esperó. Uno tocó la puerta. Nada pasó. Intentó abrirla. La puerta respondió: ¡PAM!
Lo lanzó al pasto como si fuera un trapo. El segundo intentó romper una ventana. La ventana le dio vuelta el martillo y le pegó en la frente. El tercero pisó el jardín. El césped lo empujó. Sí, literalmente: el césped se levantó como alfombra verde y lo catapultó al pozo de los patos. Desde el piso superior, medio dormido, Aurelian murmuró:
—Casa… modo defensa 3 activado…
Y volvió a roncar. El carnicero, sudado y enfurecido, gritó:
—¡NO TE TENGO MIEDO, CASA MALDITA!
La puerta se abrió sola. Parecía invitarlo. Malverde tragó saliva..Dio un paso..Otro. Y entonces…
El pasillo cambió. Las paredes se volvieron espejos. Docenas, cientos de versiones de él reflejadas. Viejo. Fracasado. Solo. Una voz (Evan, desde la mansión misma) habló utilizando la estructura misma:
—No atacamos. No matamos. Solo mostramos la verdad.
Malverde cayó de rodillas.
—Yo solo quería sentirme poderoso.
La mansión respondió:
Fuera.
Y el piso lo escupió a la calle.
Al amanecer, el pueblo despertó con un espectáculo ridículo: Cinco secuestradores pegados boca abajo en la pared exterior, como calcomanías humanas. Un letrero flotando sobre ellos, escrito con tiza telequinética:
CRIMEN: QUISIERON ROBAR NIÑOS.
CASTIGO: SER RIDÍCULO.
Aurelian desayunó y los vio por la ventana.
—Kael, mira. ¡Parecen lonjas de jamón tendidas al sol!
Kael, aún medio dormido, respondió:
—Jamón feo.
Anthony simplemente tomó café en silencio con mirada fría como piedra cortante. Evan añadió:
—No los bajen todavía. Que aprendan a pensar.
Aurelian:
—Yo digo que los dejemos dos horas más.
Kael:
—Tres. Ellos intentaron llevarme.
Aurelian lo miró con ternura.
—Nunca te llevarán. Mientras existamos, nadie te tocará.
Kael respiró. Y apoyó la cabeza sobre su hombro. Solo un segundo. Pero suficiente. Desde la colina, Nathaniel Hale vio todo. Sus ojos sin pupilas, sin humanidad brillaron de rabia.
—Evan protegió la casa. Anthony protege con leyes. Los niños con poder SON UNA FORTALEZA.
Pero entonces sonrió. Una sonrisa tan fina como un hilo que corta piel.
—Si no puedo acercarme a los muros me acercaré a los sueños. Y cuando duerman.no habrá defensa.
El cielo se oscureció un segundo. Como si una sombra probara su entrada.