Amaris
En el cuarto de Teo, ella se fue y yo me senté en mi cama a recuperar el aliento. «Los bailarines y luego la carrera»... Dios, ese era mi punto débil. Había sido una de las pocas cosas que había heredado de los tiempos que un desconocido y mi madre biológica habían pasado juntos y disfrutado durante su campaña.
Recuerdo estar sentada en el suelo a sus pies mientras las carreras de autos de Narcos eran transmitidas por televisión en el extranjero... un desconocido había sido uno de los mejores pilotos de su tiempo, hasta que todo se torció...
Pude ver a mi padre como mi padrino cuando me prohibió terminantemente tener algo que ver con los autos, las carreras y ese mundo diferente de nuevo. Con solo ocho años ya sabía conducir casi a la perfección y cuando mis piernas crecieron lo suficiente para alcanzar los pedales un desconocido me dejó escapar de él. Fue una de las experiencias más increíbles de mi vida. Todavía recuerdo casi la euforia de la velocidad, la arena pegada a las ventanas y al subir al auto, el chirrido de las ruedas... Pero sobre todo, la tranquilidad que me dio. Las carreras hacían que todo lo demás no importara, solo éramos yo y el coche, nadie más.
Pero eso fue el año pasado... mi padre me prohibió volver a acercarme a un coche de carreras y fue algo que tuve que aceptar, por mucho que lo echara de menos.
Sentí una punzada de dolor y también de irritación. Dan todavía no me había llamado, podía oír su voz, hablando como lo hacíamos antes de que se fuera, horas y horas... ¿Por qué no me llamaba? ¿Se había olvidado de mí?
Con esos pensamientos salí de mi habitación y encontré a mi padre adoptivo y a Amber de pie junto a Toti en el pasillo.
Vestía un esmoquin y parecía un actor de Hollywood con su porte elegante y esa actitud que, por desgracia para mí, su hijo también había heredado.
Tengo que reconocer que cuando vi a Teo con ese otro atuendo, robándole la chaqueta deportiva y la camisa blanca, tuve que contener las ganas de abrir bien los ojos y hacerle una foto. El chico estaba más que buenorro, tenía que admitirlo, pero ahí terminaban todos sus aspectos positivos... Sin embargo, me sorprendió que le gustaran las carreras de autos... Después de todo, compartimos más que solo nuestro tatuaje.
Mi padre lucía muy espectacular y me impresionó. Esa noche se robaría toda la atención y con razón.
—Mar, te ves muy linda— declaró mi madre adoptiva con una cara radiante, claro que era mi tía, siempre se vería linda con él.
Toti me miró fijamente y frunció el ceño. Al instante me sentí muy incómoda.
"¿Pasa algo?", pregunté sorprendida y molesta a la vez. No me iba a decir que me tapara, ¿verdad? Pensé que estaba bien pensar eso, pero si me lo decía... no sé si sería muy capaz de responderme.
Su rostro se relajó.
—Ni hablar, te ves hermosa...— respondió y frunció el ceño nuevamente. —Espera, sólo un retoque —dijo mi madre, metiendo la mano en su bolso y sacando un pequeño atomizador para rociarme los hombros y el escote—. Teníamos un plan de ese hombre, así que brillarás aún más. Puse los ojos en blanco y dejé que lo hiciera. Mi madre pensaba que yo seguía siendo una niña con el pelo liso, como había dicho Teo.
Salimos a la calle donde nos esperaba una limusina flamante. Abrí los ojos con sorpresa y aburrimiento. Por supuesto, ¿qué otro coche nos estaría esperando? No sé por qué me sorprendí, pero no podía acostumbrarme a esta vida lujosa.
Sirvieron botellas de champán y para mi sorpresa y deleite, me ofrecieron una copa, que vacié y volví a llenar casi al instante sin que se dieran cuenta. Si quería sobrevivir a la noche, iba a tener que tomar varios tragos así.
Nicole y Teo se habían ido solos y yo envidiaba la libertad que tenía para ir y hacer lo que quisiera. Iba a tener que dejar de buscar trabajo en un futuro próximo si quería comprarme un coche. No iba a depender de nadie para poder moverme a mi antojo.
Saqué el móvil de mi pequeño bolso y me fijé en que no tenía ninguna llamada perdida de Matt ni ningún mensaje en el chat. Respiré hondo un par de veces y me dije que llamaría, que algo le debía haber pasado a su móvil o Dios sabe qué y por eso no había podido marcar los malditos números y hablar conmigo.
Estaba de muy buen humor cuando llegamos a la entrada del hotel. Para mi sorpresa, muchos fotógrafos estaban apostados allí esperando inmortalizar el momento en el que Toti Jones ampliaba su gran empresa y con ella su gran fortuna. Me sentí tan fuera de lugar que habría salido corriendo de no haber llevado ya esos tacones asesinos.
—Teo ya debería estar aquí—dijo Toti con seriedad. —Ya sabes que la foto familiar se toma al principio de la fiesta— añadió, y por primera vez desde que lo conocí, lo vi realmente enojado. Esperamos al menos cinco minutos dentro de la limusina, mientras la gente nos gritaba que saliéramos para poder tomarnos fotos. Era ridículo que estuviéramos atrapados allí, pero supuse que no era así que a los millonarios les importaba un bledo hacer esperar a cientos de fotógrafos e invitados por una maldita foto.
Entonces se armó un verdadero revuelo. Los fotógrafos agitaron sus cámaras y empezaron a gritar el nombre de mi cuñado y hermanastra.
—¡Ya está aquí!— exclamó Toti, medio aliviado y medio irritado.
—Vamos, mi amor— le dijo a mi papá mientras nos abrían la puerta.
En cuanto bajé del auto pude ver cómo todas las cámaras prácticamente cegaban a Teo y Nicole Companion. Era como si fueran personajes famosos de la televisión y lo parecieran. ¿Cómo era posible que tanta gente supiera sus nombres?
Nuestras miradas se cruzaron. Yo lo miré con indiferencia, aunque me asombró de nuevo su apariencia; en cambio, él me miró con sus ojos claros y se volvió hacia su novia, o lo que fuera. Ella le dio un beso en los labios y las cámaras enloquecieron.