Amaris

Capítulo once

Nicole

Estaba completamente loca. Había perdido por completo la cabeza y todo lo que había ocultado de mi enfermedad por lo que mi mejor amiga y novio me acababa de hacer. Mi mente estaba completamente nublada, lo único que parecía importar era vengarme de ella, y vengarse a lo grande.

En ese momento no podía pensar en nada más que en la boca de Matt unida de forma asquerosa a la de Jambi. Solo imaginarlo me daban ganas de vomitar, solo pensarlo hacía que mi mente se volviera completamente roja; nublada, ciega, cegada por la intensa sensación de odio, dolor y un profundo deseo de venganza. Estaba en mi habitación, desvistiéndome mientras al otro lado de la pared un chico que había conocido hacía dos horas esperaba pacientemente sentado en mi cama a que terminara de cambiarse de ropa.

Podríamos ir a ese club para bailarinas, el J, donde no sólo pone a prueba su habilidad con los patines, sino también su talento para cantar sobre el escenario. con un vestido formal, mucho menos con tacones de un metro ochenta. Me quité todo y me puse unos shorts de mezclilla, una camiseta negra sin mangas y unas sandalias normales. Sabía perfectamente que no podía ir a un lugar así luciendo como una mojigata, así que agradecí que contra todos mis hábitos me hubieran permitido maquillarme demasiado esa noche. Rápidamente saqué aquellas horquillas que me hacían doler la cabeza y de las que me habían puesto como cien y al caer al suelo también lo hizo mi pelo; rizado y largo, caía alrededor de mi cara y con frustración lo recogí en una coleta que hice a toda prisa. Con ese atuendo y ese maquillaje me veía más que bien.

Salí de mi camerino y confirmé a Teo rio cuando Eros, el camarero que acababa de conocer, abrió los ojos con admiración.

-Estás guapa-, me dijo con una sonrisa divertida y yo se la devolví sin mucho entusiasmo. Esa noche no estaba de humor para piropos estúpidos ni nada por el estilo. En mi mente solo había una imagen, yo conduciendo un superdeportivo a más de doscientos dólares por hora, y yo liándose con el chico más cabrón y buenorro del lugar. Así me sentiría satisfecha, me sentiría menos utilizada, menos engañada, aunque en el fondo sabía que nada de eso podría borrar la realidad y la realidad era que estaba completamente rota y apenas podía mantener unidos los pequeños pedazos en los que se había convertido mi corazón.

Miré con atención a Eros... un latino de ojos negros y piel aceitunada, se veía bastante bien, más que eso, era un hombre y no un niño, pero aún así no iba a hacer nada de lo que tenía planeado; más que nada porque no me sentía lo suficientemente borracha ni lo suficientemente segura. En ese momento me sentí completamente hecha una mierda, hablando alto y claro. Me habían engañado y no solo una persona sino dos ya que lo habían hecho con mi mejor amiga, la amiga que siempre había defendido, la amiga a la que le había confiado todas mis inseguridades, mis miedos... ¡Oh Dios mío! ¿Le había contado a Dan todas las cosas que le había confesado...? ¿Se habían estado riendo de mí mientras yo intentaba dar lo mejor de mí en mi primera y única relación? ¿Lo habían planeado?

Respiré profundamente tratando de acallar todos esos sentimientos y pensamientos dolorosos.

-Gracias-, le respondí a Eros mientras cogía mi bolso de la cama y me dirigía hacia la puerta. -¿Nos vamos?-

Eros se levantó y asintió con cara divertida mientras salíamos de mi habitación y poco después subimos a su coche.

Llevábamos media hora conduciendo y según Eros no tardamos mucho en llegar. Las un club para bailarinas, el J, donde no solo pone a prueba su habilidad con los patines, sino también su talento para cantar sobre el escenario. se celebraban en una zona abandonada cerca del desierto y mi entusiasmo por poder volver a disfrutar de ese ambiente de un club para bailarinas, el J, donde no solo pone a prueba su habilidad con los patines, sino también su talento para cantar sobre el escenario. coches y deporte sano me puso de mejor humor. Otra media hora después, Eros giró por una carretera secundaria rodeada de campos secos y arena roja y naranja. A medida que nos alejábamos, empecé a dejar de escuchar a los coches de la autopista y a oír una música repetitiva que cada vez sonaba más fuerte.

-¿Alguna vez has estado en algo así?- me preguntó Eros que conducía con una mano en el volante y la otra cómodamente apoyada en el respaldo de mi asiento.

- He estado en bastantes clubes para bailarinas, el J, donde no sólo pone a prueba su habilidad con los patines, sino también su talento para cantar sobre el escenario. sí - respondí en un tono un poco antipático. Me miró unos instantes y luego volvió a fijar su atención en la carretera. Entonces pude ver a lo lejos mucha gente y unas luces de neón que iluminaban una zona desierta llena de coches aparcados al azar. La música era ensordecedora y cuando llegamos vi a gente de entre veinte y treinta años bebiendo, bailando y comportándose de una forma completamente indecente.

Mis ojos se abrieron cada vez más a medida que empezaba a darme cuenta de qué tipo de razas y qué tipo de personas me iba a encontrar. Eros detuvo el coche en un lugar bastante cercano a donde estaba la mayoría de la gente y se bajó de él, esperando a que yo hiciera lo mismo. Lo hice y no pude evitar mirar a su alrededor.

Las mujeres iban vestidas casi en ropa interior, frotándose contra los chicos de forma repugnante mientras simulaban estar bailando esa música que debería estar prohibida por lo repetitiva y horrible que era una que era. Supe en cuanto la gente empezó a mirarme que yo destacaba por mi normalidad. Había muchas mujeres ligeras de ropa, gente fumando, bebiendo e incluso haciendo donde se les pudiera ver...

-¿A dónde me ha traído? -No pude evitar preguntarle a mi acompañante. El que estaba a mi lado soltó una carcajada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.