Amaris

Capítulo trece.

Amaris.

Después de lo que pasó con Teo, decidí no volver a acercarme a él, tal y como me había pedido. Lo que había pasado había sido extraño y placentero, al menos hasta que abrió la boca y me di cuenta con quién estaba haciendo lo que estaba haciendo.

Al menos había conseguido lo que quería, de alguna manera me había vengado de lo que pasó con Matt, aunque en el fondo sabía que nada podría hacerme sentir mejor después de que dos personas tan importantes para mí me hubieran engañado de esa manera.

La foto que había tomado Teo me había dejado un poco desorientada. Nunca me había tomado fotos con Matt en las que estuviéramos besándonos...

De hecho, creo que nunca me habían besado de esa manera. Cuando la había visto, se me había puesto la piel de gallina. En ella se veían nuestros perfiles entrelazados, sus labios entreabiertos sobre los míos y nuestros ojos cerrados disfrutando del momento. Mis mejillas lucían calientes mientras que el rostro de Teo era duro, frío y terriblemente irresistible. Con solo mirar su perfil se notaba lo atractivo que era... Matt iba a estallar. Lo sabía. Era así de egoísta, solo que normalmente dirigía su egoísmo hacia los demás y me dejaba de lado.

Escribí un mensaje debajo de la foto antes de enviársela:

Me tomó menos de cuatro horas encontrar a un chico que es más hombre que tú. Gracias por abrirme los ojos, por cierto, en esta foto pareces un pez jadeante, ¡aprende a besar culos!

Debajo del mensaje se podía ver la foto de él y Jambi besándose, aparte de la de Teo y yo.

Me encantaría poder ver su rostro, pero sabía que después de ese mensaje mi relación con él había terminado. No pensaba volver a verlo y por primera vez agradecí que una frontera nos separara. En cuanto a Jambi, solo escribí dos palabras en el mensaje que le envié a continuación, junto a la foto de ella y Matt besándose: Se acabó.

Solté todo el aire que estaba conteniendo. Eso es todo... eso terminó con dos años de relación de amor y nueve años de amistad. Sentí que se me humedecen los ojos, pero no derramé ni una sola lágrima, no, no se lo merecían.

Me guardé el móvil en el bolsillo trasero y me dirigí directo hacia Vera. Busqué a Teo con la mirada y la vi bebiendo una cerveza con la espalda apoyada en un Porsche Cayman rojo prestado. Le di la espalda y me dirigí directo hacia donde me esperaba mi nueva amiga.

El resto de la noche la pasé bailando, riendo y pasándola bien con las locas payasadas de Vera. En varias ocasiones ella se escapaba para ligar con su sexy novio y entonces yo recordaba lo que había pasado y sentía que me estaba desmoronando. Traté de distraerme con las carreras que amaba y me hacían recordar tiempos más felices, cuando ir a la pista era parte del día. No pude evitar observar de cerca la conducción de todos los pilotos allí. Los que pertenecían al grupo de Teo eran bastante buenos, pero él había sido impresionante cuando había corrido la primera carrera.

A medida que avanzaba la noche me encontré analizando la pista de cerca y tratando de averiguar qué hacía falta para ganar aún más. Como había estado notando, el problema estaba en la segunda curva. Si ibas demasiado despacio perdías distancia y si ibas demasiado rápido te arriesgas a salir de la pista.

Me moría de ganas de demostrar que podía hacerlo mejor. De hecho, estaba absolutamente seguro de que podía hacerlo mejor. Quería sentir el viento en la cara, la adrenalina en el cuerpo por la velocidad, sentir ese control sobre el coche y saber que era yo quien lo conducía, quien lo controlaba y quien lo hacía avanzar. Tenía estos pensamientos en mente cuando la carrera final estaba a punto de tener lugar. Este Abel era el que iba a competir contra Teo y estaba seguro de que si me daban la oportunidad podría ganarle con los ojos cerrados.

La gente se había ido subiendo a los coches y avanzando hacia donde estaba la meta. Vera, Julio y yo tuvimos que quedarnos ahí, salvo que ellos habían ido a buscar algo en el coche de mi amiga. Teo también había desaparecido, la había visto irse con el idiota de pelo oscuro hacia donde estaba su furgoneta, y ahí estaba yo, sola, al lado de un coche chulo y esperando a que alguien volviera de una vez por todas.

Entonces vi a Abel acercarse a su coche tuneado y observarme con interés. Ese tipo daba miedo de verdad, tenía más músculos que un luchador de sumo y miles de tatuajes marcaban sus brazos y parte de la espalda. Lo observé sin hacer ruido.

-Oye, minusválido -dijo apoyando los antebrazos en el techo del coche-. ¿Quién eres tú? -me preguntó en tono divertido.

Lo miré con cierto recelo, pero decidí que era mejor responderle.

-Amaris- respondí secamente.

Sonrió por alguna razón inexplicable.

-Te he estado observando- dijo con una sonrisa- Puedo notar la diferencia entre las chicas que saben de esto- dijo, palmeando su auto- y las que no- agregó- Tú perteneces al primer grupo. Observé con cautela.

-Puede que haya corrido una o dos veces- respondí, preguntándome dónde estaban las demás. No me gustó la forma en que ese tipo me miró, me dio un mal presentimiento.

-Lo sabía- respondió, divertido- ¿Por qué no corres contra mí, cariño? - me preguntó, mirándome seriamente.

¿Me estaba preguntando lo que creía que me estaba preguntando?

-Tienes que correr contra Teo- dije dubitativamente.

-Teo no está aquí, ¿verdad? - me preguntó, haciendo un gesto con la mano.

Sentí la adrenalina correr por mi cuerpo. Oh, Dios mío... Correr otra vez... Eso era lo que quería, eso era lo que necesitaba... Y era cierto que Teo había desaparecido, y él ya había corrido...

Apagué la alarma que empezó a sonar en mi cabeza, alertándome de que estaba completamente loca y sonreí con aire de suficiencia.




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