Amaris
Salir esa noche con Teo había sido un error. Sí, me atraía mucho, y sí, perdía el hilo de mis pensamientos cuando me tocaba o me besaba, pero no me gustaba su forma de ser. Teo Jones se movía en un círculo que yo había evitado toda mi vida: las peleas, las fiestas descontroladas, las drogas o el alcohol pertenecían a algo de lo que no quería ser parte. Todavía estaba tratando de acostumbrarme a mi nueva vida, no habían pasado ni dos semanas desde que había llegado y todo había cambiado. Matt todavía me estaba afectando y comenzar algún tipo de relación con Teo solo empeoró las cosas porque sabía exactamente lo que alguien como él quería de alguien como yo... Podía ser anticuada o rara o lo que fuera, pero me gustaban las cosas a la antigua usanza. Quería que el chico que quisiera estar conmigo me lo demostrara todos los días, me gustaban las frases cariñosas, los gestos dulces... y Teo era lo opuesto a todo eso. No estaba lista para que me rompieran el corazón de nuevo; De hecho, ya estaba roto, no había ni un corazón, solo miles de pedacitos que intentaba recomponer cada día que pasaba.
Por eso me dije que iba a tener que intentar tener una relación normal con Teo. No podíamos estar juntos, pero eso no significaba que tuviéramos que odiarnos. Las peleas con él, los tiras y aflojas que jugábamos desde que nos conocimos eran agotadores y vivíamos bajo el mismo techo, así que lo mejor iba a ser que intentamos ser amigos, si es que ser amigo de alguien que te hace temblar las rodillas es posible.
Me quedé de pie junto a la puerta de entrada a la nave esperando a que Julio terminará de pelear. No miraba. Odiaba los enfrentamientos físicos y que la gente los disfrutara, incluso ganar dinero apostando contra alguien me parecía lo más desagradable y humillante.
Teo pasó a mi lado sin mirarme y fue a encontrarse con Vera y sus amigas. Quince minutos después Julio ganó su pelea, aunque a diferencia de Teo, que sólo había sido golpeado una vez, él tenía varios moretones en el pecho y un corte bastante feo en el ojo izquierdo. Clara se arrojó a sus brazos en cuanto lo vio y le dio un beso profundo mientras la gente lo vitoreaba con entusiasmo. ¿Eso era lo que Teo había querido que hiciera? ¿Caer a sus pies porque era capaz de dejar a un tipo inconsciente en el suelo? Ridículo...
Teo se giró hacia mí mientras la gente empezaba a salir por la puerta. Menos mal que el lugar era bastante grande, porque debía haber al menos doscientas personas allí.
Se acercó hasta que pudo tomar mi mano y guiarme hacia afuera. Era extraño sentir sus dedos entrelazados con los míos, pero su forma de hacerlo era distante, como si lo hiciera más por comodidad para que no me perdiera entre la multitud que por cariño hacia mí.
Cuando estuvimos junto al auto lo observé con atención.
Algo había cambiado desde nuestra última conversación: Teo parecía molesta conmigo y parecía querer actuar como si yo no estuviera allí. Me dolió su actitud, pero no podía esperar otra cosa.
Miré distraídamente sus nudillos lastimados. Había un poco de sangre seca en las heridas que se había hecho al golpear a ese chico. De repente sentí náuseas, me faltaba el aire.
¿Qué diablos estaba haciendo allí?
Teo me dejó sin decir nada y se dirigió hacia su pequeño grupo de amigos. No vi a Vera por ningún lado y de repente me sentí muy sola, en un ambiente que me daba más miedo del que admitiría en voz alta.
Busqué en mi bolso hasta que encontré mi teléfono.
-¿Qué estás haciendo?- preguntó Teo, acercándose a mí justo cuando me ponía el teléfono en la oreja.
-Llamó a un taxi.
Antes de que pudiera detenerlo, me arrebató el teléfono de la mano.
-¿Estás loca?- Lo que hacemos aquí es ilegal, no puedes revelar nuestra posición, podrían denunciarnos.
Lo miré fijamente. Sí, era más guapo que cualquier chico que hubiera tenido el placer de conocer, pero no valía la pena pasar por eso o meterse en problemas por un poco de su atención.
-Quiero irme-
-¿Por qué?-
Respiré profundamente, tratando de calmarme.
-Porque no me gusta tu mundo, Teo- dije un segundo después.
Teo no pareció ofenderse por mi respuesta, más bien mostró indiferencia.
-No estás hecha para esto, no debí traerte.
¿Yo no estaba hecha para esto? No fue lo que dijo lo que me molestó, sino el tono en el que lo dijo.
-Yo fui la que decidió venir, y ahora soy yo la que decide irse.
Teo se rió y me miró con indulgencia.
-No sé qué esperaba al traerte aquí, pero seguro que no esperaba esto. Pensé que eras más fuerte, Mar. No mostraste ningún miedo cuando te enfrentaste a Abiel. Nunca pensé que unos cuantos golpes pudieran ponerse en este estado.
Sus ojos recorrieron mi cuerpo. ¿Podía ver el sudor frío que cubría mi cuerpo? ¿El temblor que se había apoderado de mis manos...?
-Bueno, supongo que la valentía va y viene-dije, dando un paso hacia adelante y abriendo la palma para que pudiera darme el teléfono.
Teo lo giró entre sus dedos, todavía absorto en mis rasgos.
-Tengo mucha pánico por saber dónde aprendiste a correr como lo hacías en las carreras...
Mantuve la mirada levantada y los ojos fijos en los suyos.
-Suerte de principiante. Mi teléfono, por favor.
Una sonrisa torcida apareció en su rostro.
-Estás ocultando más cosas de las que hubiera imaginado-reconoció Mar, dando un paso hacia mí. Di un paso atrás, afectada por su cercanía, y mi espalda golpeó la puerta del auto. -Todos tenemos nuestros secretos- respondí bajando la voz y sintiendo que mis piernas empezaban a temblar de nuevo.
-Te advierto que soy muy buena detective- dijo inclinándose para besarme. Lo detuve con un empujón que apenas logró moverlo del lugar.