Amaris

capítulo veintidós.

Teo

No había tenido intención de ligar con ella en aquel aparcamiento del bar; todo lo contrario: la conversación que había tenido con aquel idiota de Matt en mi coche, camino del aeropuerto, me había dejado bastante conmocionada.

-No tienes ni idea de en lo que te estás metiendo -había soltado tras un intenso silencio interrumpido por mis ganas de tirármelo-. Amaris puede que esté muy buena, pero está más jodida de lo que tú y yo juntos. Respiré hondo, intentando no seguirle el juego, pero queriendo saber a qué se refería. Mi intención no era tener una relación con Amaris, pero no podía evitar la atracción que sentía hacia ella.

Apreté con fuerza el volante como una simple respuesta.

-Te lo digo por experiencia... esa chica esconde más cosas de las que aparenta a simple vista y...

-Y por eso decidiste venir aquí, ¿no? -le interrumpí dando la vuelta al coche. -Supongo que las chicas que no nos dan todo a la primera nos resultan irresistibles. el primer seguí conduciendo mientras analizaba sus palabras: «Las chicas que no nos dan todo a la primera...» No conocía a muchas chicas así.

-No quiero aguarte la fiesta, pero no creo que seas el tipo de chico dispuesto a esperar... no sé si me explico.

Seguí mirando los coches que tenía delante.

-Puedo ser muy paciente... o al contrario, como ahora, por ejemplo: estoy impaciente por patearte el culo.

Dan sonrió desde su asiento y juro que tuve que usar todo mi autocontrol para no dejarme vencer por la ira. Ahí estaba ese gilipollas, hablando de la chica que había sido su novia sin ningún tipo de respeto.

-Vale, no era un caballero andante, pero al menos no intentaba fingir que lo era. Dejé las cosas claras, este gilipollas cedió al engaño.

-Te lo advierto, hombre. Una vez que la dejas entrar, es muy difícil dejarla salir... como tú decías. Estoy aquí, ¿no? En cuanto no estés mirando, estarás comiendo de su mano y ni te enterarás de lo que pasó.

Detuve el coche en la entrada del aeropuerto.

-Vete-le ordené con la mandíbula apretada.

Moy cogió su maleta y se bajó, no sin antes decirme una última cosa:

-Yo pensaba arreglarlo... Anahí ni se le acerca.

Con eso le dio la espalda y se alejó.

Pasé el resto del día en la playa. No podía sacarme de la cabeza las palabras de Moses y odiaba la sensación de que, a pesar de su advertencia, lo único que quería era verla y asegurarme de que estaba bien. No tenía idea de cómo manejar los sentimientos que sentía por ella. Agarré mi tabla de surf y me metí al mar.

No sabía qué hacer: tenerla en casa era una tortura. La deseaba con locura, y cada vez que la veía, mi imaginación se desbocaba. Si mi padre se enterara, me mataría. No podía olvidar que Amaris tenía mi misma edad, ¡maldita sea!

Aun así, decidí ir a buscarla al club donde, por terquedad, había decidido empezar a trabajar. No entendía por qué carajos quería hacerlo, y mucho menos como camarera.

El bar era un club donde tocaban varios grupos y al que mis amigos y yo íbamos a menudo. Los tragos y bebidas eran baratos, y por eso atraía a una clientela muy diversa. No me gustaba el hecho de que Amaris trabajara allí de noche, y me hacía aún menos feliz verla salir con Eros.

Él y yo compartíamos un pasado que no quería que Amaris conociera nunca. Las cosas que había hecho al irme de casa, la forma en que me comporté después de que mi madre se fue... Eros había compartido todas y cada una de las etapas que yo había superado hasta llegar al presente. Me ponía nerviosa que mis secretos pudieran salir a la luz, y más con alguien que ahora vivía bajo mi mismo techo.

Por eso no dudé ni un instante en acercarme a ella y aprovechar la farsa que habíamos iniciado. Si Eros creía que estaba interesado en Amaris, lo más probable es que decidiera alejarse.

Al acercarme, vi que Amaris se tensaba casi automáticamente en mi presencia. Llevaba el pelo suelto y parecía cansada. Apreté la mandíbula, queriendo alejarla de allí.

Tenía que admitir que este tira y afloja que estábamos teniendo me estaba divirtiendo enormemente.

Ella era rápida y sus respuestas me animaban a provocarla, y yo me divertía a su costa.

No había podido mantenerme alejado, mis piernas habían ido acortando el espacio entre nosotros hasta prácticamente ocupar todo su espacio personal. O la besaba o me volvía loco. Ni siquiera era consciente de lo que estábamos hablando, algo sobre hacerle favores o convertirla en mi esclava...

Todo mi cuerpo se endureció de solo imaginarla completamente a mi merced. Tenía que hacerlo, por mucho que supiera que estaba mal, mi boca la reclamaba como aire para respirar.

Enterraba mis dedos en su largo cabello y la atraía hacia mí, casi desesperadamente. Las manos de Amaris se enredaban en mi cuello y nuestros cuerpos chocaban casi desesperadamente.

Sentía el dulce sabor de su boca, saboreaba la suya con mi lengua y pensé que me desmayaría: no había nada como besar esa boca. Quería hacerla temblar en mis brazos, hacerle sentir cosas que nadie, y menos aún el gilipollas de su novio, le había hecho sentir jamás.

De repente, mi objetivo número uno se convirtió en hacerla disfrutar. Me apreté contra su cuerpo, apretándola contra la puerta del coche y apreté mi rodilla entre sus piernas.

El suspiro entrecortado que salió de sus labios me provocó escalofríos que me duraron hasta que de repente sonó el teléfono y nos impidió continuar lo que estábamos iniciando en medio de aquel lugar público.

Cuando la miré supe que estaba perdido...

«En cuanto mires hacia otro lado estarás comiendo de su mano y ni siquiera sabrás lo que pasó.»

Aparté la mirada de sus mejillas sonrosadas y sus labios hinchados y me concentré en lo que me estuvieran diciendo.




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